Image: Científicas (3): Marie Curie

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Entre dos aguas por José Manuel Sánchez Ron

Científicas (3): Marie Curie

22 julio, 2016 02:00

Marie Curie en la terraza del Laboratorie Curie, en el Instituto del Radio, en 1923. Del libro Cartas (Clave Intelectual)

Hace algunas semanas comencé mi serie de científicas con la matemática alemana Emmy Noether, aun sabiendo que la científica más representativa de la historia, aquella a la que se dirigen todos los recuerdos y gratitudes es la polaca Maria Sklodowska, afincada posteriormente en Francia y conocida como Marie Curie (1867-1934) después de que se casase con Pierre Curie (1859-1906). Lo hice así para situar de forma menos "grandiosa" -con las inevitables exageraciones que esto conlleva- las aportaciones de las mujeres a la ciencia. Cumplido el objetivo, paso a ocuparme de ella.

Si tuviese que calificar con una sola palabra la vida y contribuciones a la ciencia de Marie Curie, utilizaría "determinación". Nadie debería dudar que fue una persona muy inteligente y capaz, aunque su creatividad científica no alcanzó el nivel de otros contemporáneos suyos: Albert Einstein, por supuesto, pero también Ernest Rutherford, Niels Bohr, Werner Heisenberg, Wolfgang Pauli, Erwin Schrödinger o Enrico Fermi. De su determinación e inteligencia da idea el que después de haber completado sus estudios de bachillerato en Varsovia tuvo que trabajar durante años como institutriz, para ayudar a que su hermana Bronia estudiase Medicina en París y no ser una carga para su familia; no obstante, cuando pudo liberarse de ese deber autoimpuesto viajó a París para matricularse en la Facultad de Ciencias de la Sorbona. Allí, una de las 23 mujeres de un total de 1.825 alumnos, Maria Sklodowska obtuvo el título de licenciada en Ciencias en 1893 (aquel año sólo otra mujer se licenció en la Universidad de París), al que añadió un año después -el mismo en que conoció a Pierre Curie- la licenciatura de Matemáticas.

Una vez licenciada, decidió doctorarse y eligió estudiar un fenómeno descubierto en 1896 por Henri Becquerel: la radiactividad, un extraño fenómeno por el cual el uranio emitía constantemente -sin causa aparente, ni pérdidas de masa- radiación. Por entonces el fenómeno apenas atraía la atención de los científicos, pero gracias al trabajo de la, desde el 26 de julio de 1895, ya Marie Curie, pasó a ocupar un lugar destacado en la física. Esto se debió al descubrimiento que realizó en 1898 -con la ayuda de su esposo, un físico notable- de dos nuevos elementos químicos radiactivos: el polonio y el radio, ambos más radiactivos que el uranio. La investigación no sólo necesitó de conocimientos científicos, también exigió esfuerzos descomunales en condiciones muy precarias: tuvieron que manejar toneladas de pechblenda y utilizar diversos procedimientos físicos y químicos para extraer y aislar los nuevos elementos químicos radiactivos que sospechaban contenía la pechblenda. Como ahora bien sabemos, manejar sustancias radiactivas sin la adecuada protección implica graves riesgos para la salud, como comprobaría posteriormente Marie: falleció de leucemia (su marido, Pierre, murió tempranamente atropellado por un coche de caballos).

Marie Curie desempeñó un papel central en la creación del Instituto del Radio en París

En 1903 los Curie obtuvieron la mitad del Premio Nobel de Física, otorgándosele la otra mitad a Becquerel. Más tarde, en 1911, Marie recibió un segundo Premio Nobel -la primera persona en lograrlo-, esta vez de Química, "en reconocimiento a sus servicios al avance de la química con su descubrimiento de los elementos radio y polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y compuestos de este notable elemento". Solo por todo esto, Marie Curie ya merecería ocupar un lugar de honor en la historia de la ciencia, pero su figura terminó trascendiendo a esta circunstancia científica. Fue, es triste recordarlo, una mujer en un mundo de hombres, y sufrió no pocas vejaciones por ello. Ya cuando se consideró que el descubrimiento de la radioactividad merecía un Premio Nobel, no faltaron quienes propusieron únicamente a Becquerel y a Pierre Curie como candidatos, posibilidad que sobre todo éste cortó de raíz. Y cuando fueron premiados, fue a Pierre a quien nombraron catedrático en la Sorbona.

Poco después, en octubre de 1905, también fue él el elegido para ocupar un sillón en la Académie des Sciences. Los honores académicos que Marie recibió fueron mucho más modestos: simplemente fue nombrada, en noviembre de 1904, "jefe de trabajos" en el laboratorio de su marido. Cuando Pierre falleció en 1906, la Facultad de Ciencias de la Sorbona decidió proponerla para que sucediese a su esposo en su cátedra, pero lo hizo únicamente con el título de profesora adjunta; tuvo que esperar a 1910 para recibir el nombramiento de catedrática. Hasta 1940 sólo otra mujer, la química orgánica Pauline Ramart-Lucas, disfrutó de semejante honor (obtuvo la cátedra de Química orgánica de la Sorbona en 1935, pero fue apartada del puesto en septiembre de 1941, debido a las medidas contra el trabajo femenino tomadas por el Gobierno de Vichy; en octubre de 1944 le fue restituida su cátedra). Peor suerte tuvo Marie con la Académie des Sciences, que rechazó su candidatura en 1911 frente a un hoy olvidado contrincante, Édouard Branly. Nunca ingresó en esta corporación.

Dije antes que la creatividad de Marie Curie no igualó a la de los grandes físicos de su tiempo, pero su vida rebosó grandeza científica y humana. Con sus investigaciones no sólo consolidó el campo de la radiactividad, sino que, además, desempeñó un papel central en la creación de un Instituto del Radio en París, con dos laboratorios, uno dedicado a la investigación física, que ella dirigió, y otro centrado en la investigación biológica y médica, controlado por el Instituto Pasteur, del que con el tiempo, en 1970, nació el Instituto Curie, dedicado en especial a la investigación y tratamiento del cáncer. Fue, asimismo, una mujer comprometida con su tiempo y sus semejantes. Durante la Primera Guerra Mundial, colaboró en la utilización de los rayos X para localizar balas, metralla o, simplemente, fracturas óseas. Ella misma, ayudada por una de sus dos hijas, Irène (futura Premio Nobel de Física), llegó a conducir un vehículo equipado con material radiológico, con el que se movió por las cercanías de los frentes de batalla. Al final de la guerra había ampliado su servicio radiológico, llegando a poner en servicio veinte coches, conocidos como petit Curies.

Falleció el 4 de julio de 1934, siendo incinerada en el cementerio de Sceaux, al lado de Pierre. El 21 de abril de 1995, en una ceremonia encabezada por el presidente François Mitterrand, los restos de ambos fueron trasladados al Pantheon de París, el lugar que Francia ha destinado para que reposen "los grandes hombres de la patria". Marie Sklodowska-Curie fue la primera mujer en recibir tal reconocimiento. "Desde su infancia", manifestó Mitterrand, "Marie Sklodowska resistió: contra las humillaciones del poder extranjero, contra su ‘naturaleza difícil que es preciso vencer', como ella dijo de sí misma, contra las fatalidades de la condición de la mujer, contra los dogmas de todo tipo que la pretenden encadenar. Ella quiso gobernar su vida y forjarse un destino. Y tuvo las cualidades que eran necesarias".

Hasta hace relativamente poco tiempo, fue un ejemplo para innumerables mujeres que deseaban ir más allá de lo que la sociedad tradicional parecía esperar de ellas.