La genetista y Premio Princesa de Asturias de la Investigación Científica y Técnica Mary-Claire King. Foto: Dr. King

La genetista y Premio Princesa de Asturias de la Investigación Científica y Técnica Mary-Claire King. Foto: Dr. King

Ciencia

Mary-Claire King, Premio Princesa de Asturias: “La inmortalidad de un científico es el éxito de sus alumnos”

El galardón reconoce su labor pionera en el campo de la genética y la aplicación de su conocimiento en favor de los derechos humanos.

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Mary-Claire King (Chicago, 1946), ganadora del Premio Princesa de Asturias de la Investigación Científica y Técnica de este año, ve en la genética un mar de puzles por resolver.

Será un hábito vestigial de los comienzos de su carrera académica: no se graduó en Biología, Medicina o alguna rama aledaña, como cabría esperar de una reputada genetista como ella, sino que sus primeros pasos los encontramos en el mundo de las Matemáticas.

"Siempre he adorado resolver problemas matemáticos, de ahí que decidiera profesionalizarme en ello. Pero pronto me di cuenta, comparándome con mi hermano mayor, de que no se me daba demasiado bien, así que me incliné por la genética", explica a El Cultural King con, hay que decirlo, demasiada humildad: al fin y al cabo, y pese a que abandonó este campo para doctorarse en Genética y Epidemiología, se retiró del mundillo con honores, graduándose con mención cum laude.

King nunca abandonó esa afición por "despejar la x de la ecuación": echando un vistazo a la lista de acertijos a los que se ha enfrentado durante su trayectoria, es manifiesto que los ha resuelto todos con sobrada solvencia.

El galardón que no pudo recoger durante la gala en Oviedo por problemas de salud reconoce una carrera perlada de respuestas brillantes a enigmas que hasta el momento se le habían atragantado a la ciencia: desde sus comienzos cuantificando la proximidad genética del chimpancé con el ser humano a la determinación del factor genético relacionado con el cáncer de mama, pasando por la descripción de lo que se llamó el índice de 'abuelidad' para identificar y localizar a los niños desaparecidos durante la dictadura argentina de 1976.

Pregunta. Su primer gran hito científico fue determinar la similitud genética entre humanos y chimpancés. ¿Generó alguna controversia?

Respuesta. Más bien resolvió una controversia que existía en los campos de la antropología y la evolución desde hacía años. Mi trabajo demostró que los humanos y los chimpancés podían ser extremadamente similares en el plano de secuencias de proteínas, a pesar de nuestras diferencias. Mi profesor, Allan Wilson, y yo sugerimos que esta paradoja podía resolverse si las diferencias reales entre ambas especies se debían a diferencias en el momento y la expresión de los genes.

P. ¿Cómo recuerda aquella época? ¿Qué le impulsó a centrarse en este proyecto?

R. La idea vino de Wilson. Además de aprender mucho con el proyecto, descubrí lo importante que es ayudar a los estudiantes a formular buenas ideas. Allan falleció cuando tenía solo 57 años.

»También fue profesor de Svante Pääbo [Premio Nobel de Medicina en 2022]. Los estudiantes de Allan, y los estudiantes de sus estudiantes, son hoy biólogos de prestigio por todo el mundo. Eso es la inmortalidad para un científico: el éxito de sus alumnos.

P. Su siguiente logro fue descubrir el factor genético relacionado con el cáncer de mama. ¿Qué le llevó a plantearse que esta enfermedad podía tener un origen genético? En su momento parecía algo contraintuitivo.

R. Sí, lo era. Llegué hasta ahí porque había muy buenas evidencias de que el cáncer de mama aparecía con mayor frecuencia en familias determinadas, pero no había exposiciones ambientales compartidas por las mujeres con cáncer en esas familias.

»Analicé todos los riesgos ambientales y de estilo de vida que pude, pero ninguno era compartido por las afectadas. Así que pensé: "Si todo lo demás falla, prueba con la genética". Y en este caso, la genética fue la respuesta correcta.

"Demostré que los humanos y los chimpancés pueden ser similares en secuencias de proteínas"

P. ¿Qué le llevó a involucrarse en los casos de los desaparecidos durante la dictadura argentina? ¿Podría contar algo sobre los orígenes de esa historia y cómo se desarrolló?

R. Viví y enseñé en Chile en el periodo de la Unidad Popular en 1972-73 y regresé a casa, a Berkeley, después del golpe de estado en septiembre de 1973. Desde Berkeley, seguí activa en la resistencia a las dictaduras de América Latina. Por supuesto, también me estaba volviendo una genetista bastante buena.

»Así que, cuando las Abuelas [se refiere a las Abuelas de Plaza de Mayo, la organización activista que brega por localizar a los niños robados durante la dictadura argentina] pidieron ayuda en el campo de la genética, mis compañeros concluyeron que yo era la más adecuada para viajar a Buenos Aires y ver si la genética podía ser útil.

P. ¿Participa en trabajos humanitarios en este terreno actualmente?

R. Sigo activa como asesora en casos particularmente difíciles de identificación genética y derechos humanos. La tecnología ha mejorado tanto que, en la mayoría de los lugares, la secuenciación de ADN ya se puede hacer localmente. Pero contar con una interpretación experimentada e independiente puede ser útil. Y no todo el mundo tiene acceso a un laboratorio, por ejemplo, si su país ha sido destruido. Así que ayudamos en esos casos.

P. En los últimos años también está cosechando buenos resultados en el estudio de las mutaciones de novo (ajena a la información genética de sus padres) en relación con el desarrollo de algunos tipos de esquizofrenia...

R. La hipótesis de que muchos casos de esquizofrenia se deban a mutaciones de novo explicaría cómo una enfermedad tan devastadora puede persistir en todo el mundo a pesar de que las personas enfermas de esquizofrenia tienen mucha menos descendencia que las sanas, no por una razón biológica, sino porque las personas con esquizofrenia suelen rechazar el contacto social.

»La enfermedad persiste porque hay un suministro constante de nuevas (de novo) mutaciones. Creemos que es una enfermedad común porque hay muchos genes clave para el desarrollo cerebral en los que una mutación de novo podría acabar desencadenándola.

P. Durante décadas ha preocupado la baja representatividad de mujeres en las ciencias. ¿Cree que es un escollo ya superado?

R. La cuestión crítica actualmente para las mujeres en la ciencia es que los años de mayor desarrollo profesional coinciden con los de maternidad. La solución es una guardería de calidad y subvencionada por el Estado. Es fácil decirlo, pero difícil hacerlo realidad.

P. ¿La ciencia debería estar más presente en nuestras conversaciones del día a día?

R. Los científicos debemos pronunciarnos en los temas en los que tenemos experiencia. Nuestro reto es hablar con un público más amplio y sobre cuestiones que les importan. He tenido el privilegio de trabajar en áreas que preocupan a la gente y he aprendido que la gente es muy inteligente, y que la formación técnica y la inteligencia tienen poca relación entre sí.