
Claudia Andujar: 'Sin título', 1971. Foto: Cortesía Elba Benítez
Claudia Andujar, cuando los sueños se esfuman y se convierten en otra cosa, por ejemplo, en arte
La galería Elba Benítez de Madrid presenta esta famosa serie de la fotógrafa suizobrasileña que transforma el cuerpo de la mujer en un paisaje onírico.
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Se llama Sônia, tiene dieciocho años y sueña con ser modelo. Cuando Claudia Andujar (Neuchâtel, Suiza, 1931) la encontró por azar en la Rua Direita de São Paulo, en 1971, todas las agencias la habían rechazado. Sônia no parecía una modelo, pero Andujar vio en ella un fulgor inocente y guardó su dirección. Poco después la citó en un estudio improvisado de paredes blancas.
Durante 3 horas disparó diez rollos de 36 exposiciones. Sus gestos –nada profesionales– revelaban una sensualidad tranquila, como si la cámara no existiera. Para relajarla, Andujar le pidió que eligiera un disco; la chica, sin haberlo escuchado nunca, se quedó con I Had a Dream, de John B. Sebastian. Con aquella melodía en bucle, Sônia adoptó poses oníricas sin saber que la letra hablaba, precisamente, de un sueño.
Después, la fotógrafa volvió a los negativos: recortó, refotografió, aplicó filtros de color, reveló en positivo y en negativo. El desenfoque, la sobreexposición y las transparencias fantasmales no buscan desenmascarar una identidad sino hacerla vibrar: el cuerpo se convierte en un paisaje onírico. Surgieron 32 imágenes, de las que podemos ver 25 en la galería Elba Benítez, en la sección OFF de PHotoEspaña.

Claudia Andujar: 'Sin título', 1971. Foto: Cortesía Elba Benítez
Montadas consecutivamente como si fuera un carrete fotográfico, este proyecto despertó un lenguaje nuevo que trataba el cuerpo femenino como materia de creación, no como instrumento para la mirada masculina. Hay arte, pero también cuidado. Tras aquella sesión, Sônia regresó a Bahía y nunca más se supo de ella.
Detrás de la cámara estaba una mujer que había huido dos veces del horror –primero del Holocausto, luego de la dictadura brasileña– y que convirtió la fotografía en frontera y refugio. Criada en Transilvania y marcada por la desaparición de su padre en Dachau, Andujar llegó en 1971 a las aldeas yanomami del Alto Amazonas.
Allí, durante tres años, usó película infrarroja, flashes estroboscópicos y largas exposiciones para traducir el fulgor de los rituales xapiripë. El proyecto culminó en Marcados (1974), 350 retratos que denunciaban el modo en que el Estado maltrataba al pueblo indígena.
En 1977 la dictadura la expulsó del territorio yanomami por sus denuncias contra la autopista Perimetral Norte. Lejos de callar, fundó la Comissão Pró-Yanomami y tejió, con médicos y antropólogos, una campaña internacional que logró la demarcación legal de 96 000 km² de selva.

Claudia Andujar: 'Sin título', 1971. Foto: Cortesía Elba Benítez
Sus fotografías se convirtieron en prueba forense del intento de exterminio. Dos becas Guggenheim, la Gran Cruz de la Ordem do Mérito Cultural y la presencia de su obra en el MoMA, la Tate o el MASP avalan una fértil trayectoria en la que ética y estética caminan de la mano.