Santiago Rusiñol: 'Jardines  de Monforte IV', 1917. Foto: David Mecha

Santiago Rusiñol: 'Jardines de Monforte IV', 1917. Foto: David Mecha

Arte

Lo clásico y lo moderno dialogan en la colección BBVA

Los mejores lienzos de los fondos de la entidad bancaria, desde el Renacimiento hasta la contemporaneidad, se exponen en Bilbao antes de viajar a Valencia.

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Una selección de la ingente y valiosa colección del BBVA, que alcanza ya la cifra de 9.000 obras, toma forma anualmente en una propuesta expositiva en la sede del edificio histórico en Bilbao. La de este año, comisariada por Pablo González Tornel, director del Museo de Bellas Artes de Valencia, con el título Clásicos y modernos. Obras maestras de la Colección BBVA.

Clásicos y modernos. Obras maestras de la Colección BBVA

Palacio de San Nicolás. Bilbao. Comisario: Pablo González Tornel. Hasta el 12 de octubre

La exposición acoge treinta y nueve obras de treinta y siete artistas, inscritos en un arco histórico que va del siglo XVI a principios del XX. Con un formato ampliado, esta muestra será presentada con posterioridad en la institución que dirige González.

Dada la ambición del propósito y las limitaciones espaciales, el comisario ofrece una lectura segmentada y sintética del devenir de la pintura en un despliegue de géneros y convenciones a través de artistas relevantes como Josefa de Óbidos, Ramón Casas, Francisco de Goya, Juan Pantoja de la Cruz, Bartolomé Esteban Murillo, Anton van Dyck, Joaquín Sorolla o Ignacio Zuloaga.

El vínculo formal que las enlaza es el realismo figurativo que emergió en Flandes e Italia a principios del siglo XVI y que se manifestaría mediante nuevas configuraciones hasta las primeras vanguardias modernas.

La muestra se estructura en tres secciones: El tiempo de los reyes y dioses; El triunfo de los géneros: paisajes, bodegones y costumbres; y Los caminos de la modernidad. Con un afán divulgativo y mediante genuinos ejemplos se expone una parte de esa historia de la pintura en el contexto europeo occidental que va de la disolución del clasicismo, que se inicia ya en el Renacimiento, hasta las diversas emergencias modernas.

Francisco de Goya, 'Carlos III cazador', 1787-1788. Foto: David Mecha

Francisco de Goya, 'Carlos III cazador', 1787-1788. Foto: David Mecha

En la primera sección ya se da cuenta del poder del arte para la creación de significaciones imaginarias sociales, al servicio de los poderes políticos y religiosos. Todas las dinastías europeas se valieron del retrato como representación sublimadora y, en el caso de España, los Habsburgo y los Borbón pusieron una atención sobresaliente a ser retratados de forma ideal.

La imagen cortesana mitificada quedó fijada, a veces con una tensión irónica, en los lienzos de Velázquez o en retratos incluidos en la muestra como Felipe II, 1605, de Pantoja de la Cruz; Carlos II, 1674, de Juan Carreño de Miranda; o Carlos III cazador, 1787, de Goya.

La emergencia de estamentos y linajes burgueses nuevos tendría también su reflejo en el género del retrato, como los fastuosos pintados por Mierevelt, Retrato de Caballero, y Retrato de dama, ambos de 1609, en el contexto flamenco. Relevante es también el retrato Don Pantaleón Pérez de Nenín, 1808, firmado por Francisco de Goya.

Cuando el retrato deviene autorretrato encontramos un caso admirable en la pintura de Corneille de Lyon: Retrato de joven caballero, 1535. El género de la pintura religiosa, tan destacado en el Renacimiento y Barroco para proveer nuevas figuras del imaginario cristiano está presente con obras sobresalientes.

La exposición ofrece una lectura sintética del devenir de la pintura a través del realismo figurativo

Como la Sagrada familia, de 1620, de Valentin de Boulogne; San José con el niño, pintado entre 1650-1660, de Murillo; Cristo y la mujer adúltera, 1620-1622, de Van Dyck y Sagrada familia, 1660, de Josefa de Óbidos, una destacada artista del naturalismo barroco portugués.

En el segundo itinerario de la muestra encontramos la ampliación, a finales del siglo XVI en Flandes y Holanda, de los géneros a escenas costumbristas, paisajes y bodegones que entroncan con los cambios histórico-sociales y con la irrupción de un mercado del arte nuevo.

Josefa de Óbidos, 'Sagrada familia', 1660. Foto: David Mecha

Josefa de Óbidos, 'Sagrada familia', 1660. Foto: David Mecha

El naturalismo y el realismo encontraban derivas inéditas en las escenas de Rubens, Jordaens y Van Dyck, en las composiciones florales de Jan Philip van Thielen, en los alegóricos paisajes de Jan Brueghel o Jan Wildens.

La tercera sección se centra en las travesías de una modernidad social y artística impulsada por las revoluciones liberales de 1830, 1848 y 1868 y los movimientos sociales. Todo ello acelera la crisis del clasicismo y sus ideales metafísicos y normativos.

El realismo de Raimundo de Madrazo, Carlos de Haes, Ramón Martí i Alsina, Francisco Domingo Marqués o Joaquín Sorolla encontró resonancias vernáculas y cosmopolitas. Estas últimas, referenciadas en París, tuvieron su influjo en pintores como Ramón Casas, Joan Llimona o Santiago Rusiñol presentes en la muestra del BBVA.

Como lo están Francisco Iturrino con su acento fauve, Valentín de Zubiaurre con su paradigmático costumbrismo, Aurelio Artera y su innovación figurativa, Darío de Regoyos con su celebración moderna del paisaje y el proteico Zuloaga, figura notable que sintetiza la tradición trágica y existencialista de la pintura española.

De él se exhibe su célebre Retrato de Mr. Halley-Schmidt, 1923, epítome de la representación moderna del paisaje y del poder de las nuevas élites. Diríase que mira al pasado y que deja espacio a nuevas promesas del presente y del futuro.

Esta exposición permite a públicos diversos dialogar con obras y artistas que, a lo largo de casi cinco siglos, participan de la historia canónica de la pintura europea.