Image: Lawrence Weiner

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Arte

Lawrence Weiner

"La verdadera obra está en tu cabeza"

1 marzo, 2013 01:00

Lawrence Weiner. Foto: Alyssa Gorelick. Courtesy of Moved Pictures Archive, NYC

Es uno de los artistas americanos que más influencia ha tenido en los últimos 50 años y que más ha contribuido a ampliar la noción de arte tal y como la entendemos hoy. Lawrence Weiner está estos días por Barcelona para presentar sus dos últimos proyectos: 'Para siempre y un día', una escultura ubicada en el Mercado de Santa Catalina, y 'Escrito en el viento', una gran exposición de sus dibujos en el MACBA. Hablamos con el mítico escultor de palabras, a riesgo de que también se las lleve el viento.

Dicen de los que escriben siempre en mayúsculas que buscan crear un impacto psicológico en el lector, y que las palabras así escritas son como gritos visuales, una coraza gráfica de protección. Lawrence Weiner (Nueva York, 1942) acentúa su uso de la mayúscula sostenida con un significado más: "Mi preferencia por ella en los trabajos basados en el lenguaje se debe a que las mayúsculas anulan cualquier jerarquía entre las letras, y cada palabra se presenta tal y como es para poder formar parte de un conjunto global", dice. Charlar con él es recorrer un camino lleno de curvas, como sus grafismos retorcidos. Weiner lanza consignas cortas, abiertas y abstractas, llevándote a una suerte de aforismos y acertijos. Son sus sellos de identidad como artista, igual que su voz grave y su barba espesa, que mantiene desde que era veinteañero.

Ya entonces, en los 60, era un artista destacado, que no tardó en trabajar con las mejores galerías y ser un nombre habitual de bienales y exposiciones, desde la Documenta 5, en 1972, a la 13, el año pasado. Empezó con los materiales propios de la pintura para muy pronto interrogar las convenciones del objeto artístico. El suyo era un perfil de artista cada vez más desinteresado por el aspecto material de la obra de arte. Así llegó a los experimento con explosivos en California, como una manera de crear esculturas. Aunque fue a su vuelta a Nueva York, a finales de los 60, y junto a Joseph Kosuth y Robert Barry, cuando revolucionó la escena artística con una nueva manera de hacer y percibir lo artístico, donde las ideas podían ser obras de arte. Fueron los primeros pasos del conceptual.

Los de Lawrence Weiner eran especialmente firmes. Participó de las primeras exposiciones de la mano del galerista y coleccionista Seth Siegelaub, quien además, en 1968, publicó Lawrence Weiner. Statements, un libro con palabras aisladas en un texto sin imágenes, que se convirtió en el manifiesto de referencia del arte conceptual: "1. El artista puede construir la obra. 2. La obra puede ser fabricada. 3. La obra no necesita ser construida. 4. Todas estas cosas son idénticas y coherentes con la intención del artista".

El arte como idea

Desde aquel momento, el lenguaje es el material por excelencia de sus obras y el texto, sobre la pared o imaginado de forma abstracta, es suficiente para que la obra exista. No es gratuito que Weiner estudiara filosofía y literatura antes de decantarse por el arte. Tampoco que se criara al sur del Bronx, que recorriera en autoestop el país, de Canadá a México, ni que en San Francisco estrechara lazos con los poetas beat, Kerouac y compañía. "Representaban a personas que hablaban en voz alta de su alma, de cosas de las que se suponía que los hombres no podía hablar, y en contra de una situación autoritaria, que todavía hoy existe". Dice, con orgullo, que el suyo es un contexto de "clase baja trabajadora". Recuerda cuando le dijo a su madre que quería ser artista: "Le partí el corazón. Ella siempre ha creído que el arte era una profesión sólo apta para ricos, aunque para mí el arte era otra cosa. Eran todas esas grafías, palabras y carteles que veía por la calle, los mensajes generados a raíz de conversaciones. Crecí en una ciudad donde podía leer mientras caminaba por la calle, algo que aún hago y me encanta. Tal vez por ello, mis trabajos están también instalados en las paredes para que la gente pueda leerlos", explica.

-Eso de artista conceptual, ¿es fiel a cómo se siente?
-No veo razón alguna para clasificar las formas que el arte adopta en cada momento. De hecho, ese apodo de 'artista conceptual' no tiene ningún sentido para mí. Imagino que fue creado por alguien que quería que aquellos trabajos se distanciaran del de otros artistas. Pero, ¿por qué no llamarme escultor? O, más concretamente, un escultor que trabaja con palabras. Recuerdo a los artistas por aquel entonces trabajaban con acciones o performances. Yo, simplemente, era un artista que hacía otra cosa.

-¿Cómo ve ahora aquellos años 60? ¿Cambió tanto el arte?
-El trabajo realizado entonces introdujo un modo racional de contemplar el mundo. Hubo un cambio de mentalidad, una apertura en aceptar diversas culturas, necesidades y actitudes en relación al arte. Lo que ha conseguido el arte en los últimos 50 años es ampliar la idea de lo que puede ser el arte.

-¿Y qué puede llegar a ser?
-El arte materializa lo posible, aunque a menudo de forma invisible. Es esa realidad empírica basada en las relaciones entre los seres humanos y los objetos, y de los objetos en relación con los seres humanos.

Lawrence Weiner sigue con sus trabalenguas y sus frases capicúa. Dice otra, definiendo qué es para él la escultura: "Es un objeto específico que no tiene una forma específica". Habla trastocando tiempos verbales, casi desde la contradicción, en singular y en plural. Distingue entre la Realidad y las realidades paralelas. Ellas son las protagonistas de los dos proyectos que estos días le han llevado a Barcelona. El primero se titula Para siempre y un día, una escultura-banco que, desde el miércoles, invita a sentarse a quien visite el Mercado de Santa Catalina. Allí estará durante un año, antes de viajar a Vigo y Oviedo, bajo la iniciativa de la Fundación ArtAids, creada por el coleccionista y mecenas Han Nefkens, que desde 2006 invita a artistas a reflexionar sobre el sida, del que este 2013 se conmemora el trigésimo aniversario de su descubrimiento por Luc Montagnier. "Es una escultura moldeada con palabras que traspasa las paredes del museo. Está acompañada de un programa educativo y habla de las realidades simultáneas. Por un lado, sirve de banco e invita a descansar y, por otro, a pensar ya que es el soporte para la frase Puesto en el mismo lugar tal como es. Para siempre y un día, que está en tres idiomas: castellano, catalán e inglés. El proyecto habla del sentido de la vida más allá de la ciencia y las matemáticas, de que vivir no es una cuestión de pros y contras, sino de aceptar las muchas realidades simultáneas que hay, en buscar las que conectan como cada cual", explica.

Escultura en el Mercado de Santa Catalina, Barcelona

La segunda cita tendrá lugar el jueves próximo en el MACBA, que le dedica una gran exposición a más de 300 dibujos, entre los físicos, los animados, los cuadernos de notas y las viñetas gráficas. Se titula Escrito en el viento. Subliminalmente, alude a nuestra dependencia a la naturaleza, a la fragilidad de lo dicho y hecho. Se verán junto a la pieza que la Fundación MACBA adquirió en 2009, Algunos objetos de deseo (2004), instalada permanentemente en el hall de la entrada.

Mensaje cifrado

-Las obras que ahora presenta hacen un énfasis en los mensajes cifrados. La del MACBA con sus notas a pie de página, y la del mercado con la lectura entre líneas de un poema que acaba así: Hay mucho espacio para bailar en la cabeza de un alfiler. Háblenos de su uso del lenguaje.
-El uso del lenguaje es un accidente. Cualquier línea que se traza es una forma de lenguaje y en cada país, en cada cultura, tiene una apariencia distinta. Recordemos que para un alto porcentaje de personas, el lenguaje no es necesariamente una línea recta. Para mí es un material maleable, como una pintura al óleo, una pieza de sonido o una performances; siempre está cambiando. Por eso las obras no son únicamente ideas, sino también esculturas. Las más recientes, en las que estoy trabajando ahora, tienen que ver con el concepto de una falta de necesidad de jerarquía entre los materiales.

-Uno de los signos lingüísticos más característicos en sus obras es "&", que tiene mucho que ver con el mensaje del banco-escultura instalado en el mercado. ¿Qué significados encierra?
-Los ítems textuales y los símbolos en realidad no son más que una extensión del lenguaje per se. Alude a lo intrínseco, a lo esencial. Además, es un signo que abraza la inclusión, la idea, a la que de manera simbólica, hace referencia Para siempre y un día. Digamos que si 1+1=2, 1&1=11 ó 2.

-Algunos de sus dibujos se vieron en la gran retrospectiva que le dedicó el MOCA de Los Ángeles y el Whitney Museum de Nueva York en 2008, Tan lejos como el ojo pueda ver, aunque nunca había reunido tantos. ¿Qué papel juegan en su obra?
-No puedo pensar sin dibujar. Para mí dibujar se convierte en una manera de intentar relacionarme con los aforismos evidentes en mis esculturas. Los dibujos que reúne el MACBA funcionan como un medio para trazar un mapa del lugar que cada uno ocupa en el espacio. Son algo así como una conversación sin un contexto.

-¿Una invitación a la deriva?
-Algo así. Siempre digo que los dibujos son mapas estelares, cartografías que te llevan a ninguna parte, que es un lugar, y que están concebidos para sembrar la duda sobre nuestros medios básicos de orientación. Son una invitación a navegar, a ir a la deriva, a llegar a un destino. Como escribir en un blog de notas.

Algunos de los dibujos en el MACBA

Empezó a utilizarlos en los 80, como cuadernos de dibujo, jugando con la geometría. En ellos encontramos un caos de flechas, tarjetas de visitas, postales, telegramas, fotos, mapas, planos arquitectónicos... Una obsesión cartográfica que compartió con otros muchos artistas durante los 70. Son cuadernos de bitácora, testigos de su vida errante. A sus 72 años, el artista no renuncia a su ir y venir nómada. Aunque vive en Nueva York, sigue viajando constantemente. En Ámsterdam, de hecho, tiene fondeado un estudio en un barco llamado Jorna. Ese espíritu "marinero" aparece a menudo en sus dibujos como reflexiones sobre lo engañoso de la idea de horizonte. "Mis obras son objetos concebidos para intervenir en la manera en que percibimos el mundo y actuamos en él. Hablan de lo que cambia, de lo que fluye y se va. De la idea de cómo generar una ‘huida' verdaderamente liberadora", dice.

Esa es la médula del trabajo artístico de Weiner, el poder de la libertad mental, que traslada al público sin concesiones. En el MACBA, de hecho, no habrá textos en las paredes. El artista los ha sustituido por unos dibujos en vinilo que resumen sus trazos habituales.

-¿No es eso ponérselo muy difícil al espectador?
-Soy reacio a decirle a la gente cómo debe utilizar lo que estoy presentando. Aunque parezca paradójico, mis obras subrayan que el papel del espectador es más activo de lo que suele creer. El arte sucede cuando el público hace algo con él. La verdadera obra está en tu cabeza.

En la cresta de la ola

No es el primer proyecto que hace en nuestro país. En 2008 pasó por el CAC y, un año después, por el EACC de Castellón con Bajo el sol. También conoce bien Barcelona. De 1996 es Avinguda Mistral, su escultura pública dedicada al poeta Frederic Mistral, y en 2008 nos invitó a endulzar el café con una escultura efímera a modo de azucarillo que formaba parte del proyecto La cresta de una ola, comisariado por Latitudes, en la Fundación Suñol. "Después de descubrir a Gaudí, seguí las huellas de Tàpies, a quien admiraba por su posicionamiento político y moral, y me sentí cautivado por Lorca. Me siento un privilegiado por haber trabajado en varios lugares de España, de norte a sur, de este a oeste", añade.

-Habla de política y me pregunto qué hay de ella en sus obras...
-Nadie se levanta por la mañana sin tomar una decisión política específica sobre su lugar en la sociedad y sus esperanzas de mejora en ella.