Óscar Domínguez, 'Personajes surrealistas', 1937. Foto: Fotogasull / © Óscar Domínguez / VEGAP

Óscar Domínguez, 'Personajes surrealistas', 1937. Foto: Fotogasull / © Óscar Domínguez / VEGAP

Arte

Óscar Domínguez, el dragón de Canarias: un artista de formas cósmicas en un tiempo sideral

El museo Picasso de Málaga presenta una de las mayores retrospectivas del surrealista tinerfeño.

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Como Picasso, el pintor canario Óscar Domínguez (Tenerife, 1906 - París, 1957), en su breve trayectoria desarrolló varios estilos y fue capaz de ejecutarlos simultáneamente. Correligionarios de las vanguardias en París, su amistad se fortaleció en las filas de la Resistencia frente al gobierno de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los españoles en Francia creyeron que a la derrota del nazismo le seguiría el derrocamiento de la dictadura de Franco. Ambos fueron considerados artistas franceses, aunque solo el tinerfeño obtuvo la nacionalidad.

Óscar Domínguez

Museo Picasso. Málaga. Comisario: Isidro Hernández Gutiérrez. Hasta el 13 de octubre

Motivos suficientes para que en el Museo Picasso de Málaga se celebre una antológica de Domínguez, tras dos exposiciones consecutivas comisariadas también por Isidro Hernández Gutiérrez, conservador en el TEA, Tenerife Espacio de las Artes, donde se ha decidido unir la identidad del museo a la figura del artista. Reforzamientos mutuos y cruzados, por tanto, que siguen consolidando la historia mitómana del arte, con sus héroes pintores y, en este caso, mujeriegos.

Sin embargo, al contrario de lo que ocurre con el pródigo Picasso, a los aficionados al arte les cuesta identificar la autoría de pinturas y objetos del dúctil Óscar Domínguez. No solo porque, a diferencia del pionero malagueño, el canario militó durante más de una década en el movimiento surrealista, del que será expulsado en 1945 por desavenencias ideológicas y políticas con André Breton, lo que a la postre redundó en el estrechamiento de la amistad con Picasso y su influencia estilística.

Otras tantas circunstancias de su vida explican el sincretismo patente siempre en la trayectoria de este artista que, sin embargo, aportó al surrealismo nuevas técnicas como la decalcomanía y la pintura litocrónica para la expresión del inconsciente y amplió su creación en medios y lenguajes hasta que puso fin a su vida, asediado por una enfermedad degenerativa y por el alcoholismo.

Óscar Dominguez, 'Le dimanche o rut marin', 1935. Foto: TEA / © Óscar Domínguez / VEGAP

Óscar Dominguez, 'Le dimanche o rut marin', 1935. Foto: TEA / © Óscar Domínguez / VEGAP

En esta exposición, el recorrido se inicia con pinturas desenfadadas y coloristas que reflejan las fiestas del bon vivant que fue Domínguez en París desde 1927 hasta 1931, cuando tras el fallecimiento de su padre, arruinado, se ve obligado a ganarse la vida como diseñador publicitario.

Una actividad gráfica que seguirá desarrollando a lo largo de su trayectoria, como ilustrador de libros y en revistas. Se dice que en esta época también copiaba o falsificaba a Monet y a Sisley para sobrevivir, como después volvería a hacer con el propio Picasso y De Chirico para aportar fondos a actividades artísticas y políticas durante la Resistencia.

En 1934, tras su primera exposición de evidente influencia daliniana en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife, decide presentarse a Breton y, tras su ingreso en el movimiento surrealista, con telas como Máquina de coser electrosexual, 1934-35, comienza a exponer en sus colectivas, la primera, unos meses más tarde en el Ateneo de Santa Cruz de Tenerife, a la que seguirán otras en las principales capitales europeas, en Nueva York y en Tokio y, más tarde, en Latinoamérica.

Según el crítico y poeta Édouard Jaguer, entre 1936 y 1939 asistimos a la eclosión de Óscar Domínguez en “una apoteosis parisina”. En 1936 Breton presenta en la revista Minotaure su descubrimiento de la decalcomanía de invención libre, impregnando manchas informes de tinta en una superficie sobre otra, e interpretadas con formas determinadas.

'Dessin collectif,' 1940-1941, Victor Brauner, André Brton, Oscar Domínguez, Wifredo Lam, Anonyme, Jacques Hérold, Jacqueline Lamba. Foto: TEA

'Dessin collectif,' 1940-1941, Victor Brauner, André Brton, Oscar Domínguez, Wifredo Lam, Anonyme, Jacques Hérold, Jacqueline Lamba. Foto: TEA

Se suma así, por tanto, a las técnicas del frottage y del grattage de Max Ernst y del fumage de Wolfgang Paalen. Bellas decalcomanías que encontramos aquí, a las que añadirá luego la pintura litocrónica, donde formas cósmicas y siniestras parecen fosilizarse en un tiempo sideral, mientras aún palpitan las raíces volcánicas y atlánticas del artista.

Además, siguiendo la noción bretoniana de crisis del objeto, cuya utilidad se desplaza al sentido poético, crea artefactos como la caja París y añade objetos a su pintura, por ejemplo, abrelatas en Cajas de sardina. Además, su mesa-piano de cola preside el centro de una de las salas, rodeada de pinturas de sus compañeros Victor Brauner, Esteban Francés, Roberto Matta, Wolfgang Paalen, Yves Tanguy y Remedios Varo, entre otros, generación que Breton agrupó en “Las tendencias más recientes de la pintura surrealista”, en 1939.

Después, llegará su conversión picassiana, cuando se adhiere con fidelidad a las diversas versiones de sus cubismos, a veces con humor socarrón. En 1942, Óscar Domínguez celebra su primera individual en una galería parisina. Y, a partir de 1949, inicia un nuevo rumbo en su pintura con el limpio esquematismo o triple trazo, quizás su estilo más personal y elegante.

Ya no atlántico, sino mediterráneo, con suave cromatismo en composiciones serenas y clasicistas que representan el estudio del artista, su metapintura se dirige ahora, con gran éxito, al público de la alta sociedad en torno a su mecenas y amante Marie-Laure de Noailles, descendiente del Marqués de Sade.

Un gran y colorido tapiz de inspiración helénica con un toro arrastrando un carro dirigido por una auriga picassiana cierra esta sintética exposición, sin insinuar apenas su giro final hacia el informalismo.

El dragón de Canarias

Óscar Domínguez en su estudio, 1951. Foto: TEA

Óscar Domínguez en su estudio, 1951. Foto: TEA