Image: Rafael Moneo

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Arte

Rafael Moneo

"Los países más maduros manejan la arquitectura con cautela, y España debe empezar a hacerlo"

23 octubre, 2013 02:00

Rafael Moneo hojea el catálogo de su primera retrospectiva. Foto: F.D.Quijano

La Fundación Barrié de La Coruña inaugura este jueves la primera gran retrospectiva del arquitecto navarro, que repasa 46 de sus proyectos con gran protagonismo del dibujo.

Rafael Moneo (Tudela, 1937) cierra los ojos con fuerza y aprieta su frente con la yema de los dedos. Se concentra y escoge cada palabra con cautela. Cada una de ellas ha de servir, con el término preciso y el orden adecuado, al propósito de transmitir exactamente aquello que quiere decir, sin incongruencias, vaguedades, excesos ni extravagancias. Exactamente como ocurre en la obra del arquitecto, premio Pritzker en 1996 y Príncipe de Asturias de las Artes en 2012.

Toda su carrera se resume, desde este jueves y hasta el 30 de marzo de 2014, en su primera gran retrospectiva, Rafael Moneo. Una reflexión teórica desde la profesión, en la Fundación Barrié de La Coruña. Comisariada por Francisco González de Canales, coordinador cultural y profesor de la Architectural Association de Londres -y antiguo alumno de Moneo en Harvard-, la muestra es un recorrido por 46 de sus proyectos, a través de los archivos profesionales del arquitecto, en el que destaca la importancia del dibujo como herramienta fundamental de su trabajo, y como medio para definir su pensamiento.

"Montar una exposición de arquitectura es algo muy difícil, porque la experiencia de la arquitectura culmina en el edificio mismo, en la sensación de estar dentro de él", explica Moneo. "A veces estas muestras se resuelven tratando de crear una escenografía que refleje el trabajo del arquitecto. En este caso, hemos intentado trasladar la idea de lo que ha sido mi trabajo a través del dibujo, confiando en que el material original con el que se ha trabajado dé mayor cuenta de lo que ha sido mi obra que una simple colección de fotos o maquetas".


Propuesta para la Ópera de Madrid (1962)

Canales divide la obra de Moneo en cinco etapas que articulan la exposición. La primera de ellas, Los años formativos, abarca de 1961 a 1968. En esos años, sus primeros trabajos reflejan la influencia de sus maestros de la Escuela de Madrid: "una arquitectura funcionalista que buscó formas expresivas sin salirse de la lógica moderna de la honestidad constructiva", explica el comisario. A esta tendencia pertenece Sáenz de Oiza, para quien Moneo trabajó en el proyecto Torres Blancas (1958-1961). En estos años el arquitecto navarro también colaboró con el danés Jorn Utzon, concretamente en el proyecto de la ópera de Sídney. En esta época Moneo también realiza una propuesta para la Ópera de Madrid; un proyecto en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela, gracias al cual es enviado como pensionado a la Real Academia de España en Roma; su primera obra profesional, una fábrica de transformadores en Zaragoza; o las escuelas de Tudela.

La segunda etapa, Una expresión propia (1968-1976), agrupa una serie de obras que configuran la primera madurez del arquitecto, como una propuesta para la remodelación del casco antiguo de Zaragoza o el bloque residencial Urumea, en San Sebastián. Con estos proyectos, "aquel estudiante inquieto comienza a dar muestras de que será capaz de hacer obras de interés", explica el propio Moneo. Pero los proyectos más importantes de este periodo son, sin duda, el del Ayuntamiento de Logroño y el edificio de Bankinter.

La escena internacional es el periodo siguiente, hasta 1984. En esta época, Moneo era catedrático de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, pero en 1976-77 se tomó un año sabático para acudir al Instituto de Arquitectura y Estudios Urbanos de Nueva York, donde también fue profesor visitante en la Cooper Union, y en Princeton al año siguiente. En 1980 deja Barcelona para asumir la cátedra de Composición en Madrid. En estos años diseña proyectos como el concurso para la esquina del Banco de España en Madrid, el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida -el más celebrado por la opinión pública, considera el arquitecto-, el del edificio de Previsión Española en Sevilla y las propuestas para el anillo olímpico de Barcelona.


Museo Nacional de Arte Romano de Mérida (1980).

La cuarta sección de la exposición se titula La experiencia americana, y resume sus años como director del Departamento de Arquitectura de Harvard, cargo al que accedió en 1985. Aquella experiencia se vio reflejada en sus proyectos de aquel periodo, según el análisis del comisario de la muestra: la ampliación de la estación de Atocha, el edificio L'Illa Diagonal en Barcelona, el Kursaal de San Sebastián, la Fundación Miró en Palma de Mallorca o el Auditorio de Barcelona.

La exposición culmina con el epígrafe Una práctica profesional global: la oficina en el cambio de siglo (hasta hoy). "El modo en que se dibuja va reflejando los cambios que acontecen en mi propia carrera profesional y en la arquitectura como discusión cultural", explica Moneo. Pero a principios de los 90, cuando comienza esta etapa, el dibujo técnico por ordenador no era más que la traslación del dibujo arquitectónico convencional a la pantalla. La computadora no era aún "la matriz y elemento crucial de generación de la arquitectura", como lo es hoy.

En esta sección se repasan proyectos como el concurso del Palacio de Cine del Lido de Venecia, que ganó en 1991 con una propuesta que finalmente no salió adelante; el Museo de Bellas Artes Audrey Jones Beck de Houston (1992-2000), la Catedral de Ntra. Sra. de Los Ángeles (1996-2002), la ampliación del Museo del Prado (1998-2007) y el edificio de laboratorios de la Universidad de Columbia (2005-2010).

A día de hoy, el proyecto que más ocupado tiene a Moneo es otro edificio de laboratorios, en este caso para la Universidad de Princeton, y el Museo de la Universidad de Navarra, que ya se encuentra en un estado muy avanzado.

Una llamada a la responsabilidad

Desde los inicios de su carrera hasta hoy, la arquitectura no ha sufrido cambios radicales, pero sí algunos notables. Para Moneo, uno de estos cambios tiene que ver con la grandilocuencia, con un cambio en la manera de construir "forzada y acelerada por la presión de un capitalismo que ve ventajas económicas en las escalas más grandes".

Por otro lado, explica, la práctica de la arquitectura se ha visto muy influida por los nuevos modos de representación digital en tres dimensiones. "Estos medios permiten pensar e imaginar arquitecturas con mucha más libertad, lo que ha dado lugar también a una contradicción flagrante: hoy se presta más atención a la imagen que a los medios de construcción con que se cuenta. A veces la arquitectura contemporánea se resiente de esta disociación entre la libertad con que se imagina y las restricciones que impone la industria de la construcción, que no ha evolucionado con la misma libertad. Por ejemplo, hoy se pueden construir maquetas digitales todo lo fantasiosas y extrañas que se quiera, pero todavía no hay robots gigantescos que puedan construir eso".

Los mejores clientes de ese "peligroso uso de la libertad individual al imaginar los edificios", son los países menos desarrollados o en manos de autócratas, explica. La arquitectura más "avanzada" (las comillas las pone él) se hace en Singapur y otros países del Asia lejana, en los países del Golfo, o en países de Asia Central, como Kazajistán, "en manos de políticos que detentan un poder que les permite hacer cualquier cosa". "Los países más maduros socialmente manejan la arquitectura con más cautela", asegura Moneo.

¿Y en España, se maneja con cautela? "Habrá que empezar a hacerlo", contesta el arquitecto. "Estamos a caballo, hemos pasado de ser un país atrasado a incorporarnos al concierto de las naciones, hemos tenido la necesidad de cubrir una serie de lagunas gracias a las cuales los arquitectos hemos vivido una época muy favorable, pero eso ha permitido hacer proyectos sin la suficiente conciencia crítica".

Para el arquitecto, "sería estupendo que en estos tiempos se volviese a dar protagonismo al cumplimiento de las expectativas de lo que debe ofrecer un edificio, que la arquitectura no sea sólo ese ejercicio de investigación que satisface los afanes intelectuales, por no decir vanidad, del arquitecto".