Image: Se enciende el faro de San Sebastián 2016

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Arte

Se enciende el faro de San Sebastián 2016

Pablo Berástegui, director de la Capital Cultural San Sebastián 2016, presenta un programa que quiere colocar a la cultura en el centro de la ciudad y de las iniciativas ciudadanas

30 octubre, 2015 01:00

La cultura como herramienta social. Esa es la premisa sobre la que se ha construido el programa de San Sebastián 2016. Una candidatura cuyo diseño comenzó hace más de de 7 años. Que llegó al concurso europeo en 2011 y fue designada en 2012, y a cuya botadura asistiremos el 19 de enero del año que viene. Nadie sabe aún si llegará a buen puerto aunque hoy han hecho todo lo posible por acercar al público un proyecto original y complejo a partes iguales. Por si no ha quedado claro. Los símiles marítimos recorren el centenar de páginas que explican detalladamente el presente y futuro de cada uno de los proyectos que se llevarán a cabo durante los próximos 14 meses y que hoy se han presentado al público.

Hablamos con Pablo Berástegui, hoy capitán de esta candidatura San Sebastián 2016. Sin embargo, el comisario se subió al barco a última hora y cuando el proyecto se encontraba envuelto en la polémica y librando una dura batalla política. Berástegui llegó a la ciudad hace poco más de un año, tras la renuncia del penúltimo director, Fernando Bernúes, que a su vez dejaba el puesto poco después que la coordinadora general, Eva Salaberría. Antes, Santiago Eraso y su equipo habían sido los primeros en dar forma a un programa que en 2011 venció en Europa y que ya cuenta con un presupuesto de 48.772.000 euros para un periodo de 7 años, de 2012 a 2018, de los que 4 corresponden a patrocinios privados y casi 2,5 a financiación propia. El ministerio de Cultura aporta 4,5 millones y el resto se divide entre Ayuntamiento, Diputación de Guipúzcoa y Gobierno Vasco.

Por eso, Berástegui insiste: "Es un proyecto colectivo, en el que yo me estoy ocupando de la última fase". Además, el programa ganador ya estaba elegido cuando él llega por lo que, lógicamente, había que respetarlo. "No era viable cambiarlo. Pero es que, además, había unos fundamentos, unos cimientos muy sólidos que eran el programa de candidatura para el que se hizo un trabajo encomiable liderado por Santiago Eraso". Y sobre esto había que trabajar. "La base es un proyecto en parte alternativo a lo que suelen ser habitualmente las capitales de la cultura. La gente espera algo más predecible, más basado en espectáculos, en nombres internacionales". Y nada más alejado de esta programación. Aquí la cultura se entiende como algo colectivo de lo que cualquiera puede formar parte y en el programa se vislumbran más propuestas metodológicas, formas de abordar una cuestión desde distintos presupuestos artísticos, que un programa clásico de actividades más o menos mediáticas.

Hay que recordar también que el programa de San Sebastián 2016 se empieza a gestar en 2008, cuando la amenaza terrorista es todavía una realidad. Favorecer la convivencia entre los distintos grupos sociales es algo que desde el principio tuvo muy en cuenta la candidatura. También por ahí llovían las críticas. A los 20 meses de ganar la candidatura, ETA anuncia el cese definitivo de la violencia. "El drama es muy reciente, se ha sufrido mucho y ha habido mucho dolor, y por eso el espíritu del programa propone favorecer la convivencia", insiste Berástegui. "Una metodología, en cualquier caso, que no pretende servir solo para el contexto vasco también funciona con la inmigración, con los problemas de género, etc. Este era el reto mayor y desde estas premisas hemos trabajado".

Pablo Berástegui, director desde hace un año de San Sebastián 2016

Pregunta.- Lo que está claro es que llegó a la dirección de la capitalidad para resolver una crisis, a un proyecto que ya nació polémico, ¿cuáles han sido los mayores obstáculos para llevarlo a buen puerto?
Respuesta.- No es un proyecto neutro ni amable sino que quiere cuestionar lo que somos o cómo hacemos las cosas y en ese sentido es fácil que genere suspicacias y molestias por determinados entornos. Es un campo poco transitado como modelo de capital de la cultura. Y uno de los objetivos ha sido tranquilizar las expectativas, las esperanzas de muchas personas que veían quizá otros modelos. El proyecto que ha ganado es este, lo reconocieron como el más atractivo en aquel momento, y fue por sus ideas fuerza y hay que mantenerlas. Hay un trabajo de hacerte entender, no solo comunicar sino explicar, un dialogo fructífero que ha sido unas de las cuestiones más complejas de resolver.

P.- ¿Qué peso ha tenido la política en la programación?
R.- Es una capitalidad muy política en el sentido original de la palabra, trabaja sobre la idea de la ciudad y cómo una ciudad se puede organizar de otra manera. Nos preocupamos por las relaciones con el entorno, con la arquitectura, con el urbanismo, con la sostenibilidad, con nuestro propio cuerpo con los otros, y todo esto tiene una traslación a la política de partidos. Ha habido un trabajo largo de aprender a trabajar juntos con personas con las que antes no se trabajaba y a movernos juntos. En este sentido no habrá una plasmación muy evidente, pero es importante por eso la evaluación europea que mite a posteriori el impacto de lo conseguido.

P.- ¿Qué es para usted la capitalidad cultural, qué significa para la ciudad y para el entorno?
R.- Sin duda una oportunidad para repensarse y para tomar conciencia de que formamos parte de un todo y que los trabajadores de la cultura podemos ofrecer a los ciudadanos dar herramientas, metodologías oportunidades a través de la representación para que las personas se cuestionen lo que no estamos haciendo correctamente y cómo podemos vivir mejor juntos. Nuestro proyectos es muy experimental en este sentido y lo que queremos es de alguna manera plantearnos un modelo de capitalidad que experimenta nuevas formas de organizar, de participación y de sacar conclusiones que puedan ser útiles para otros contextos, otros conflictos, otras experiencias.

Tres faros

Tres faros en el programa general de la capitalidad nos ayudan a no perdernos entre todas las actividades de la programación. El Faro de la Paz, el de las Voces y el de la Vida. Y de cada uno de ellos parten distintas propuestas. Invitamos a Berástegui a que nos ayude a elegir. "Hay dos niveles de programación, actividades que responde a esas ideas más procesuales, metodológicas, menos visibles pero importantes, y otras más evidentes". Vamos de momento con estas últimas:

En el Faro de la Paz se encuentra sin duda uno de los platos fuertes de la programación. La exposición Tratado de Paz, "una investigación con carácter enciclopédico en torno a cómo el arte y el derecho han representado en los acuerdos de paz desde la Escuela de Salamanca hasta el presente, un proyecto de Santiago Eraso, comisariado por Pedro G. Romero", explica. Aquí veremos obras de colecciones públicas españolas y francesas, casos de estudio e intervenciones de artistas como Ibon Aranberri, Asier Mendizabal y Juan Luis Moraza entre otros. "Quizá el proyecto más ambicioso porque no hay equivalentes, por la carga de reflexión conceptual".

En el Faro de las Voces, "desde el que queremos reflexionar sobre la idea de mutuo entendimiento", destaca el director una producción teatral muy singular. Fernando Bernúes, responsable de Tanttaka Teatro, revisita la comedia de Shakespeare Sueño de una noche de verano. En San Sebastián, el escenario se trasladará al bosque (al parque de Cristina Enea) y los espectadores empezarán cenando, con el convite nupcial para el cual se cuenta con la colaboración de la Basque Culinary Center.

Y en el Faro de la Vida, el que reflexiona sobre lo que somos y cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo, con la comunidad y con la ciudad, destaca Time Machine Soup, un viaje por la historia de Europa a través de los sentidos. Y de las sopas. De nuevo gastronomía y espectáculo se dan la mano en un proyecto multisensorial donde los espectadores van a degustar 12 sopas "para descubrir como a través de la evolución de los sentidos se traza la evolución de la especie humana. Ya lo decía Oteiza: entre nosotros y nuestros antepasados de las cavernas hay 80 abuelas y 80 sopas. Es un hapenning que pone la gastronomía como una forma de conocimiento y que tiene detrás un importante trabajo de investigación".

Un proyecto participativo

P.- En cada faro, pero sobre todo en el programa 'Olas de energía', que recoge proyectos propuestos por colectivos ciudadanos, la participación es una de las claves. Se podría decir, teniendo en cuenta que todo esto se pensó en 2008 que la capitalidad se anticipa a todos los movimientos de lo "común" ahora tan en boga.
R.- En alguna medida es un ejercicio para ver de qué manera podemos colaborando entre todos hacer un proyecto de capitalidad. Eso estaba muy claro en el origen y en el programa que se presentó en Europa en 2011 ya era un programa participado por un montón de artistas, colectivos, grupos. En este sentido es un proyecto mucho menos de dirección artística. Cada actividad está asociada a una agente, un colectivo o una asociación que asume el liderazgo de modo que una vez que la capitalidad termine ellos sean capaces de continuar de algún modo con el programa.

P.- También hay en el programa muchas actividades con lo local como centro, ¿no le da miedo quedarse solo ahí, que no trascienda, que no se consiga salir fuera?
R.- Trabajamos desde preocupaciones muy cercanas siendo estas el punto de origen, pero sin quedarnos en la celebración de lo local. De hecho, para dar dimensión europea al proyecto no hemos querido grandes nombres sino más bien crear redes, para que puedan crear relaciones de futuro. El riesgo es la lectura localista pero espero que ese trabajo se perciba. No se trata solo de poner en valor el artista de aquí.



P.- ¿Cuál será el legado que quede tras San Sebastián 2016?
R.- Para nosotros ha sido una obsesión y de hecho intentamos que toda actividad que ponemos en marcha garantice su continuidad, por ejemplo no ponemos en marcha ningún festival que no vaya a durar al menos tres años, de ahí lo importante de buscar un socio. Por ejemplo, un laboratorio en torno a lo digital que se ha creado con Tabakalera, ellos están cada vez más implicados mientras nosotros nos desvinculamos y esto se traslada también en lo económico. Al principio nuestra aportación es la base y poco a poco va creciendo más la del otro agente. Desde Europa se hace una evaluación el año anterior y el año posterior. Por eso era importante no saturar 2016 con grandes nombres, aprovechando que hay un dinero circunstancialmente más alto y luego nada. Hemos invitado a los festivales a trabajar en líneas como desarrollar audiencias, favorecer redes europeas, siempre en esa idea de poner en común más que en una cultura de talonario. No nos interesa ese modelo. Es un trabajo más de lluvia fina, menos espectacular, tienes más dificultades a la hora de que sea percibido por los ciudadanos es una tensión con la que hay que trabajar, que nos perciban como proyecto innovador.

Lo mismo ocurre con los equipamientos. "El proyecto era un software no un hardware, dijeron al principio, y así ha sido. No se ha destinado ni un euro a crear o transformar edificios que luego se queden sin uso, salvo nuestras oficinas. Queremos legar una nueva forma de trabajar, aunque sabemos que es menos palpable y más difícil de vender. Si lo hemos hecho bien todo esto tendrá mejor lectura retrospectivamente". Que así sea.