David Beckham. Foto: Instagram

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Futbolistas y tatuajes: historia de la banalidad del mal (estético)

La tragicómica novela 'Moneda al aire', de Sergio V. Jodar, le da, a través de una trama 'noir', un buen repaso a los males del fútbol actual: racismo, machismo... y 'tatuajismo'

4 febrero, 2024 01:15

En el prefacio de Música para camaleones, Truman Capote advierte de la maldición que puede suponer venir al mundo con una habilidad especial. “Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse”. Es la paradoja que sintetiza la tragedia de Jacobo Fandiño, protagonista de Moneda al aire (Panenka), novela de Sergio V. Jodar, que, por cierto, tiene entre los integrantes de su santoral literario a Capote.

Fandiño acaba de fichar por el Atlético Mediterráneo, club trasunto del Barça. Que el fútbol actual no es su sitio queda claro cuando entra por primera vez en el vestuario de su nuevo y flamante equipo. “Esperando a que Segarra [el entrenador] iniciara la charla táctica, me fijé en los tatuajes de todos. Hay jugadores que, si no se pintaran el cuerpo, seguirían jugando en regional”, concluye con sorna el bueno de Fandiño, que a sus 24 años tiene el reto esa temporada de dar un paso al frente en su carrera para erigirse en figura, dado que la condición de joven promesa ya no puede estirarla más.

Luego, Fandiño enumera la panoplia de barrabasadas impresas en la piel de sus compañeros: “Capi llevaba una telaraña en el codo. El tatuaje más grande de Faraón era una especie de dios egipcio en la espalda. Muchos habían elegido letras chinas o árabes”. Los hay también que lucen los nombres de diversas exnovias o exmujeres. Fandiño, sin embargo, muestra su dermis inmaculada. Faraón, al comprobarlo, se escandaliza.

-Debes tatuarte algo. Una frase, una pistola, el ying y el yang.

En fin, lo que sea, qué más da. 

En la escena siguiente, Fandiño se ve arrastrado por Faraón a un local de tatuajes y mientras este se tatúa en el pene una serpiente que, al estirar el prepucio, muta en dragón, el prometedor mediapunta, forzado a elegir un motivo decorativo de manera precipitada, opta por una lámpara mágica en el muslo izquierdo. Lo hace por salir del paso, como el que despacha un trámite en ventanilla. Jodar refleja así, con una ironía acerada perceptible en todo el libro, la banalidad del mal estético que hay de fondo en la moda de tatuarse de los futbolistas, una tendencia con pioneros como Beckham y exponentes que lo han llevado al paroxismo kitsch como Sergio Ramos.

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Creo (lo escuché en un vídeo suyo que ahora no consigo localizar) el crítico de arte Fernando Castro Flórez arremetía contra los tatuajes. Los consideraba una manifestación de tribalismo opuesta al avance de la modernidad cosmopolita y racional. También aludía a su origen carcelario, al ser útiles para los pandilleros, que mediante esas ilustraciones perennes podían diferenciar los bandos enfrentados entre rejas. Si esto fuera así, la cosa tendría su miga: la proliferación de los tatuajes en el gremio futbolístico no sería una casualidad sino el reflejo de la médula tribal del deporte rey. No sé… Es una especulación apresurada al hilo de las hilarantes y grotescas escenas que ofrece Jodar en su libro.

No obstante, dentro de ese vestuario, hay otro futbolista que ofrece un ejemplo diferente. Es Casi, en cuyo cuerpo figura una ensalada de fechas. Todas ellas remiten a los días en que, durante su carrera profesional, había cometido fallos garrafales. Lances como fallar un penalti crucial en la tanda que dirimía un título, y así. “Eran cicatrices y todo el mundo tenía que verlas”. Es una opción que remite a la teoría que Nadal Suau, crítico literario de El Cultural, enuncia en Curar la piel, testimonio personal de su pasión por las agujas de tatuar con el que ganó el último Premio Anagrama de Ensayo. Suau asocia los tatuajes a la necesidad de narrarse que lleva implícita toda persona.

Sergio Ramos. Foto: Instagram

Sergio Ramos. Foto: Instagram

Aparte, en contraposición a la visión de Castro Flórez, dice nuestro estimado colaborador: “Más allá de aproximaciones sociológicas o antropológicas, deberíamos disfrutar e interpretar esta práctica bajo una perspectiva estrictamente artística, igual que hacemos con el cine, la literatura, la música, los espectáculos escénicos, el cómic, los videojuegos...”. No sé, en cualquier caso, si esta perspectiva podría abarcar a los futbolistas de élite, retratados con trazo esperpéntico por Jodar.

El pasaje de los tatus, dentro de su novela, es eso, un pasaje, pero a la vez es muy representativo del tono (y el fondo) tragicómico de Moneda al aire, que le da un buen repaso al mundillo del fútbol actual.

Del incivismo al mercantilismo exacerbado

El periodista y escritor barcelonés, autor también de un libro previo de cuentos (César Aira gana el Premio Nobel), trae a colación algunas de las derivas y rémoras autodestructivas del universo futbolístico: la ominipresencia de las casas de apuestas, el machismo, el racismo, el incivismo, el mercantilismo exacerbado… Ismos variados que, incluido lo que podríamos llamar el 'tatuajismo banal' que ejemplifica Fandiño, convergen como una tormenta perfecta sobre ese deporte que aprendimos a amar de niños. Hoy, por todo ello, nos cuesta saber qué posición tomar respecto a él: nos tienta la apostasía pero a la postre no la encontramos viable. Además, supondría una claudicación que todavía no estamos dispuestos a conceder.

Jodar emplea una trama negra para un ajuste de cuentas que se extiende también a la profesión periodística. Junto a Fandiño, la otra protagonista es Bruna Vila, una reportera que se gana la vida en cabeceras deportivas aguantado jefes rancios y condiciones precarias, amén de soportar la exigencia de buscar enfoques amarillistas y de cultivar el salseo cotilla propio de algunos programas del corazón. Con el jugador del Atlético Mediterráneo entabla una inusual relación de confianza de la que ambos se benefician, sobre todo cuando se ven envueltos en un caso policiaco que completa el tercer pivote del dramatis personae: un aficionado de un equipo menor enganchado a las apuestas que odia a Fandiño porque marcó un gol que arrebató a sus colores un ascenso.

Moneda al aire no es, precisemos, un libro de fútbol. Es una novela con el fútbol como escenario, como lo era en buena medida el principal referente de Jodar cuando se puso escribirlo: Saber perder, de David Trueba. Y como su maestro, con talento, descaro y riesgo, consigue evidenciar cuánto se parece el fútbol a la vida. Es decir, cuánto pueden equipararse las situaciones que vivimos en nuestras casas, oficinas, calles, bares… con las que se dan en una cancha. Frases como esta de Trueba en la citada Saber Perder, que Jodar pone en el frontispicio de su obra, lo acreditan: “El fútbol es para humildes, porque es el único oficio en el que puedes hacerlo todo mal en un partido y ganarlo y puedes hacerlo todo bien y perderlo”. Gran lección. Del fútbol para la vida.

Felipe Benítez Reyes  / Foto: Archivo.

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