Image: Joachim Koester o cómo el cuerpo sigue siendo actual

Image: Joachim Koester o cómo el cuerpo sigue siendo actual

Exposiciones

Joachim Koester o cómo el cuerpo sigue siendo actual

Hacer cuerpo con la máquina

4 diciembre, 2015 01:00

Imagen de la película The Place of Dead Roads

Blueproject Foundation. Princesa, 57. Bacelona. Hasta el 10 de enero

Hace un par de años cuando Blueproject Foundation abrió en pleno barrio del Born a algunos nos pareció una excentricidad. ¡El Born! ¿Quién iba todavía a aquel antiguo barrio de Barcelona que en los noventa se quiso hacer centro de las galerías de arte contemporáneo? A los barceloneses nos gusta mucho pensar la ciudad. Ahora, se habla del centro de la ciudad ocupado por el turismo y de la subida de los alquileres, y se habla también de nuevos espacios para el arte contemporáneo en Montjuic o en el Poblenou y Hospitalet como el nuevo Brooklyn. Pero muy pocos contaban con el Born resurgiendo (otras instituciones artísticas parece ser que se van a instalar ahí). Después de estos dos años Blueproject no parece una excentricidad. Podemos ver en ella una exposición dedicada al artista danés Joachim Koester (Copenhague, 1962) y, de regalo (regalazo), una selección de obras de Pistoletto. Al propio Joachim Koester le gustará pensar que por mucho que planifiquemos, la realidad siempre se resiste y toma sus propias decisiones.

Blueproject y la comisaria Anna Manubens llaman la atención sobre uno de los artistas más complejos del panorama artístico global y que tiene que ver muy poco con las retóricas del archivo tan presentes en la precariedad del arte actual. Es una propuesta contundente. Hacer cuerpo con la máquina se puede entender como una única instalación. Una especie de andamiaje precario, de maderas, como si fuesen altas vallas desgastadas que remiten a un cierto escenario de misterio y forman una construcción zigzagueante que acoge tres obras de Koester. La instalación es al mismo tiempo obra y escenario y está básicamente apoyada en la oscuridad, que da el tono de la exposición. Sobre todo si sabemos que el artista danés está especialmente interesado en lo oculto, lo paranormal y lo sobrenatural.

Desde el principio, Koester muestra su intención de explorar más allá de la conciencia e investigar los estados alterados y ocultos. La primera es una pieza sonora que requiere recostarse sobre unos cojines y colocarse unos auriculares. Si el espectador está predispuesto y se deja llevar, una voz apoyada en una banda sonora con ruido blanco (como de televisión sin señal) le irá conduciendo hasta un estado de hipnosis. Si ha conseguido sobrepasar la hipnosis, en Of Spirits and Empty Spaces, la segunda pieza, se encontrará una película abstracta que remite extrañamente a una serie de éxtasis colectivos realizados a finales del siglo XIX. Cierra el ciclo el vídeo The Place of Dead Roads en el que unos actores repiten entre el ritual y la histeria gestos prototípicos del cine de western.

Vista de la sala

La cadencia de las tres propuestas a través del andamiaje de madera va in crescendo. En el último vídeo la referencia a lo psicótico, a los estados alterados de la mente y a la búsqueda de una realidad distinta, surgida del trance, es intensa. De hecho, los movimientos espasmódicos de los protagonistas tienen algo de hipnótico, como si las instrucciones hacia la hipnosis de la primera obra sonora se cumpliesen al final del recorrido. Además, el título del vídeo es una referencia explícita a la novela homónima de William S. Burroughs. De hecho, la obra de Koester enlaza directamente con la tradición del escritor americano. No para referenciarlo o pensarlo, sino para seguir una línea de investigación que circula por los meandros de la historia. Sin duda, esa ha sido, y en el caso de Koester continua siendo, una línea fundamental en la creación contemporánea: más allá del mecanicismo y la lógica cartesiana, pensar desde el cuerpo, con el cuerpo y a través suyo.

A ese cuerpo, reencontrado en los principales discursos de la contemporaneidad, se refiere el título de esta exposición de la que, sin duda, uno se queda con la sensación de que tiene muchas más capas. Pero no como un tópico, sino literalmente, que es posible dejarse caer y, no profundizar que sería una total banalidad, sino atravesar capas y capas en las que despojarse de vestimentas conceptuales e intelectuales hasta dejar entrar al cuerpo en estados que lo sobrepasen.