'Compartiendo paraguas': Mussolini y Hitler comparten el paraguas de la Luftwaffe, la aviación alemana. / Colección Familia Armengol Gasull

'Compartiendo paraguas': Mussolini y Hitler "comparten" el paraguas de la Luftwaffe, la aviación alemana. / Colección Familia Armengol Gasull

Arte

Armengol, el caricaturista catalán que retrató a los líderes fascistas como niños tontos que jugaban a la guerra

El MNAC de Barcelona dedica la muestra 'Tinta contra Hitler. Mario Armengol' al único artista español que trabajó para los aliados en la II Guerra Mundial.

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Las guerras no las gana siempre el más fuerte; a veces, es el más listo el que se lleva el gato al agua. En el caso de la Segunda Guerra Mundial la intervención de Estados Unidos resultó definitiva por su potencia armamentística, pero antes la propaganda jugó un papel muy importante.

El nazismo, primera fuerza en mover ficha –la invasión alemana de Polonia fue el desencadenante del conflicto–, vertió buena parte de sus esfuerzos en divulgar a bombo y platillo su ideario. Con Joseph Goebbels a la cabeza, el III Reich trató de inocular la aversión a los judíos en toda Europa. Esta obcecación fue, precisamente, el objeto de la campaña publicitaria que los aliados utilizaron en su contra.

Uno de los grandes exponentes de la propaganda contra Hitler fue el caricaturista catalán Mario Armengol Torrella (Sant Joan de les Abadesses, Gerona, 1909 - Nottingham, Inglaterra, 1995), el único artista español que se afanó en esta tarea para la causa británica. Desde 1941 hasta 1945, dibujó alrededor de 2.000 cartoons –viñetas– al servicio del Ministerio de Información británico. Se publicaron en distintas revistas de países aliados –la de los exiliados franceses en Londres– que se distribuyeron en medio mundo.

El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) dedica al artista la muestra Tinta contra Hitler. Mario Armengol, comisariada por Plàcid Garcia-Planas y Arnau Gonzàlez i Vilalta y enmarcada en el programa de exposiciones y actividades Arte, guerra y memoria.

Se puede visitar desde el 7 de octubre hasta el 11 de enero de 2026 y comprende una selección de los originales conservados por el autor y la familia. Sorprendentemente desconocido por muchos, su trabajo constituye uno de los mayores fondos a escala mundial sobre ilustración de sátira política de la II Guerra Mundial, según apuntan desde el museo.

Mario Armengol: 'Idilio' / Colección Familia Armengol Gasull

Mario Armengol: 'Idilio' / Colección Familia Armengol Gasull

Además del valor de la muestra, merece la pena detenerse en la peripecia vital del artista, que solo se dedicó a la caricatura durante el conflicto, ni antes ni después. Era hijo de unos industriales textiles de Terrassa, pero él quería ser artista. Estudió en Madrid y en París años antes de que estallara la guerra.

En 1938 se alistó en la Legión Extranjera Francesa y fue destinado al Sáhara. Después combatió contra los nazis en la batalla de Narvik (Noruega), intentando frenar la expansión alemana hacia el Ártico, y acabó en Gran Bretaña en 1941.

El Ministerio de Información del gobierno de Churchill requirió sus servicios. Desde entonces hasta el final de la guerra, su misión fue desacreditar a las potencias del Eje con caricaturas burlescas. Se trataba de "deshacer con tinta la fuerza del mito", como leemos en el dosier de la exposición.

Mussolini, por ejemplo, aparece caracterizado como el bufón del duque de Mantua en el Rigoletto de Verdi. O lo vemos "como un niño tonto jugando a la guerra". Aunque es Hitler la diana más recurrente de Armengol, que ridiculiza su bigote y despoja de solemnidad la esvástica nazi, un emblema oriental que el führer convirtió en símbolo de su cruzada.

Mario Armengol: 'Misión cumplida' / Colección Familia Armengol Gasull

Mario Armengol: 'Misión cumplida' / Colección Familia Armengol Gasull

La idea era interpretar la realidad provechosamente para que pareciera que Hitler siempre iba perdiendo, a pesar de lo que la propaganda dijera. "¿No éramos una raza superior?", ironiza al respecto en una de sus viñetas.

No se salvan de sus dardos los colaboracionistas franceses liderados por el mariscal Philippe Pétain y su presidente del gobierno, Pierre Laval, del que Armengol exacerba sus rasgos físicos, aproximándolo a la etnia gitana. Hace lo propio con los japoneses. Un hecho que nos invita a interrogarnos, desde la actualidad, sobre los límites del humor. En este sentido, ¿hasta qué punto se justifica una chanza en un marco tan trágico como la II Guerra Mundial?

Mario Armengol: 'Stand by!...' / Colección Familia Armengol Gasull

Mario Armengol: 'Stand by!...' / Colección Familia Armengol Gasull

Sea como fuere, sus dibujos son un buen punto de partida para sumergirse en el desarrollo de la contienda, pues refleja buena parte de los hitos que en ella acontecieron. Armengol caricaturiza muchos de los frentes de guerra, así como las figuras más destacadas del conflicto.

La derrota de Hitler en Rusia, por ejemplo, no escapa a su incisiva mirada, que se hace eco del fracaso en el avance de los tanques de la Wehrmacht después de que los japoneses rechazaran atacar desde la retaguardia. También recrea el horror de Berlín en los compases finales.

Mario Armengol: 'Inundaciones en el Ruhr, inundaciones en Varsovia' / Colección Familia Armengol Gasull

Mario Armengol: 'Inundaciones en el Ruhr, inundaciones en Varsovia' / Colección Familia Armengol Gasull

En algunas viñetas, como la de los adoquines llenos de sangre, advertimos que Armengol ya apuntaba hacia el cómic, tan en boga actualmente. El estilo de su trazo está influido por la tradición de dibujantes y publicaciones satíricas catalanas de finales del XIX y principios del XX, al mismo tiempo que se emparenta con dibujantes como David Low o Stephen Roth.

Acabada la contienda, Armengol ejerció de publicista y diseñador gráfico, aunque volvió a tener un breve escarceo con la sátira política décadas después, cuando fue contratado para parodiar al gobierno de Margaret Thatcher. En 1995 murió sin reivindicar su obra en la II Guerra Mundial.