Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en la Bibliothèque Publique d’Information del Pompidou. Foto: Wolfgang Tillmans / Jens Ziehe

Vista de la exposición de Wolfgang Tillmans en la Bibliothèque Publique d’Information del Pompidou. Foto: Wolfgang Tillmans / Jens Ziehe

Arte Internacional

Wolfgang Tillmans cierra el Pompidou de París con la exposición más importante del año

Cierra por obras el centro de arte parisino y el broche lo pone uno de los artistas más fiables a la hora de medir la temperatura de nuestro tiempo. Su instalación en la biblioteca es imprescindible.

Más información: Un mausoleo para Donald Trump, finalista para representar a EEUU en la Bienal de Venecia

Publicada
Actualizada

Pongamos brevemente sobre la mesa los antecedentes, que hay mucho que contar. Hace casi tres años, el Centre Pompidou de París invitó al artista alemán Wolfgang Tillmans (nacido en agosto del 68 en la zona sur del Ruhr) a realizar una muestra individual. Un detalle condicionaba –y hacía atractiva– la propuesta.

El museo, diseñado por Renzo Piano y Richard Rogers e inaugurado en 1977, cerrará sus puertas este otoño para sumergirse en una rehabilitación que mantendrá sus puertas cerradas hasta 2030, para desgracia de sus grandes públicos y de muchas generaciones de artistas, que han encontrado ahí su casa durante casi medio siglo.

Si asomarse al abismo del cierre no es poca cosa, tampoco lo es el espacio que se asignó a Tillmans: la BPI, la célebre Bibliothèque Publique d’Information, alojada en la segunda planta del museo y casa también de muchos.

¿Por qué es tan célebre este lugar? Porque pocos espacios pueden hacer gala de un sentido de lo público tan avezado como este. Aquí entraba todo quien quisiera a consultar sus inagotables fondos, a estudiar, a escribir, a lo que fuera, sin restricción alguna.

Hace años, cuando publicaba regularmente en la revista a la que hoy vuelvo, visité París varias veces para cubrir exposiciones (recuerdo la de Jordi Colomer en el Jeu de Paume, la de Anri Sala en el propio Beaubourg...). Los textos se armaban en parques y bares, en hoteles de mierda, en el RER al aeropuerto y en los vuelos de regreso, pero siempre arrancaban en la BPI.

Wofganag Tillmans: 'Moon in Earthlight'. Foto: Courtesy Galerie Buchholz, Galerie Chantal Crousel, Paris, Maureen Paley, London, David Zwirner, New York

Wofganag Tillmans: 'Moon in Earthlight'. Foto: Courtesy Galerie Buchholz, Galerie Chantal Crousel, Paris, Maureen Paley, London, David Zwirner, New York

Desconozco de quién es la propuesta de activar la biblioteca, si de la institución o de Tillmans. En cualquier caso, ha sido, indudablemente, un gran acierto. La relación del artista con los libros y con los espacios del saber ha sido el centro de una diana que ha perseguido afanosamente a lo largo de una carrera que arranca a finales de los ochenta.

Lo ha visto todo. Cayó a su lado el muro de Berlín, vivió los noventa con enérgica actitud crítica; vio la cara del SIDA –conoció a Wojnarowicz y sintió la fascinación que hoy nos produce la manera de estar en el arte y en la vida del estadounidense–; vio desplomarse los mercados, asistió con rabia al Brexit, exploró la esfera privada, con imágenes conmovedoras, si bien la proyección de lo doméstico siempre había sido un asunto fuerte para él, antes, mucho antes, de la pandemia. Y nos mostró los rincones de la noche.

Conocimos las tripas del Berghain, el mítico club berlinés, y, desde la emoción y la verdad, nos enseñó la fiesta, el sabor del sudor, la textura de la piel.

Tillmans entendió desde muy pronto el potencial de las imágenes para dar cabida a múltiples formas de conocimiento, y si el conocimiento era ancho, también lo era la fotografía. Su repertorio de iconografías contemporáneas son propias de un ensayista infatigable de nuestro tiempo.

Vista de la exposición. Foto: Wolfgang Tillmans / Jens Ziehe

Vista de la exposición. Foto: Wolfgang Tillmans / Jens Ziehe

Astronomías, retratos, naturalezas muertas, la subalternidad, la verdad y su contrario, la abstracción y la experimentación en el cuarto oscuro, la arquitectura, el SIDA, la negociación del espacio público, el cine, las relaciones sociales, las intimidades domésticas, el Sur y los mercados incipientes que despiertan tras el virus colonial… Todo está aquí. Paren a pensarlo. ¿No sería este elenco temático el mejor glosario curatorial del siglo XXI?

Las redes sociales ya me habían advertido que Tillmans no solo había situado sus piezas en el espacio sino que había hecho una lectura profunda e incisiva de la biblioteca. Entra uno en el museo y no hay dónde comprar entrada, la tienda de la derecha está cerrada, el acceso de la izquierda que lleva a las salas, también, porque en las salas no hay nada…

La relación del artista con los libros y con los espacios del saber ha sido el centro de una diana que ha perseguido desde finales de los ochenta

Dicen que una sensación crepuscular lleva meses recorriendo la escena artística francesa, resignada ante el silencio que se viene, y el artista, a quien nadie puede acusar de falta de empatía, lo sabe. De ahí el compromiso con un lugar tan querido, que se traduce en múltiples acciones.

La más visible es la moqueta, en la que, paradójicamente, nunca habríamos reparado. No solo no ha sido retirada sino que en algunos tramos ha sido remozada por el artista para servirse de sus patrones geométricos, grises y morados, que marcan el ritmo del montaje. El lugar como diapasón. Hay situaciones en las que el espacio y las imágenes parecen una misma cosa.

Vista de la exposición: Foto: Wolfgang Tillmans / Jens Ziehe

Vista de la exposición: Foto: Wolfgang Tillmans / Jens Ziehe

La exposición (que lleva por título Nada nos ha preparado y todo nos ha preparado), con todo, es profundamente política, tal vez su muestra más política. Tillmans es, o siempre fue, un europeísta indómito.

Su posición ante el Brexit fue rotunda, y no hay que ser un lince para saber que esta Europa timorata, atrapada en sus dudas y sus miedos, le tiene varado en el temor. El Pompidou, que irrumpió en los setenta con su arquitectura rompiente y su voluntad de recuperar la hegemonía que Nueva York hurtó a París, hoy se aboca a un cierre por saneamiento, en el momento en el que Europa vive sus horas más bajas.

Que ante el previsible naufragio, todos ya huidos, Wofgang Tillmans sea el último en saltar del barco no deja de ser una poderosa metáfora. Por eso concibe este proyecto en la BPI desde la responsabilidad, situando este espacio en la memoria; él, con el acuerdo suscrito con el presente que tan fiable le ha hecho a la hora de entender el mundo y del que con tanta generosidad y, también, exigencia nos ha hecho partícipes.

En la zona central, Tillmans ha situado su Truth Study Center. Reutiliza vitrinas en las que dispone el material, fotografías, fotocopias, impresiones de imágenes robadas a internet, recortes de periódicos, libros… Con todo este material cuestiona inquietudes diversas relacionadas con el poder de la información y el modo en que el poder actúa para trabar su circulación.

Vista de la exposición: Foto: Wolfgang Tillmans / Jens Ziehe

Vista de la exposición: Foto: Wolfgang Tillmans / Jens Ziehe

Se sirve de mobiliario de la biblioteca como dispositivo. Retira baldas y sitúa en ellas imágenes abstractas, como si siempre hubieran estado ahí. Acude a los ordenadores de consulta para dar lustre al concepto de investigación. Sus pantallas emiten vídeos de usuarios de la biblioteca filmados por el propio Tillmans.

Si le seduce el color de un extintor, cuelga una imagen de tonos afines. Es un artista libérrimo. Su archivo de imágenes debe ser ingente, y a cada una le da el sesgo que le viene en gana según el contexto en el que deban vivir. Amplía a grandes formatos, les da el tamaño de una postal, enmarca o cuelga con pinzas, fijas arribas, al vuelo en su parte inferior.

Wolfgang Tillmans: 'The State We’re In'. Foto: Courtesy Galerie Buchholz, Galerie Chantal Crousel, Paris, Maureen Paley, London, David Zwirner, New York

Wolfgang Tillmans: 'The State We’re In'. Foto: Courtesy Galerie Buchholz, Galerie Chantal Crousel, Paris, Maureen Paley, London, David Zwirner, New York

Confieso que le dije al amigo con quien fui, sabiendo lo que ya me habían contado las redes en torno al display, que, al final, las imágenes iban a ser lo de menos. No. Llevan consigo la misma carga ideológica y estética con la que Tillmans nos ha enseñado a mirar.