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Homo Ludens por Borja Vaz

'Xenoblade Chronicles', eterna lucha de titanes

El juego de rol japonés propone una aventura con pulso narrativo en un mundo desplegado sobre los cuerpos de dos titanes: el Bionis y el Mechonis

13 agosto, 2020 12:16

Sobre las olas de un mar infinito dos titanes, el Bionis y el Mechonis, batallan por la supremacía hasta que en un momento dado sus respectivas espadas encallan en el cuerpo del otro, un agarre que los congela en las arenas del tiempo. A lo largo y ancho de sus kilométricos cuerpos la vida empieza a florecer: biológica en los entornos vegetales que pueblan la gigantesca coraza del Bionis, mecánica en la metálica fisiología del Mechonis. Con el paso de los milenios entre las diferentes razas que pueblan Bionis destacan los Homs, humanos que viven acuartelados en las piernas del titán. Shulk es un joven de dieciocho años con un talento especial para desentrañar misterios tecnológicos. Una y otra vez su atención gira en torno a la Monado, una espada de origen desconocido que ofrece a su portador un poder extraordinario pero que cuyo uso acarrea severas consecuencias. En la Colonia 9, su hogar, los habitantes han conseguido superar los efectos de una ofensiva un año antes de los Mechon, las agresivas máquinas que pueblan el titán Mechonis. 

La apacible vida en la colonia se ve interrumpida cuando los Mechon vuelven a atacar, pero esta vez con unas unidades de élite con rostro capaces de hablar y operar con una inteligencia mucho más desarrollada que los simples autómatas a los que estaban más o menos acostumbrados. La contienda es terrible, y Shulk se ve obligado a empuñar la Monado, llevándose una enorme sorpresa al descubrir que no solo puede manejarla sin incurrir en daños fisiológicos, sino que la misteriosa arma le confiere visiones del futuro que le permiten adelantarse a las intenciones del enemigo. Gracias a esta habilidad consigue repeler el ataque, pero Fiora, su amiga de la infancia, es asesinada a sangre fría por uno de los Mechon con cara. Shulk, clamando venganza por la pérdida, decide ascender por las diferentes regiones del cuerpo del titán Bionis para descubrir por qué los Mechon se empeñan en hostigarles y encontrarse de nuevo con el responsable de la muerte de Fiora.

Xenoblade Chronicles: Definitive Edition para Nintendo Switch es la remasterización de uno de los juegos de rol japonés más celebrados de la sexta generación de consolas. El título original fue lanzado en el año 2010 en Japón para la Wii, pero lo tuvo bastante complicado para llegar a Occidente, y cuando lo hizo tampoco recibió la atención que quizá se merecía por diferentes razones, siendo la principal que fue lanzado en los estertores finales de una consola que ya había sido abandonada por el gran público después de que pasara la fiebre del control por movimiento. Esta edición definitiva le permite llegar a un público mucho mayor, y en Monolith Soft, el estudio responsable, han aprovechado la circunstancia para darle un lavado de cara gráfico al juego y añadir distintas mejoras que lijan muchas de las incomodidades del original, cambios en la gestión de los múltiples sistemas y menús que ofrecen una experiencia más clara y fácil de manejar. Al mismo tiempo han incluido un epílogo sustancial que extiende la aventura más allá de los créditos finales. 

Xenoblade Chronicles Definitive Edition - Nintendo Direct Mini 3.26.20 - Nintendo Switch

El principal atractivo de Xenoblade Chronicles, y la razón por la que merece jugarlo a pesar de los diez años que han transcurrido desde el lanzamiento original, es el misterio que subyace en el núcleo de su historia: la naturaleza de ese mundo tan particular construido en las espaldas de titanes de tamaño continental. Siguiendo la orgullosa tradición de los JRPG, la aventura de Shulk empieza en una cotidianeidad con un alcance más bien limitado, pero conforme él y sus compañeros se van entrometiendo en los conflictos que se desatan a niveles superiores —literalmente, en este caso— van desvelando las diferentes capas metafísicas que protegen la esencia de este universo. Es un relato que a pesar de un detonante explosivo se toma su tiempo para hacer una construcción de mundos muy expansiva. El peregrinaje escalando el cuerpo del Bionis impone un ritmo lento a todo el primer acto, pero una vez las cartas están desplegadas sobre la mesa y empiezan a darse la vuelta el orden de los acontecimientos empieza a acelerarse, tejiendo situaciones de gran impacto dramático y secuencias tan épicas como espectaculares en un segundo acto muy conseguido. El clímax eleva las apuestas a un nivel cósmico que tira por la borda toda pretensión intimista que podría haber acotado los primeros compases de la aventura para enfrentar a los personajes a una amenaza existencial de primer orden que sopesa la existencia misma de su realidad. Es ciertamente una escalada colosal que pierde en parte ese sustento terrenal que arraiga a los personajes en favor de un simbolismo bíblico con ecos a la obra de John Milton y guiños a las infinitas posibilidades abre el campo de la física cuántica.

Este juego de preguntas y respuestas sobre la naturaleza verdadera de este mundo tan particular y original es lo que impulsa al jugador a continuar la aventura a pesar de unos personajes que en demasiadas ocasiones se contentan con quedar reducidos a meros estereotipos de anime. Ninguno es particularmente interesante, y la mayoría de los momentos más tranquilos que permiten conocerlos en más profundidad están relegados a unas conversaciones opcionales que se activan al cumplir con una serie de condicionantes y al descubrir enclaves concretos desperdigados por las gigantescos escenarios. La manera en que está diseñado esto hace que lo más lógico sea pasarlos por alto y seguir adelante con la trama, condenándolos a ser meros coleccionables para los jugadores más entusiastas que no tienen problemas en fundir docenas de horas en el juego.

Xenoblade Chronicles es un juego vasto, pero incurre en un pecado habitual en los JRPG. No se preocupa de respetar el tiempo del jugador. El sistema de combate es una amalgama de docenas de mecánicas que permiten mucha flexibilidad sobre la manera de encarar los desafíos, pero a la larga todo se puede enfrentar con la tradicional subida de niveles (el grind). Es una cuestión de números. Si el nivel de los personajes es parejo al de los enemigos, todo se vuelve bastante fácil, y si no, todo lo contrario. Durante el tercer acto hay unos subidones de dificultad bastante notables que se solventan simplemente con algunas horas centradas en subir de nivel, algo que no es especialmente atractivo. Eso, sumado a los cientos de misiones secundarias de diseño perezoso y estéril, una morralla sin contenido pero que hasta cierto punto conviene realizar por las mejoras que otorgan, lleva al juego a superar las 50 horas de duración, y por lo menos un tercio de esas horas sobra por completo. 

El epílogo que se ha añadido con motivo de esta edición definitiva, Future Connected, no tiene mucho interés argumental porque las cosas al final de la aventura principal se resuelven por completo, pero sí que sabe ofrecer una experiencia destilada, reducida a las esencias, a sus puntos fuertes, y eliminando todo lo accesorio para presentar una aventura concisa y muy satisfactoria. Son diez horas con una zona nueva para explorar, el hombro del Bionis, con dos nuevos personajes con un sentido del humor tronchante y un par de cambios en la jugabilidad que lo hacen todo interesante de nuevo. Es un magnífico broche final en cuanto a diseño y me gustaría pensar que Monolith Soft ha comprendido que más no siempre es mejor, y que es mucho más importante ofrecer calidad antes que cantidad. 

Xenoblade Chronicles, a pesar de su edad, tiene muchas ideas que lo separan del resto de juegos de rol japonés, sobre todo su sistema de combate, más centrado en la acción y en las maniobras posicionales aunque sin descuidar el punto estratégico. La historia y los abundantes diálogos sufren el enfoque melodramático, los manierismos y las exageraciones típicas del anime, sin embargo, el reparto británico encargado de prestar sus voces a los personajes hace un trabajo excelente, por lo que todo se hace más llevadero. La premisa básica, el origen y sentido de estos dos titanes enfrascados en conflicto perpetuo, nunca pierde interés y el juego se atreve a explorar temas filosóficos y religiosos de cierta entidad: la relación de sumisión entre la divinidad y sus criaturas, la posibilidad o no de obtener un conocimiento cierto sobre el mundo material o el desafío individualista frente a la imposición natural entre otros. En el fondo es un juego de personajes que se rebelan contra su destino, y los enormes costes que están dispuestos a asumir para hacerlo. Referencias escolásticas pero, sobre todo, mucho Nietzsche para un juego ciertamente dirigido a un público adolescente, pero que puede ser muy disfrutable si se está dispuesto a pasar por alto algunos de sus defectos.

@borjavserrano

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