Image: Vuelve Cara de Cuero

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Cine

Vuelve Cara de Cuero

Marcus Nispel estrena La matanza de Texas 2, remake de la original creada hace 30 años por Tobe Hooper

1 abril, 2004 02:00

Andrew Bryniarski es Cara de Cuero en La matanza de Texas 2, de Marcus Nispel

Aunque el nuevo milenio ha comenzado, el cine de terror mira hacia los viejos miedos de los años 70 y 80. La matanza de Texas 2, remake de la original creada hace 30 años por Tobe Hooper, es la cabeza visible de un retorno al escalofrío sangriento, la violencia y el mensaje supervivencialista de los maestros del gore.

La pesadilla comienza de nuevo. Unos jóvenes de vacaciones por la Norteamérica profunda, un encuentro inesperado con sus habitantes, y los protagonistas de La matanza de Texas 2 se encuentran cara a cara con el horror. Un horror inspirado en la misma realidad que sirvió para que Tobe Hooper creara su original Matanza de Texas en 1974. La realidad de los asesinos en serie, la América Gótica, las carreteras perdidas y la hospitalidad de los "hombres de nueve dedos", como los bautizara el escritor James Dickey en su seminal novela Liberación, que inspiraría Deliverance (1973), de John Boorman. Nada hay más terrorífico que el tejido de la realidad, convenientemente recosido, para que, como el rostro de Leatherface, el brutal Cara de Cuero, nos corte la respiración con su vieja sierra mecánica.

Splatterpunk
Los 70 y primeros 80 vieron el nacimiento de una forma de enfocar el cine de terror y suspense, que sembraría la semilla de lo que los expertos denominan splatterpunk. Un cine gore inteligente, dotado de cierta carga de profundidad crítica. Cuya violencia posee un significado. Cuyo empleo de la sangre y el efectismo, destila una filosofía supervivencialista, casi nietzscheana, que resume la herencia del viejo "Teatro del Grand Guignol". Maestros como Hooper o Boorman, con sus películas citadas, pero también Wes Craven, con La última casa a la izquierda (1972) y Las colinas tienen ojos (1977), el canadiense Bob Clark con Deathdream (1972), el también canadiense David Cronenberg con Vinieron de dentro de (1974), John Carpenter con La noche de Halloween (1978), George Romero con su pionera La noche de los muertos vivientes (1968) y sus secuelas, Sam Peckinpah con Perros de paja (1971), Brian De Palma con Carrie (1976), el mismísimo Martin Scorsese con su splatter intelectual Taxi Driver (1976), Sean S. Cunningham con la primera Viernes 13 (1980), William Lustig con su Maniac (1981), Joe Dante con Aullidos (1980), Sam Raimi con su primera Posesión infernal (1983), Walter Hill con La presa (1981), Jack Sholder con Solos en la oscuridad (1982), Ted Kotcheff con su Acorralado (1982), que convertiría en estrella de acción a Sylvester Stallone... y muchos otros, llenaron las pantallas de psychokillers urbanos y rurales, de rednecks asesinos, zombis caníbales y virulentos, gamberros sádicos, fanáticos religiosos y fuerzas sobrenaturales que, triunfaran o no, obligaban a los protagonistas a poner a prueba su resistencia, su valor y, finalmente, su propia capacidad para matar. Para sobrevivir. Para enfrentar su oscuridad interior. Muchas de ellas dieron lugar a lecturas sociológicas, analizadas como alegorías de la Guerra de Vietnam, del racismo o la liberación femenina. Muchas fueron acusadas de reaccionarias... Cuando, curiosamente, directores como Tobe Hooper, Wes Craven o George Romero se han situado siempre a la izquierda de la política norteamericana. En cualquier caso, revolucionaron el género.

Naturalmente, esta genial hornada del cine gore moderno llevaba consigo su perdición. Pronto muchos de sus directores y títulos cayeron en la autocomplacencia y la autoparodia. Algunas veces con fortuna... La mayoría no. A finales de los 80, con honradas excepciones, el cine de terror había perdido su capacidad asustante. Su energía, su filosofía. El género era un chiste (y hubo chistes muy buenos), pero se imponía, siguiendo la lógica del eterno retorno cinematográfico, volver a la fórmula original.

Y La matanza de Texas 2 vuelve a dar miedo. No se sabe muy bien cómo, pero el caso es que el director alemán Marcus Nispel ha conseguido insuflar a su remake una energía, una tensión, que te dejan sin respiración. La vieja montaña rusa de sustos y crueldad sadiana funciona con engranajes perfectamente engrasados. Quizá la fórmula para que todo encaje sea el contraste entre el respeto cinéfilo por el filme de Hooper, y la estética y atmósfera netamente modernas de su remake. Porque esta nueva Matanza... es pura estética, como no podía ser menos viniendo del productor Michael Bay.

Fotografía neogótica
Desde unos protagonistas, encabezados por la sexy Jessica Biel, que, a pesar de fingirse setenteros, parecen escapados de Los vigilantes de la playa, hasta una fotografía neogótica y atmosférica, que resume el ámbito tenebrista del terror postindustrial moderno, domina una imagen que poco o nada tiene que ver con la cámara polvorienta y granujienta de Hooper. De hecho, al salir del pase de prensa de esta nueva Matanza..., durante el pasado Festival de Sitges, Fernando Savater comentó: "Es como la antigua pero en papel couché, aunque yo prefiero definirla como La Matanza de Texas: la colección de cromos". Un contraste que resulta en una fascinación continúa para el espectador, cuyo ojo apenas puede despegarse del espectáculo de horror y belleza que se desarrolla frente a él.

La oleada de remakes del splatter de los 70 que nos invade funciona porque adopta y adapta sus modelos a los usos estéticos y visuales de nuestros días. Lo mismo puede decirse de Kilómetro 666, variación del tema de Las colinas tienen ojos y Deliverance, dirigida por Rob Schmidt, un intelectual indie metido al negocio del terror: "Yo creo -explica- que la gente quiere volver a pasar miedo viendo una película de terror. Quiere asustarse, que es de lo que se trata". Protagonizada por el guapo e inquietante Desmond Harrington, Kilómetro 666, pone algo más de acento en la acción que en el horror, para contar el enfrentamiento entre una pandilla de jóvenes urbanitas y una famila de caníbales deformes de la América profunda. Una vez más, a los viejos esquemas se les da un tratamiento visualmente moderno. El bosque parece una imagen de cuento de hadas siniestro, digna de El Señor de los Anillos de Peter Jackson, y los caníbales son un grupo de ogros palurdos, creado por el genio del maquillaje, Stan Winston, productor del filme, cuya deformidad recuerda los siniestros personajes del dibujante de cómics Bernie Wrightson. Quizá la mejor aportación a este reciclaje del gore sea la del rockero Rob Zombie, La casa de los 1000 cadáveres. Delirante y frenética, combinando formatos y estilos diferentes, con clara vocación satánica, bizarre y psicotrónica, la primera película de Zombie es su lista de la compra cinéfaga: "Siempre me han interesado y fascinado las historias de familias disfuncionales, al estilo de Spider Baby o La matanza de Texas". No es casualidad que tanto Zombie como Nispel sean consumados clippers, el primero dirigiendo los videos de su grupo, White Zombie, y el segundo para bandas como Faith No More o para Janet Jackson.

Tobe Hooper, creador de la original La Matanza... , tiene claro el motivo por el que el cine de terror vuelve a sus raíces: "Estamos en guerra -explica con voz ronca-, durante los tiempos de guerra se vive de otra manera. La gente hace cosas más locas, y el cine refleja la tensión y el miedo en que se vive. Cuando hicimos nuestras películas estábamos en guerra, y ahora también lo estamos". El miedo, la auténtica capacidad asustante del cine, está más próximo a la realidad que a la ficción, aunque se trate de una realidad estilizada: "Es porque, de alguna forma, estas cosas pasan -explica Rob Schmidt-. No son criaturas sobrenaturales, sino seres humanos. Hay una relación con la realidad de los periódicos... Por eso da más miedo". El Gótico Americano, inmortalizado por el cuadro mítico de Grant Wood, vive, y goza de buena salud: "Para mí -dice Hooper-, el Gótico Americano es una extensión lógica del género. Era lógico que la bruja del bosque, la casita de chocolate, el castillo de Drácula, vinieran a América". Ciertamente, eso que llamamos Gótico Americano, con su precisa imprecisión, constituye una de las vertientes del terror más interesantes, puesto que funciona como un puente que conecta el género puro con sus desviaciones más peculiares. No olvidemos que entre los directores citados más arriba se encuentran nombres como los de Scorsese, De Palma, Boorman o el propio Peckinpah... junto a los de artesanos de la mejor Serie B, como Lustig, Dante, Bob Clark o Sean Cunningham, además de realizadores que hoy tienen ya el estatus de autores de culto como Carpenter, Craven o Romero, por irregular que sea su obra. De igual modo, en literatura nos encontramos con que Stephen King, T. E. D. Klein o Richard Laymon, profesionales del escalofrío literario, comparten cuarto en esta mansión gótica a la americana con el Truman Capote de A sangre fría, el James Dickey de Liberación, el Norman Mailer de La canción del verdugo, y otros grandes clásicos de la moderna literatura norteamericana y universal. No es de extrañar que el concepto de Gótico Americano goce de tanto éxito, puesto que, en el fondo, su universo de psychokillers rurales, paletos salvajes, pueblos inhóspitos y solitarios puede trasladarse a casi cualquier lugar del mundo, como, de hecho, están haciendo los franceses con filmes como Alta tensión, de Alexandre Aja, triunfador en la pasada edición de Sitges, o Dead End, curiosa mezcla de estilo gore americano y fantastique típico francés.

Lovecraft en Galicia
E incluso alguna que otra producción española, como el Dagon de Stuart Gordon, que lleva los horrores lovecraftianos de Nueva Inglaterra a la Galicia profunda, o esa nueva versión de la historia del hombre lobo gallego por excelencia, Romasanta, que ha dirigido Paco Plaza y que se anuncia para uno de estos días. Historia, por cierto, que ya contara Pedro Olea en El bosque del lobo, en 1970... Es decir, en plena eclosión del primer splatter. El fenómeno es imparable. Después de Jeepers Creepers, de La matanza de Texas 2, La casa de los 1000 cadáveres, Kilómetro 666 y otras, nos llegará Dawn of the Dead, espectacular remake del Zombie de George Romero, preanunciado por zombie movies recientes como Resident Evil o 28 días después. De hecho, desde hace unos tres o cuatro años, películas como Cabin Fever, May, La cámara secreta e incluso bromas inteligentes como La novia de Chucky o Freddy vs. Jason, ambas dirigidas por el chino Ronny Yu, venían proclamando este revival del terror de los años 70 y 80. Y los directores originales están encantados. A Hooper no sólo le gusta el remake de su clásico, sino que él mismo acaba de dirigir The Toolbox Murders, remake del filme de 1977, de Dennis Donnelly. Fantasmas de Marte, uno de los últimos filmes de Carpenter, era todo un nostálgico autohomenaje a sus temas característicos de los 70. Wes Craven ya la ha visto -sonríe Rob Schmidt, refiriéndose a Kilómetro 666-, y le ha gustado. La lección básica del splatter, aunque ahora se vista con estética de videoclip, sigue funcionando: "Si quieres sobrevivir a la guerra -como decía ese filósofo de los 80, John Rambo-, tienes que convertirte en guerra".


Las muchas matanzas de Texas
La matanza de Texas 2 es un título que puede llevar a ciertas confusiones. Porque, de hecho, ya hubo una Matanza de Texas 2, aunque no se estrenara en España con este título, dirigida por el propio Tobe Hooper en 1986, y protagonizada ni más ni menos que por Dennis Hopper. Una broma macabra y divertida que, sin embargo, poco tenía que ver con la primera parte. A esta Texas Chainsaw Massacre 2, le seguiría La Matanza de Texas III, en 1989, dirigida por Jeff Burr y con guión del escritor de terror David J. Schow, uno de los entonces jóvenes representantes del splatterpunk, quien intentó devolver al filme el espíritu original de la serie, consiguiéndolo en buena parte, a pesar del rechazo de los aficionados (de hecho, la nueva "Matanza" tiene más de un punto en común con ella). En 1994, en plena eclosión de la nueva ola de terror teenager con aires de comedia, llegaría La Matanza de Texas: la nueva generación, un simpático desvarío dirigido por Kim Henkel, guionista original de "La Matanza" y colaborador habitual de Tobe Hooper, protagonizado por una joven Renee Zellwegger.

Ha habido también varias series de animación, proyectos centrados en el icono de Leatherface, y, naturalmente, imitaciones/homenajes tan delirantes como The German Chainsaw Massacre (1990), ejemplo del ultragore paródico alemán, o La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos, realizada directamente en vídeo, en 1993, por el llorado Antonio Blanco, en colaboración con Ricardo Llovo, esperpento gore de la Galicia profunda, protagonizado por Manuel Manquiña y con apariciones de rockeros de pro como Julián Hernández o César Strawberry. Ahora, con esta nueva La Matanza de Texas 2, puede que todo comience de nuevo: ya saben, la familia que mata unida, permanece unida.