Image: Ese otro Darío Villalba

Image: Ese otro Darío Villalba

Exposiciones

Ese otro Darío Villalba

Darío Villalba. Aquí. Galería Luis Adelantado

29 abril, 2016 02:00

Vista general de las obras de Villalba

Bonaire, 6. Valencia. Hasta el 13 de junio. De 15.000 a 60.000€

Podríamos pensar que visitar una exposición de Darío Villalba (San Sebastián, 1939) no entraña riesgos. Es un valor seguro, uno de los artistas vivos -junto a Arroyo y Gordillo- más prodigados de una generación que pudiera parecer que languidece, pero que se mantiene aún activa, sin contemplaciones. Pero no. Vemos aquí un Villalba que no ceja, que quiere mantener el tipo. De entrada, una serie de emulsiones fotográficas a color abren boca. Y donde esperamos reconocer al artista, lo vemos sí, pero de otra manera, porque hay otras miradas que salen de sus ojos; los ojos de siempre adheridos a realidades varias, pegados a fragmentos de un tiempo que pasa, y Villalba retiene y hace más suyo. A color, ahora, mira lo que ya vio antes de otra manera, para ser distinto, tratándose de lo mismo. Y con él miramos lo que no vimos antes. Y nos sorprendemos.

Cinco imágenes fechadas en 2016, en las que asoman partes de un todo por reconstruir, incorporan las obsesiones de siempre. Esta es la marea en la que Darío Villalba apresa el tiempo con la fotografía, en un instante, para luego dilatarlo con efectos pictoricistas y encapsularlo en un espacio especulativo. Si bien estas imágenes, de lejos, descompuestas y acotadas en fragmentos, recuerdan un modo de hacer de una fotografía muy celebrada en los últimos años -al modo de Wolfgang Tillmans, por ejemplo-, de cerca, se apartan de estos propósitos últimos de la fotografía.

Darío Villalba descompone, fragmenta, acota, se aproxima y se distancia al mismo tiempo, pero lejos de dejar la imagen tal cual, la interviene y manipulándola como hizo siempre. Con ello, la revierte al origen, a las entrañas de donde todo sale en su obra desde que es artista. Es cierto que aquí, en estas obras, su intervención es mínima. Su gesto, aún expresionista como siempre, es contenido y deja ver matices de una imagen más nítida en el fondo.

Presenta, a la vez, estas imágenes y vuelve en otras salas sobre las de siempre, pero renovadas. Y entonces pensamos que no lo hemos visto todo de él. Y que él ve más; que sus exploraciones no tienen límite aunque nos conduzcan por los derroteros de siempre. Considerando que han pasado ya casi cinco décadas desde que Darío Villalba, sin caer en el pictorialismo, se diera a conocer en España como uno de los artistas pioneros en integrar pintura y fotografía, podemos concluir con lo que vemos que este artista sigue vivo y coleando.

Sus obras quieren mantener aún pulsiones anímicas, emociones, arrepentimientos, misterios y fracasos. Las pulsiones de siempre siguen ahí. También los encuadres, los fragmentos, las descontextualizaciones, las aproximaciones, ensuciando las imágenes e hiriéndolas. Todas hablan del dolor, de la locura, de la enfermedad, de la soledad y de la muerte. Un rico acervo de observaciones sobre la realidad, dura, emerge de sus Documentos básicos para sorprender con pequeñas y grandes modificaciones.

Recurriendo a esas imágenes entrañadas que preñan su archivo fotográfico, Villalba sorprende aún con el dolor, con la carne macerada, dolorida, cansada y afectada, con seres enajenados, con los sin techo y los niños de Trafalgar Square, pero también con grandes personajes de Ingres o Picasso, tratados de otra manea, que no tiene pudor en citarse y repetirse para ser otro. Porque aquí lo que encontramos es otro Darío Villalba.