'El espanto', de José Otero Abeledo Laxeiro. Foto: Archivo Fundación Laxeiro

'El espanto', de José Otero Abeledo "Laxeiro". Foto: Archivo Fundación Laxeiro

Arte

La madurez de Laxeiro: desde Buenos Aires con Galicia de fondo

La RABASF acoge la muestra 'Fue un hombre. Laxeiro en América', que contiene gran parte del legado del pintor, uno de los padres de la vanguardia gallega

3 julio, 2022 02:51

José Otero Abeledo, conocido como Laxeiro (Lalín, 1908 - Vigo, 1996), fue uno de los padres de la vanguardia pictórica gallega. Nacido en 1908 en una Galicia rural y tradicional, nunca se desligó de sus raíces y mantuvo en su obra la fidelidad de los temas de su formación. Parte de su legado se puede ver ahora en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando bajo el título de Fue un hombre. Laxeiro en América (Buenos Aires, 1950-1970).

Esta exposición, que surge de la decisión de la Real Academia de Belas Artes de Galicia de dedicar el Día das Artes a Laxeiro, recala en Madrid tras su paso por el Museo Ramón María Aller (Lalín). Las 40 obras de las que se compone la muestra que se podrá ver hasta el próximo 24 de julio forman parte del Catálogo Universal de Laxeiro, proyecto dirigido por la Fundación Laxeiro.

Con 23 años Laxeiro comienza su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, becado por el Ayuntamiento de Lalín primero y por la Diputación de Pontevedra después. Durante su formación en la capital española entre 1931 y 1933 establece contacto con otros intelectuales gallegos como Otero Pedrayo, Castelao o Suárez Picallo. A partir de ese momento su obra queda ligada a Los renovadores, “grupo de artistas gallegos que crea un modelo de arte que rompe con las prácticas de carácter más costumbrista, folclórico y anecdótico”, apunta Carlos López Bernárdez, comisario de la muestra.

'El mundo', de José Otero Abeledo Laxeiro. Foto: Archivo Fundación Laxeiro

'El mundo', de José Otero Abeledo "Laxeiro". Foto: Archivo Fundación Laxeiro

Junto a Luis Seoane y Manuel Colmeiro, Laxeiro se encamina hacia un arte “figurativo o de realismo de entreguerras con características que vuelven a las tradiciones para reivindicar elementos como el pasado románico o el arte popular”. En 1943 Laxeiro se instala en Vigo y comienza a exponer con regularidad en ciudades como Santiago de Compostela, Bilbao y Madrid.

Sin embargo, 1951 es el año en el que su trayectoria artística cambia de rumbo. España vivía “en un franquismo duro y Laxeiro se encuentra aislado en cuanto a contactos estéticos”. Ese año el artista viaja a Buenos Aires con motivo de una exposición de artistas gallegos que reúne su obra junto a la de otros colegas como Carlos Maside o Isaac Díaz Pardo. La muestra de la galería Velázquez de la capital porteña obtiene una gran afluencia de público durante su inauguración y los días posteriores y el Centro Gallego compra una obra de cada artista presente.

'Jefe azteca', de José Otero Abeledo Laxeiro. Foto: Archivo Fundación Laxeiro

'Jefe azteca', de José Otero Abeledo "Laxeiro". Foto: Archivo Fundación Laxeiro

Aunque Laxeiro no podía imaginarlo en el momento de embarcar rumbo a Argentina, este viaje iba a significar algo mucho más profundo que la mera visita a la exposición. Sin saberlo, Argentina pasa a ser su país de residencia durante dos décadas y este periodo comprendido entre 1950 y 1970 se considera su etapa de madurez, época en la adquiere mayor independencia artística y en la que se centra la exposición para poner de relieve el legado del pintor.

Cuando Laxeiro emprende su periplo americano tiene 40 años y a pesar de las nuevas corrientes con las que entra en contacto se mantiene fiel a las tradiciones vernáculas y a las formas estéticas que había creado con anterioridad. Sin embargo, los nuevos estímulos le atrapan casi de inmediato e incluso llega a reformular alguna pintura. Su obra “se vincula a la nueva figuración, cuyo mayor emblema es Francis Bacon, aprecia López Bernárdez. Su pincelada se vuelve más expresiva, sus rostros se empiezan a disolver y entra en contacto con la filosofía existencialista tan en boga en aquel momento.

[Las mil caras de Castelao]

Por supuesto, en Argentina entra en contacto con “la colectividad gallega y los intelectuales exiliados”, recuerda el comisario. Allí, entabla relaciones de amistad con el mundo intelectual en torno a Luis Seoane, nacido en Buenos Aires hijo de emigrantes gallegos y “figura decisiva en la época”. También se mueve en los círculos argentinos que le proporcionan nuevos estímulos que le abren a corrientes de carácter abstracto. “Buenos Aires era una metrópoli abierta y eso le interesaba”, arguye el comisario.

En realidad, esta etapa hace que Laxeiro se mueva en un ambiente cosmopolita y gallego al mismo tiempo y su obra oscila entre la continuidad y una mayor agresividad en la pincelada. Estos cambios que empieza a experimentar en los años 50 se agudizan en la década de los 60. Obras como Foi un home (1963) o Jefe azteca (1964), con su radicalidad de sentimientos, se aproximan al retrato psicológico, produciendo la sensación de sufrimiento y de intenso dolor. “Se trata de un aspecto que liga la obra de Laxeiro a los movimientos europeos de posguerra, que muestran un retrato despiadado del ser humano contemporáneo”, manifiesta el comisario.

'Retrato', de José Otero Abeledo Laxeiro. Foto: Archivo Fundación Laxeiro

'Retrato', de José Otero Abeledo "Laxeiro". Foto: Archivo Fundación Laxeiro

En palabras de Luis Seoane, “a Laxeiro le hizo mucho bien su estancia en Buenos Aires, al establecer contacto con otra pintura y otros artistas para situarse de manera más definida en nuestra época, proyectarse en nuevas búsquedas sin que le apremiasen para vivir los posibles clientes que solo gustan del tema pintoresco”.

Tras dos décadas de experiencia americana, Laxeiro decide volver a España animado por la creación en Lalín del Museo Laxeiro. Lo hace en 1970, año en el que la Art Gallery International de Buenos Aires le dedica una gran retrospectiva. Además, durante esta etapa comienza a recibir homenajes y reconocimientos. A pesar de la evolución que su obra sufre durante aquellos años, López Bernárdez hace hincapié en que “con su lenguaje primitivista disuelve la realidad en color y gesto creando estructuras rítmicas de trazo enérgico pero conservando su mundo peculiar a sugerencia de su universo referencial, con Galicia de fondo”.