A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

El derecho a escribir mal

13 junio, 2018 09:38
Lionel Trilling

Lionel Trilling

Con este título, El derecho a escribir mal, ha publicado Tres Puntos Ediciones una selección de los artículos críticos de Lionel Trilling, del que se podría decir cualquier cosa menos que escribía mal. En esta semana de cambios políticos y más asombroso me he refugiado en la lectura de las páginas de Trilling, lo que me ha obligado a hacer varias reflexiones. Primera, que Trilling es un crítico literario de los que convierten un comentario de lectura en un verdadero ensayo, lleno de epifanías y de pensamientos abstractos que multiplican la atención por el texto del que habla y la curiosidad por su propio texto, el que nosotros estamos leyendo; segundo, que Trilling es un escritor, alguien que se toma muy en serio este asunto de la escritura literaria (la suya, primero) y que deja fuera de su trabajo lo que tantas veces vemos como gran defecto en la crítica literaria: la frivolidad y, como consecuencia, la superficialidad; tercero, que ese escritor que es Trilling donde pone el ojo pone la bala, de manera que sus análisis son siempre un descubrimiento de la parte escondida del escritor analizado o de la obra leída; cuarto, que Lionel Trilling es un crítico literario que se ha ganado su lugar en la eternidad de nuestras lecturas precisamente por su seriedad, su rigor intelectual y su manera de escribir bien. Hoy vemos que muchos de esos críticos que se llaman críticos literarios tienen poco que ver con la crítica y con la literatura, aunque no son excepciones los que siguen la línea feliz de Triling: escribir bien.

Algunos de los ensayos incluidos en El derecho a escribir mal, como el dedicado a 'Anna Karenina', el titulado 'Hemingway y sus críticos'. el llamado 'F. Scott Fiztgerald' o 'El último testamento de Flaubert' son ejemplos de esa seriedad de trabajo que habría que exigirle a todos los críticos literarios. No sólo leer y jerarquizar la novela o el libro de poemas, sino sacarle las tripas escondidas al texto sobre el que trabajan y dicen estudiar. Si los críticos de hoy se decepcionan con lo que a veces tienen que leer, también es verdad que nosotros, los lectores y escritores, nos quedamos muchas veces decepcionamos y hasta el borde de la indignación cuando vemos las veces que los malos críticos tratan al libro que critican con el desdén imperial de un romano aristocrático. A veces, y sigo con las muchas veces, nos da vergüenza.

En 'Hemingway y sus críticos', Trilling hace una división del escritor entre "el hombre", que en tantas ocasiones vemos galopando por las praderas de África persiguiendo a un león gigante o subiendo al nevado Kilimanjaro para encontrar, en la cumbre, un tigre congelado desde hace meses, y aquel otro escritor que hay en Hemingway, "el artista", el escritor que de repente sufre un ataque de lucidez en el instante de la escritura y consigue relatarnos una de sus visiones de la guerra o de la Paz que acaba de dibujar por primera vez en su imaginario de sabio. Hemingway y la incomprensión de los críticos. El Gran Viejo no podía soportar que le descubrieran que muchos de los protagonistas de sus novelas y relatos eran él mismo sin ningún disimulo, de modo que, llegado un momento, Hemingway se contaba a sí mismo más de la cuenta, y su espíritu de macho aventurero corría por las páginas y las palabras a la velocidad del vértigo. Pero Hemingway, al menos para mí, crece con el tiempo: cada día escribe mejor, sobre todo cuando lo leemos con cuidado y decencia intelectual y cuando dejamos de lado esa superficialidad de lector de hoy que lo quiere todo fácil, interpretado, digerido y aprovechado. Para ese viaje, amigos, no hay necesidad de alforjas y Trilling se lanza sobre el texto con la ambición del aventurero que sabe que el territorio de La Mancha que recorre el Quijote en su aventura caballeresca es todo el universo interminable de la literatura.

Claro que todo el mundo tiene derecho a escribir, sobre todo hoy: cualquiera que publica o edita o auto edita una novela tiene derecho a llamarse escritor, novelista y todo eso. El asunto no es precisamente este: el asunto es contra el derecho a escribir mal, como lo hace tanta gente hoy en día gracias a las tecnologías del chisme y el vituperio, está, al menos en los escritores que somos, la obligación de escribir bien. Cabrera Infante repetía una y otra vez, con mucho tino, que el compromiso de un escritor estaba en escribir cada vez mejor y con mayor honestidad. Por eso me atrevo a decir que Cabrera Infante es otro de esos escritores que, después de fallecido, escribe cada vez mejor. Como quería Lionel Trilling, cuyos ensayos me han sacado esta semana del tedio que a veces provoca el mundo nacional español, enamorado torpemente de las operaciones "triunfo" que le ponen todos los días encima de la mesa.

Image: José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres Tur, los cirujanos de la arquitectura

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