Image: Ignasi Aballí: Mis obras hablan del exceso, cuestionan el estatus de la imagen

Image: Ignasi Aballí: "Mis obras hablan del exceso, cuestionan el estatus de la imagen"

Arte

Ignasi Aballí: "Mis obras hablan del exceso, cuestionan el estatus de la imagen"

23 octubre, 2015 02:00

Ignasi Aballí en su estudio

Habla del tiempo y su huella, del azar, de la duplicidad del nombrar y el mostrar, de la ausencia y la desaparición. Allí donde el hacer involuntario produce invisibilidad y donde el sentido es capaz de migrar aparece Ignasi Aballí. El próximo martes lo hará en el Museo Reina Sofía, que le dedica una gran exposición con la que el artista revisa la última década de trabajo. Es un viaje circular, sin principio/sin final, dice el título. Un juego entre ver y mirar.

Preferiría no hacerlo. No pintar, no escribir, no hablar, no tocar. Ignasi Aballí (Barcelona, 1958) es uno de esos artistas que prefiere la inacción a la acción, la contención a la expresión, eliminar a añadir, insinuar a mostrar. Es un artista del no, de los que deja de pintar sin dejar de ser pintor, de los que hacen de la nada el objeto de su obra. Desde los años 90, cuestiona la práctica pictórica y la posibilidad de representación y utiliza la negación como un acto de resistencia, una llamada de atención, una apelación a la mirada. "Como dice Dora García, estoy en el bando de los antihéroes, el de los que nos concentramos en tragar nuestra propia saliva, contando las veces que lo hacemos", dice.

Sigue tragando mientras recorremos la exposición que el próxima martes inaugura en el Museo Reina Sofía, una de las más completas de su carrera. Explica que es la continuación de la que hizo en 2005 en el MACBA, 0-24h, y se suma a la que el año que viene hará en la Fundación Miró de Barcelona, fruto del premio concedido por la institución. Aquí presenta muchas de sus nuevas fotografías, vídeos e instalaciones, pinturas y collages, y un ecléctico muestrario de materiales poco convencionales, como hojas, polvo, óxido, metales, recortes de periódicos o trozos de billetes desde algunas de sus primeras obras que rescata ahora del estudio sin haberse visto antes. Una revisión de los últimos diez años de trabajo, dice, que "lejos de llegar a una conclusión dispara nuevos interrogantes: ¿qué debe plantear una exposición?, ¿cuál es el papel del espectador?, ¿qué es una imagen?, ¿y la percepción?, ¿qué es lo contemporáneo?".

La negación es una crítica derivada del análisis de la realidad. Es mejor no hacer que hacer, pero más difícil"

El título, sin principio/sin final, enfatiza esa invitación a la duda. Le propongo que elabore una hoja de ruta con algunas palabras clave que sirvan de guía para visitar la exposición. "La primera sería invisible", dice pasando por delante de las ventanas que dan acceso al patio del museo desde la tercera planta de Sabatini. Allí ha instalado Un paisaje posible (2015), vinilos sobre los cristales con textos que clasifican conceptos y fenómenos atmosféricos. "Los textos de las ventanas hacen referencia al interior y al exterior de lo que se ve a través de ellas. Desde el interior, se leen textos que se refieren a aspectos invisibles de la realidad, como los componentes del aire, fenómenos meteorológicos, colores y otras cosas que no vemos pero que están ahí. Hablan de lo invisible, de lo que no vemos, pero que no significa que no exista. Trata de privilegiar otros sentidos sobre la visión", explica. No está lejos de Tomar medidas (2010), nueve aparatos de medición con los que Aballí nos invita a percibir la intensidad de la luz, el nivel acústico o la velocidad del viento. Fenómenos a los que ojo humano no llega pero que el cuerpo advierte.

Pregunta.- Con esa reflexión sobre la percepción habla, entre líneas, de la idea de ausencia. ¿Qué le interesa de ella?
Respuesta.-Trabajo con la ausencia como una metáfora de la inmaterialidad. Como dice Gérard Wajcman, cuantas menos cosas hay para ver, más ganas tenemos de ver. Hablar de las cosas a través de su ausencia es también una manera de que el espectador complete los vacíos que dejan las obras con sus propias experiencias, de enfrentarle a la complejidad de lo cotidiano y a la cantidad y variedad de matices que lo constituyen.

P.- A veces ese apego por la desaparición le lleva a alejarse físicamente de la obra. ¿Por qué?
R.- Me parece interesante que la obra se haga sin yo tocarla, que se realice a partir de un proceso autónomo o de un cierto abandono. Es un aspecto común a una serie de trabajos realizados a partir de plantear una contradicción como punto de partida, como hacer películas o fotografías sin filmar y sin cámara. O pintar sin pintura. Creo que el alejamiento físico refuerza el aspecto conceptual y sitúa lo visible, la obra como presencia física, en un segundo plano. Dicho de otro modo, la obra se convierte en el soporte de algo que está fuera de ella, de algo que hay que buscar en otro lugar.

Detalle de H ST R D L RT, 2015

Entre la aparición y la desaparición, Aballí recluta y clasifica sus descubrimientos. Lejos de apelar a revelaciones, ofrece una contrapartida silenciosa y transparente. Habla del murmullo de fondo, lo que Perec llamó infraleve, "eso que cuando lo analizamos cuidadosamente descubrimos todo un universo de posibilidades a explorar". Aparece una nueva palabra en su lista, posible, mientras deja atrás una sala que reúne las obras Mapamundi (2012-2015) y Timeline (2014), así como 170 de sus Listados. Los presenta en su formato original, tamaño folio, donde pega esos recortes de periódico ante los que se detiene diariamente. Son una nueva concepción de mundo, el simulacro de una topografía global y ficticia, destinada a una lectura fugaz y a una totalidad imposible. Una serie que empezó en 1997 y a la que, admite, le gustaría poner un punto y aparte.

P.- Revisemos también la vigencia del arraigo conceptual. ¿Qué permanece y qué ha cambiado?
R.- El arte conceptual privilegiaba la idea sobre la realización de la obra y, entre otras cosas, proponía su desmaterialización. También la utilización del texto y lo efímero. Muchos artistas, y yo mismo, seguimos trabajando a partir de estos planteamientos pero desde otros puntos de vista. Hoy se le pide al artista que tenga buenas ideas, que con su trabajo proponga la creación de sentido. El arte conceptual en un sentido estricto ya no existe, pero tendemos a llamar conceptual a toda obra en la que la idea tiene un peso importante.

P.- Y la pintura, ¿prevalece?
R.- La pintura ha sido un ámbito que he explorado para intentar superar sus límites tradicionales, para abrirlos y para ver si era posible seguir abordándola desde otras perspectivas. Está muchas veces presente en mi trabajo, no de manera explícita, sino como un punto de partida. La que más me interesa es la pintura que pone en cuestión su sentido, la pintura expandida y su relación con el lenguaje, la que es consciente de su agotamiento y explora sus límites.

P.- Precisamente, muchos de sus últimos proyectos surgen de esa relación entre imagen y texto, de cómo éste se puede convertir en imagen y viceversa. Unas obras que tienen mucho de literatura conceptual. De hecho, toda la exposición está orquestada bajo esta idea, incluso el catálogo, convertido en libro de artista.
R.- Es una manera diferente, pero complementaria, de visitar la exposición. Me propuse que todo lo que apareciera en el libro estuviera reproducido a su escala real, ya que muchas de mis obras coinciden con el formato página. Además, el libro es un objeto a partir del que he realizado varios proyectos, como el arrancar y clasificar algunas de sus páginas en blanco, o las que estaba escrita la palabra Índice, Prólogo o Epílogo, para crear la idea de una biblioteca de la ausencia o considerar la posibilidad de cualquier narración. También para evidenciar cómo el tiempo ha ‘escrito' sobre esas páginas.

Libretas negras, 2008

Anota varias palabras más a esa lista-guía que le habíamos pedido. Suman ya 19: prólogo, invisible, transparente, palabra, texto, página, posible, probable, corrección, idea, casi, sin, vacío, desaparición, ver, imagen, pantalla, error y epílogo. La última, fin, la pone frente a una de sus nuevas obras, Veinte palabras (tres veces), realizadas con tipologías de plomo y la idea de los Listados pero a la inversa, en negativo. Pero hay más negaciones: "prohibido el paso", "no tocar", "fotos no" que leemos en Exhibition continues (2015), fotografías de la señaléticas en los museos (incluidas las del Reina) que Aballí ha colocado diseminadas en cada una de las salas. Hay flechas que no llevan a ninguna parte, pero esa desorientación ya la había advertido en el título de la exposición. Funcionan como hilo conductor de cada una de las salas junto a unos dípticos con sólo dos palabras y diez paredes pintadas de varios tonos de blanco, diferentes a los del museo.

P.- ¿Negar algo es afirmarlo?
R.- La negación es para mí una crítica derivada del análisis de la realidad. Siempre he pensado que es mejor no hacer que hacer, pero es también más difícil. La actitud de Bartleby es una afrenta a la corriente dominante, a lo que se nos exige continuamente: tenemos que ser el máximo de productivos. Muchas de mis obras hablan del exceso y la posibilidad o no de seguir produciendo nuevas imágenes. Cuestionan el estatus de la imagen. Creo que el arte es un territorio que permite actitudes contrarias a las que exigen otros campos. Para mí es importante poder perder el tiempo, reflexionar y plantear una resistencia a la utilización correcta del tiempo, a la productividad.

P.- De ello estaba convencido también Duchamp, otro artista del no, que pasó gran parte de su vida jugando al ajedrez. Solía decir que eso era la inteligencia. ¿Coincide con él?
R.- Para mí tiene que ver con gestionar los éxitos y los fracasos, con no caer en la euforia cuando se consigue algo positivo ni en el desánimo cuando no se consigue. Con la capacidad para gestionar la vida.

@bea_espejo