Image: La realidad discreta de Bernard Plossu

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Exposiciones

La realidad discreta de Bernard Plossu

La ahora inmóvil. Una metafísica del Mediterráneo

10 junio, 2016 02:00

Deatalle de Cabo de gata, Andalucía, 2000

PHotoEspaña 2016. Jardín Botánico. Plaza de Murillo, 2. Madrid. Hasta el 31 de julio.

Premio PHotoEspaña 2013, entre otros muchos, Bernard Plossu (Vietnam, 1945) es un clásico de potentísimo presente, cuya relación con España se remonta a los años 70, cuando la revista Nueva Lente publicó sus primeras fotografías españolas. Fotógrafo nómada, ha sustentado la mayor parte de su trabajo en sus continuos viajes, desde el iniciático al desierto del Sahara, junto a su padre, en un remoto 1958, a Chiapas en México, California, Nevada y el Medio Oeste norteamericano, India y Níger, por no mencionar los países mediterráneos objeto de esta muestra, Francia, Italia, Grecia y la propia España.

Aunque si hay una definición que le calza como un guante es la de fotógrafo de la sencillez, porque en sus tomas no hay nunca nada organizado o elaborado, jamás son fotografías "construidas", sino siempre "encontradas", o dicho en sus propias palabras: "¡El azar es la llave de la fotografía inteligente! ¡Cacemos al azar!".

Sus dimensiones, de pequeño y mediano formato, empujan a entrar en la foto

Igualmente importante me resulta la sencilla materialidad de sus piezas, siempre, o al menos desde 1975, realizadas en un blanco y negro casi personal -al fin y al cabo se confiesa hijo de la Nouvelle Vague de Godard y Truffaut, y de una cultura de esos colores- que, en las obras que componen la exposición, se resuelve en una extraordinaria gama de grises y blancos luminosos, que llevan a alguna a parecer casi invisible por translúcida. También sus dimensiones, de pequeño a mediano tamaño, y que empujan al espectador a entrar en la foto. Destaca su voluntad de no reencuadrar nunca las tomas realizadas, siempre a la búsqueda de ese "talento de ver" cuanto hay a su alrededor. Sencillez, finalmente, que ha llevado incluso a su instrumental, ya sea sirviéndose casi exclusivamente de una cámara Nikkormat AS, con objetivo de 50 mm, ya sea haciéndolo con cámaras incluso de juguete, como las que le sirvieron para realizar los memorables conjuntos reunidos en los libros Nuages/ Soleil, que hace referencia a los distintos diafragmas así señalados, Nuboso/Soleado en las cámaras infantiles, y Los años almerienses con cámaras de juguete, los dos de mediados de los 90.

La hora inmóvil, comisariada por Ricardo Vázquez, reúne casi un centenar de fotografías, realizadas en el plazo de 30 años, que comisario y el autor del texto que las acompaña en el catálogo, Juan Manuel Bonet, coinciden en llamar "su diálogo con la metafísica mediterránea", tanto sea en su vertiente pictórica como en la literaria. Sorprende un tanto que en el libro las imágenes aparezcan sin pie de foto alguno, con lo que el lector no sabe dónde se encuentra exactamente, pero aprecia de inmediato las coincidencias de unas y otras. En la exposición las cartelas certifican, sin embargo, que las vistas, agrupadas de dos en dos, o de cuatro en cuatro, o en una secuencia nunca mayor de cinco, son de lugares las más de las veces distintos entre sí, pero de los que cabe extraer un espíritu común.

No citaré la enumeración de motivos que hace Juan Manuel Bonet por excesivamente extensa, pero constituye una magnífica descripción del universo de Bernard Plossu que recomiendo seguir. Lo resumiré diciendo que para Plossu lo aparentemente ínfimo, lo indiferente, lo mínimo, eso que denomina "la realidad discreta", adquiere los papeles protagonistas de sus tomas, ya sea un bordillo de una carretera o la línea del horizonte marino. Su Mediterráneo se subsume en un paisaje vacío, desolado y a las afueras de las ciudades, sin presencia humana a no ser sugerida, y eso sí, de una implacable calma silenciosa de la que cabe deducir la calina solar y un cierto olor familiar.