
Pierce Brosnan y Tom Hardy en la serie 'Tierra de mafiosos'
'Tierra de mafiosos': una adictiva historia de violencia
La nueva serie de Ronan Bennett propone un relato gansteril con un elenco de lujo: Tom Hardy, Pierce Brosnan y Helen Mirren.
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En la primera secuencia de MobLand (Ronan Bennett, 2025), o como se ha traducido en nuestro país Tierra de mafiosos, Harry De Souza (Tom Hardy), un solucionador de problemas a sueldo de la familia Harrigan, dominadora de la mayor parte del tráfico de estupefacientes que circula por Londres, se reúne con los distintos clanes que trabajan para su jefe.
El encuentro se produce en la oscurecida cocina de un restaurante y tiene como propósito lograr que dos de los líderes, enfrentados por una disputa, firmen la paz y los lucrativos negocios que entre todos manejan puedan seguir dando réditos.
En un momento determinado, toda vez que Harry ha logrado que sellen el acuerdo con un apretón de manos por más que se nieguen a disculparse el uno de lo otro tras el agravio causado, el fixer abandona las cocinas y sube a la iluminada planta superior del restaurante en la que su capo, Conrad Harrigan (Pierce Brosnan), cena. En ese enorme y lujoso salón no hay nadie más que él.
Tras presentar el consiguiente informe de la situación, Harry recibe órdenes directas: el problema entre los clanes es endémico, hay que podar. Eliminados los subalternos, y con Conrad diseñando inmediatamente una nueva estrategia empresarial, el pater familias de los Harrigan descenderá hasta la cocina y ajusticiará, su bota aplastando el cuello del traficante moribundo, al último de sus ex–socios.
Ese arranque de la nueva serie creada por Ronan Bennett (Top Boy, Gunpowder), estrenada por SkyShowtime el pasado 9 de junio, da la medida de lo que uno va a encontrarse en este relato gansteril en el que la traición es norma y compartir ADN no garantiza la salvaguarda.
El detonante de esta historia marcada por la implacabilidad de sus protagonistas pasa por la desaparición de Tommy Stevenson (Felix Edwards), hijo del principal opositor de los Harrigan. El chaval no regresa a casa después de una salida nocturna en la que acompaña a Eddie Harrigan (Anson Boon), como si Romeo y Julieta hubiesen salido a farrear y la cosa se les hubiese ido de las manos.
Su extravío, y el hecho de que se les viese juntos acompañados de otro par de amigos, amenaza con desatar un guerra entre Richie Stevenson (Geoff Bell) y los Harrigan, al mismo tiempo enfrentados por el control de la distribución de fentanilo cuya explotación Conrad había dejado en manos de Richie y que ahora, después de la reestructuración empresarial, quiere recuperar para equilibrar sus balances contables.
Para encontrar a Tommy, ejercer de mediador y evitar que la cosa termine como en Puerto Hurraco, será necesaria la intervención de Harry, un lugarteniente al que los Harrigan ven como a un hijo, en parte por su lealtad, en parte porque compartió cuatro años de cárcel con Kevin (Paddy Considine), el hijo menor de Conrad y Maeve (Helen Mirren).
En ese arranque, por lo demás un teaser modélico, veremos cómo Harry es capaz de moverse entre los dos extremos que conforman su universo: el submundo violento y oscuro que representa la cocina y cuanto allí acontece, y esa superficie brillante, luminosa, del restaurante, aparentemente ajena a lo que sucede en la planta inferior.

Helen Mirren, una de las intérpretes de 'Tierra de mafiosos'
Esa dualidad del personaje se extrapola a sus propias circunstancias, que oscilan entre el padre de familia incapaz de atender a sus obligaciones –su mujer Jan (Joanne Froggatt) quiere que vayan a terapia de pareja y su hija Gina (Teddie Allen) irá poco a poco descubriéndole– y el empleado eficiente cuyos encargos implican saltarse el código penal con excesiva asiduidad.
"No solo eres un hombre que sabe cavar hoyos, también sabes jugar al ajedrez" le espeta Richie Stevenson a Harry en el episodio piloto en lo que supone la perfecta definición de su rol. Un doble talento que veremos desplegarse en su mejor versión en la conversación que mantiene con Eddie Harrigan, un joven arrogante, inconsciente y deslenguado que, para colmo, ha empezado a acostarse con su hija Gina. Lejos de amenazarlo, Harry le habla de manera calma, afirmando que su hija es lo mejor que le ha pasado y que la dejará elegir libremente. Además, respeta la jerarquía familiar y refrenda la afirmación de Eddie de que él será, algún día, el jefe de los Harrigan y, por lo tanto, su jefe. Esa reacción de Harry rompe con las expectativas de una audiencia –que la ha visto dar consejos que asustarían a Al Capone– que espera que ponga en su lugar a Eddie –un personaje por lo demás odioso– algo que solo sucederá después, cuando parezca que la charla ya ha acabado. Es entonces cuando la intimidación llega de manera abrupta, demoledora.
Esa pretendida normalidad que Harry trata de inyectar en su vida, apartando a su mujer e hija de sus actividades, no es más que la cara luminosa de una existencia dual que ha heredado de los Harrigan, puesto que sus empleadores, detrás de su enorme mansión en los Cotswolds, esconden un origen humilde que fue borrándose a medida que fueron apilando cadáveres para emplearlos como escalera en su ascenso a lo alto de la pirámide del poder. "Primero eres un gánster irlandés y después un caballero inglés" le dice Maeve a su esposo en otra confirmación de ese catálogo de dualidades que conforma la serie.

Pierce Brosnan, uno de los actores del elenco de 'Tierra de mafiosos'
Para desarrollar esta historia de guerra mafiosa pero también de lucha interna para hacerse con el puesto de Conrad, Ronan Bennett se ha asociado con Jez Butterworth. Digamos que la entente ha conseguido podar el guion de salidas de tono innecesarias –muy presentes en la fallida Chacal (Ronan Bennett, 2024)– y apostar por una narrativa seca, más próxima a la de La agencia (Jez Butterworth, John–Henry Butterworth & Eric Rochant. 2024), lo que no impide que las tramas posean un desarrollo enrevesado.
Si bien es cierto que todo el trauma infantil que arrastra el personaje de Kevin y que se nos recuerda con cierta frecuencia es del todo prescindible –¿o acaso no es suficiente lidiar con un padre que se acostaba con tu mujer y con una madre que haría que Lady Macbeth se internase en un convento por propia voluntad?–, no lo es menos que, a pesar de esa sobrecarga, la escritura no se anda por las ramas y, pese a lo alambicado de determinados subterfugios, va al meollo del asunto.

Toby Jones, uno de los intérpretes de 'Tierra de mafiosos'
Aunque a veces Pierce Brosnan se muestre solo un poco menos desatado que Al Pacino en El irlandés (Martin Scorsese, 2019) su Conrad Harrigan es difícilmente olvidable. Un capo en el ocaso de su carrera que no quiere renunciar a su poder. Un sátiro irredento y lascivo, con una mezcla de encanto y repulsión que causa pavor. Su toma de decisiones impulsiva le lleva a cometer actos atroces y perjudiciales para sus negocios, siempre ladinamente asesorado por su mujer, Maeve, un concentrado de la bruja de Blancanieves, Phyllis Dietrichson y Cersei Lannister a la que lo mismo le da surtir de cocaína a su nieto que ordenar que se cepillen a su hijastra Seraphine (Mandeep Dhillon), fruto de uno de los muchos deslices sexuales de su concupiscente marido.

Fotograma de Mobland
Ninguno de los personajes principales tiene desperdicio y entre todos podrían montar un almacén de venta de traiciones al por mayor llamado Double–crossing, ltd. Brendan (Daniel Betts), el mayor de los hermanos, un pusilánime sin tino para los negocios que parece compartir genoma con Connor Roy (Alan Ruck). Después está Seraphine, inteligente pero repudiada por su madrastra y dispuesta a aprovechar el mínimo resquicio para sacar tajada (solo económica, ella tiene su vida bien montada al margen de los negocios familiares). O Kevin, el presumible heredero, acomplejado por su padre, hasta el gorro de su hijo Eddie y casado con Bella (Laura Pulver), ex amante de Conrad, una mujer huidiza que también debe lidiar con sus propios fantasmas familiares. Todo el rencor de las tragedias shakespearianas elevado a la enésima potencia.
En el apartado visual, y aunque no se cansarán de leer que MobLand es la nueva serie de Guy Ritchie, el trabajo más afinado lo completa un veterano de la televisión como el irlandés Anthony Byrne, a cargo de cuatro de los diez episodios de la serie. Es cierto que Ritchie se acerca a los registros de Despierta la furia (2021), su mejor película en dos décadas, y se aparta de ese imaginario a mitad de camino entre un anuncio de Louis Vuitton diseñado por un influencer y el virtuosismo vacuo de la mayoría de sus obras que se veía, sobre todo, en The Gentlemen (2019). Como bien acuñó la crítica del New York Times, Manohla Dargis, Guy Ritchie es el frontman de los Guns N’Poses.
La serie también se aleja de los excesos coreográficos de Gangs of London (Gareth Evans & Matt Flannery, 2020–2025), con la que sin duda admite comparación, para acercarse a unos registros más directos. Sin embargo, es en los capítulos dirigidos por Byrne donde uno se topa con detalles que destilan mayor expresividad. Desde el uso de ángulos de cámara que refuerzan las situaciones dramáticas –la conversación entre Conrad y Jan en ‘Plan B’ (1.03)–, pasando por el trabajo con los espejos para mostrar el enfrentamiento que habrá de surgir entre Conrad y Maeve (imagen superior) o el empleo de reflejos para denotar la doblez de un personaje con el agente Tattersall (Toby Jones), hasta esos dos encuentros finales entre Kevin y Conrad, primero, y Kevin y Bella, después, filmados con suma precisión para mostrar los cambios que operan en el personaje en relación con sus interlocutores: ver a Kevin, una persona rota, sentarse al lado de su mujer después de que ella le abra su herida afectiva en un plano que denota que, ahora sí, están a la misma altura física pero también de sinceridad emocional –hasta entonces Kevin era una figura amenazante– es solo uno de los múltiples detalles que Byrne disemina entre los pliegues de esta serie adictiva, impía y altamente disfrutable.