El Cultural

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Stanislavblog por Liz Perales

Adiós a la cartelera con la evocación de un Madrid brillante y alegre

Tras la suspensión de la actividad teatral por el coronavirus, Liz Perales escribe sobre 'Agua, azucarillos y aguardiente', de Federico Chueca, un montaje fresco y colorido que pudo verse en el Teatro de la Zarzuela

13 marzo, 2020 07:27

Como tantos otros oficios y profesionales que se han visto afectados por la epidemia, la actividad teatral ha quedado muerta a raíz de la epidemia del coronavirus, con el cierre de todos los espacios, grandes y pequeños. También la del crítico teatral, así que aquí va la última crítica de un espectáculo que escribo hasta que la situación permita reanudar las actividades culturales y de todo tipo.

El pasado sábado, día 7 de marzo, el Teatro de la Zarzuela ofrecía la última función de una de las piezas más célebres de Federico Chueca, Agua, azucarillos y aguardiente, dentro del Programa Zarza, concebido para promover el género entre las nuevas generaciones. El montaje era fresco y colorido, hecho con buen gusto, simpático y tenía la evocación de un Madrid pretérito de finales de siglo XIX, con sus clases populares y escenario de fiestas y reuniones propios de una sociedad urbana alegre como la madrileña. 

Chueca (1850-1923) escribió estas piezas de un solo acto que, al ser más breves, acercaban la zarzuela a más público porque se abarataban el precio de las entradas. Junto a otros compositores de su época, participó en recuperar, transformándola, la zarzuela del XVIII como el género lírico nacional y frente al imperio de la ópera italiana. Esta pieza, estrenada en 1897, recrea una noche de verano madrileña -no en vano lleva el antetítulo Pasillo veraniego- a partir de dos líneas argumentales aparentemente triviales: por un lado, la joven poeta Asia recién llegada a la ciudad procedente del pueblo, con aspiraciones de artista y sin dinero, y enamorada de un señorito hijo de un político; por otro, Manuela y Pepa, dos amigas de toda la vida que trabajan en “la hostelería” y que riñen por “robarse” los novios mutuamente. 

Agua, azucarillos y aguardiente (Federico Chueca) | Teatro de la Zarzuela - Proyecto ZARZA

Chueca retrata una sociedad con sus problemas domésticos y sus estrecheces económicas, pero libre y chistosa (falta un año para la debacle del 98). El título se refiere a la costumbre antigua que se veía en el Paseo de Recoletos madrileño, donde los aguadores ofertaban a gritos agua de Lozoya mezclada con azúcar o anís. El transitado Paseo es escenario en la obra de criadas que arrastran carricoches, al lado de los barquilleros que las seducen, mezclados con gentes de la burguesía venida a menos, caseros usureros y otras especies urbanas. 

Los números musicales son muy conocidos del público. Esta ha sido una de las zarzuelas más representadas y musicalmente goza de gran intensidad lírica: el preludio donde se deslizan las melodías que luego se repetirán, el gracioso coro de las niñeras, el de los barquilleros, el cómico vals 'Está dormida', la mazurca, el castizo pasodoble… conforman una alegre mezcla de danzas y canciones. 

Es un gran acierto de esta producción la presencia de la orquesta de cámara a los pies del escenario, dirigida por Oliver Díaz desde el piano, acompañando al amplio elenco de 17 jóvenes cantantes-actores de entre 18 y 30 años, seleccionados en pruebas de casting. El elenco se defiende bien en los coros, en conjunción de brillantes coreografías bien orquestada (Amaya Galeote), y vestidas con originalidad, pues Gabriela Salaberri ha hecho un trabajo de estilización de la vestimenta tradicional madrileña. A los números musicales citados se añaden los célebres como el dúo entre Manuela y Pepa o el castizo pasodoble de 'Andando tos a la verbena' cantados con el gracejo y la juventud que exhiben estos cantantes, especialmente Cielo Ferrández y Lara Chaves (Pepa y Manuela). 

Como era de esperar, la dirección de Amelia Ochandiano ha encargado “actualizar” el libreto original de Miguel Ramos Carrión, labor que ha recaído en el dramaturgo Nando López. La intervención es mínima y cuidadosa: un pequeño juego metateatral al comienzo de la zarzuela, para acercarla a nuestro tiempo, y que consiste en transformar a la poeta Asia del preludio (interpretado con simpatía por Silvya Parejo) en la nieta del original, y la introducción del personaje Chueca. El montaje, de una hora de duración, tiene una escenografía de colores vivos, bonita y sencilla, original de Ricardo Sánchez Cuerda, que cobra brillo y potencia con la iluminación de Gómez Cornejo y el figurinismo de Salaberri.

Casi 6000 jóvenes estudiantes de 83 centros de Secundaria y Bachillerato han podido ver esta alegre y juvenil zarzuela, uno de los títulos cumbre de nuestro género que con escenificaciones de esta calidad confío en que seduzca a nuevo público. Después de su estreno en Madrid estaba previsto que se representara en Avilés, pero las compañías del INAEM han comunicado que aplazan por el momento sus funciones previstas.  

@lizperales1

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