Image: El crepúsculo de los dioses

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Cine

El crepúsculo de los dioses

por Román Gubern

13 marzo, 2003 01:00

El descenso a los infiernos de Norma Desmond

Desde inicios del cine mudo algunos cineastas se divirtieron escenificando las interioridades de su mundo en la pantalla. Lo hicieron cómicos como Max Linder, Charles Chaplin y André Deed (Cretinetti). Y en el ocaso del cine mudo aparecieron varios títulos importantes en este renglón, como Espejismos (1928) de King Vidor; La última orden (1928), de Josef von Sternberg, y El cameraman (929), con Buster Keaton, por no mencionar el manifiesto soviético de aliento futurista El hombre de la cámara (1929), de Dziga Vertov.

El realizador austroamericano Billy Wilder, fugitivo del nazismo e instalado en Hollywood desde 1934, volvió a explorar este universo de ensueños y de oropel en un poderoso melodrama de gran estilo, tomando como eje biográfico la nostalgia narcisista de una antigua estrella del cine mudo, Norma Desmond, que interpretó magistralmente Gloria Swanson. Su guión procedió de un relato escrito por Wilder con Charles Brackett -quien fue productor del filme- y narra la historia de un mediocre guionista en apuros, Joe Gillis (William Holden), quien huyendo en automóvil de sus acreedores se refugia en la suntuosa mansión en que vive Norma Desmond. Su fiel mayordomo Max von Mayerling (Erich von Stroheim), mantiene vivos sus ensueños de gran estrella. Esperando sacar ventajas económicas de sus deseos de regresar a los estudios, Joe se instala en su casa y acepta escribir para ella un guión sobre Salomé, a partir de un tedioso proyecto redactado por Norma. Después de un intento de suicidio de la diva, Joe se convierte en su gigoló: la escena en que un dependiente le prueba un abrigo caro con un guiño de complicidad, porque ella paga, constituye un detalle que vale por diez escenas.

Norma cree, por una llamada telefónica de la Paramount, que este estudio está interesado en su regreso al cine, cuando en realidad sólo deseaban alquilarle su viejo y suntuoso automóvil Isotta Fraschini para una película de época. Norma va a ver a Cecil B. DeMille, cuando está rodando Sansón y Dalila, y provoca una embarazosa situación para el director. Entretanto, Joe se ha enamorado de una joven guionista, Betty (Nancy Olson), lo que provoca los celos de Norma. Tras una discusión, Joe abandona a la diva, pero ella le dispara y cae muerto a la piscina de la mansión.

Una de las originalidades de El crepúsculo de los dioses consistió en que la voz en off que inicia su narración es la de un muerto, es la voz de Joe flotando en la piscina, que reaparecerá al final del filme, sin que muchos espectadores reparen en la genial incongruencia propuesta por Wilder. Su homicidio final, por otra parte, emparenta la cinta al cine negro de la época, fotografiada por John F. Seitz con un espléndido registro de claroscuro.

El crepúsculo de los dioses fue una amarga película autorreflexiva acerca de las miserias del mundo del cine, repleta de citas biográficas de la protagonista. Como Norma Desmond, Gloria Swanson se retiró del mundo del cine a principios del sonoro. Formó parte de las bathing beauties de Mack Sennett y en el film se enfunda un bañador para parodiarlas ante Joe. Erich von Stroheim, que es aquí su devoto mayordomo y exdirector, la dirigió efectivamente en La reina Kelly (Queen Kelly, 1928), su última realización, y de ella se proyectan en la cinta unos primero planos, ante una arrobada Norma y un aburrido Joe. Cecil B. DeMille, a quien ella acude para intentar su retorno a los platós, fue quien la lanzó a la fama, al dirigirla entre 1919 y 1921 en seis comedias de éxito para la Paramount. Tantas citas cinéfilas culminan en la escena en que Norma aparece jugando a cartas con Buster Keaton, H.B. Warner y la actriz Anna Q. Nilsson.

La conflictiva relación de Norma con el cine actual está soberbiamente expresada en la escena en que va a ver a DeMille a su plató y, sentada en la silla del director, el desplazamiento de un micrófono colgante -su enemigo artístico- roza con impertinencia una pluma de su sombrero. La mirada de desprecio y el golpe que le propina con la mano constituyen una elocuente declaración muda. Como buen melodrama, El crepúsculo de los dioses se estructura en la confrontación dramática entre el pasado y el presente. Norma Desmond es como una figura de cera enclaustrada en un suntuoso palacio, convertido en un vasto museo necrómano de su gloria pasada. Su orgullo de estrella se niega a morir y, víctima de su narcisismo enfermizo, se ha convertido para sí misma en una mera imagen, un icono para las masas, olvidando que es ante todo una persona y que aquellas masas que la adoraron ya no existen.

El descenso final de Norma por la escalera de su mansión, creyendo que interpreta a una princesa y que la está dirigiendo DeMille, resume su extravío, el paso del ensimismamiento nostálgico a la locura. Es, propiamente, un descenso final a los infiernos.

Edición de coleccionista
PARAMOUNT
El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950), de Billy Wilder. B/N
Formato 4:3. Dolby digital mono
Idiomas: español, inglés, francés, alemán e italiano
Subtítulos: 22 idiomas, incluyendo español
Precio recomendado: 24.01 euros
"Making of" / Galería fotográfica / Película comentada por Ed Silkov / Mapa interactivo