Image: La perversa fantasía de Matthew Barney

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Exposiciones

La perversa fantasía de Matthew Barney

8 mayo, 2003 02:00

Cremaster 1, 1995

The Cremaster Cycle. Museo Guggenheim. 1071 Quinta Avenida. Nueva York. Hasta el 11 de junio

Tras su paso por el Museo Ludwig de Colonia y el de Arte Moderno de la Villa de París, llega al Guggenheim de Nueva York la exposición del proyecto más ambicioso de Matthew Barney, The Cremaster Cycle, finalizado y completo, tras más de ocho años de producción. No sólo las cinco películas y vídeos, que caprichosamente ordenados fueron rodados según la secuencia 4 (1994), 1 (1995), 5 (1997), 2 (1999) y, finalmente, el 3 (2002), sino, también, fotografías, esculturas, dibujos e instalaciones que ocupan las seis plantas del centro.

No he visto los otros montajes, pero puedo asegurar que la impresión que produce el realizado en Nueva York, bajo la dirección de Nancy Spector, es tan espectacular como penetrante y profundo. Podría decirse que el Guggenheim es el anfitrión perfecto para la obra de Barney y que éste es un huésped tan considerado como pródigo. Al eje principal, suspendido en el centro de las elipses trazadas por las plantas y culminado en un videoproyector múltiple que ofrece fragmentos de Cremaster 3, se imbrican, piso por piso, los cinco capítulos del mismo, que concluyen, con Cremaster 5, en la cámara funeraria de la Queen of Chain, papel interpretado en el filme por Ursula Andres -Richard Serra lo hace en Cremaster 3 y Norman Mailer en el 2-. El recorrido traza una espiral reflexiva que sumerge al visitante en el mundo creado por Barney, le hipnotiza y le convence de que hunda su conciencia en la perversa fantasía imaginaria del artista.

Descomunal, exuberante, opulento, profuso, lujuriante... La lista de adjetivos a aplicar a la personalidad de Barney tiene como denominador común la desmesura, del mismo modo que todo, incluido el universo simbólico del que se sirve, resulta colosal y exorbitante. Las mitologías clásicas, las películas, los deportes profesionales, la danza y el baile, los sistemas biológicos, las patologías físicas y psicológicas, la música, la escenografía, los automóviles, el paisaje, la historia estadounidense, la arquitectura, la cultura popular norteamericana... La nómina de motivos desplegados en Cremaster es, igualmente, vasta y formidable, como lo son sus localizaciones geográficas y sus erráticos y alusivos argumentos; al tiempo, esa metáfora de la creación, insinuada desde el título -cremaster es la palabra inglesa que identifica el músculo que contrae los testículos ante la agresión térmica o producto del miedo-, ocupa al artista mismo, al propio Matthew Barney, protagonista metamórfico de varias de las historias incluidas en Cremaster.

El que fuera considerado en los 90 como el artista más subversivamente innovador de la escena internacional, es hoy reconocido como uno de los más grandes creadores de imágenes de la historia del arte, a la vez que discutido por la magnitud y ostentación de sus producciones y la frívola barroquización de sus fábulas. Algo de cierto hay en ese alegato, pero es igualmente cierto que lo que Barney pone en cuestión es cuáles son los formatos y cuáles los equipos colaboradores capaces de incorporar el trabajo artística a las grandes producciones del espectáculo contemporáneo.


Matthew Barney (San Francisco, 1967) vivió la mayor parte de su vida en Idaho pero se inició en el conocimiento del arte y los museos gracias a las visitas que hacía a su madre en Nueva York. Tras su graduación en Yale, en 1991, saltó al mundo del arte casi al mismo tiempo que al de la controversia. Es conocido, sobre todo, como creador de las películas "CREMASTER". Barney ganó el premio Europa 2000 en la 46 Bienal de Venecia (en 1996) y ha sido el primer ganador del premio Hugo Boss, que otorga el museo Guggenheim.