El Cultural

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A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Galdosiana (5)

El gran Galdós es el literariamente maduro, desde 'Marianela' a 'Fortunata y Jacinta'. Y tengo la sospecha de que muchos de los que escriben sobre Galdós no han entrado en esas obras

22 abril, 2020 10:07

Hace unas semanas, escribí en esta misma columna mi Galdosiana (4) en la que criticaba las opiniones, bastante arbitrarias, de un escritor triste y aburrido a quien no cité entonces ni voy a citar ahora. Pero, para eliminar sospechas que provocan malentendidos, afirmaré que ni me refería a Cercás, a quien tengo por un gran escritor de novelas en español, ni a Marías, a quien en los últimos años le profeso la admiración que se merece. Si leen bien aquel escrito verán que es imposible confundir a los escritores citados con algunas de las características del innombrado.

En cuanto a Cercás y Galdós: no estoy de acuerdo con él en la visión que tiene del novelista de Misericordia. Hay una escuela de novelistas y poetas, a los que yo llamo la Escuela de Barcelona, que tildó desde siempre a Galdós de carpetovetónico y montaraz, incluso de costumbrista. Es una vieja prédica que se remonta a la exquisitez, bastante ficticia, de ciertos críticos cuyas modas se impusieron en los años 70, que ya venían además de la visión universitaria catalana que yo conocí de primera mano en esa misma época en Barcelona. Pero, en fin, a quien no le gusta Galdós, no le gusta y en paz. Hay cientos de escritores de novela que dicen que no les gusta Joyce y que no han leído el Ulises, para mí la prueba del 9 de un novelista como lector, y andan por ahí dando el pego con talleres y lecciones de novela a quienes, los pobres e infelices, creen que esa es la manera de llegar a aprender a escribir. Que me lo piquen menudo que los quiero para la cachimba. Es como si alguien se dedica a soñar con ser guionista de cine y ni siquiera ha visto las películas de Orson Welles y, lo que es peor, ni siquiera lo juzga necesario. Bueno, y hay por ahí pintora y "artista" que sostienen en voz alta, como un rasgo de gran intelectualidad que no visitan el Museo del Prado porque nada de lo que "hay ahí dentro sirve para pintar hoy". Y creen que van ganando.

La jaqueca de la pelea de Galdós y Valle-Inclán: nunca existió por parte de la literatura de ambos. La leyenda viene de una trifulca menor que, en los escritores, se vuelve un verdadero virus inolvidable: Galdós, como director del Teatro Español, rechazó una obra de Valle. De ahí salió todo el ingenio de Valle frente a Galdós, más ironía y sarcasmo que profundidad. Benet y su desprecio altanero por Galdós y su literatura. En mis tiempos de juventud corrió un bulo intelectual, asumido por las tribus literarias, editoriales y universitarias (y académicas, incluso), que venía a decir que Benet era el gran renovador de una novela española que estaba en decadencia desde Cervantes. En fin, es posible que todavía alguien pueda sostener semejante disparate. Los disparates están ahí por eso: para aceptarlos por parte de quien le dé la gana. Ni entonces ni ahora me tragué ese dulce en papel celofán que también aceptó y cultivó Barcelona, hasta convertir a Benet en una suerte de escritor "intocable" a quien, decían, todo el mundo leía y seguía. Bueno, ha pasado el tiempo: ¿qué discusión hay hoy en España y en las tribus sobre Benet y su literatura? Ninguna. Es un muerto ilustre que de vez en cuando recuerdan los tiralevitas del establishment intelectual español, y algún que otro excéntrico escritor latinoamericano, que de todo hay en botica (menos mascarillas y guantes para el bicho).

Por lo demás, ¿cuántas cátedras hay dedicadas al gran reformador de la novela española en las universidades norteamericanas y cuantas hay dedicadas al estudio de la personalidad y la obra entera de Galdós? No vale la pena ponernos a a contarlas porque la proporción es tal que ni siquiera podemos concertar conversación alguna sobre lo que está completamente claro para el mundo universitario más avanzado del Mundo. Pero, claro que sí, están en su derecho escritores y lectores a los que no les guste Galdós. Y no seré yo quien trate de hacer un apostolado que el propio Galdós no se merece. Allá cada cual con sus gustos, sus opiniones y sus criterios intelectuales. Cada uno es cada uno y cada cual es cada cual, como dicen en mi tierra. Hay otro prejuicio sobre Galdós que no quiero dejar de citar en esta galdosiana de hoy, casi ya Día del Libro: la mayoría de la gente se queda en la lectura de los Episodios Nacionales, sin duda la más popular y extendida, y la más leída, de las obras del escritor madrileño de Canarias (o del escritor canario de Madrid: todo eso es lo de menos, aunque algunos o muchos quieren convertirlo en lo de más). Pero el gran Galdós es el Galdós literariamente maduro, desde Marianela a Fortunata y Jacinta; desde El amigo Manso a La de Bringas; desde Misericordia a Electra. Y muchas más. Y tengo la sospecha cada vez más nítida que muchos de los que hablan y escriben sobre Galdós no han entrado en esas obras o, en todo caso, no se han enterado de que existen.

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