Image: El lenguaje del hierro según Julio González

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Arte

El lenguaje del hierro según Julio González

El Reina Sofía recorre la obra del artista barcelonés en una exposición con más de 200 piezas

10 marzo, 2009 01:00

Una cabeza llamada Conejo, 1930. Julio González.

ELCULTURAL.es
El Museo Reina Sofía presenta la retrospectiva más amplia que se ha realizado hasta la fecha en nuestro país del escultor Julio González. La exposición ha sido coproducida con el Museu Nacional d´Art de Catalunya (MNAC), donde se ha mostrado recientemente con enorme éxito.

Esta antológica se ha organizado con el objetivo de mostrar, no sólo el alcance de la producción de este escultor, sino también su destacado papel en las vanguardias artísticas como pionero de la escultura en hierro y como creador de un lenguaje muy personal con el cual contribuyó a la renovación de la escultura del siglo XX. La muestra ha sido comisariada por Mercè Doñate, responsable de la colección de Arte Moderno del MNAC y especialista en escultura, y cuenta también con el asesoramiento de Tomàs Llorens, uno de los mejores conocedores de la obra de González.

Dentro de la selección de alrededor de doscientas obras tienen un papel fundamental las esculturas en hierro. Se incluyen también algunos bronces forjados y bronces póstumos de obras modeladas en yeso; un buen número de dibujos, en gran parte relacionados con el proceso de creación de las esculturas; una muestra de su actividad como pintor, algunas piezas de artes decorativas y un conjunto significativo de su creación en el campo de la joyería.

Julio González (Barcelona, 1876- Arcueil, 1942) está considerado como uno de los grandes nombres de la escultura moderna. Se formó como artesano en la metalistería artística que su padre tenía en Barcelona. Su trabajo con el hierro, con el que creó un lenguaje propio, ha sido valorado como una de las aportaciones más valiosas de las vanguardias de los años treinta, aunque sólo dedicó una década de su vida a la creación con este metal. González empezó a trabajar el hierro a finales de la década de los veinte, cuando tenía ya más de cincuenta años, y aunque ya había trabajado el metal para crear joyas y diversos objetos decorativos fue entonces cuando comenzó a realizar pequeños relieves en cobre repujado y, más tarde, a experimentar con pequeñas planchas, creando cabezas y figuras de mujer. Fue el contacto con Picasso, con quien colaboró entre 1928 y 1932, lo que le permitió reparar en las posibilidades que tenía el hierro para la escultura. El artista malagueño, 1928 le pidió colaboración técnica en la creación de una serie de obras de hierro, entre ellas una escultura para un monumento en homenaje a Apollinaire y Femme au jardin.

En la década de 1930, cuando tenía más de cincuenta años, se incorporó a la vanguardia con nuevas y potentes formas escultóricas y un lenguaje propio, calificado de abstracto, que tuvo como objetivo esencial el maridaje entre formas y espacio. Las esculturas filiformes o lineales -lo que él mismo denominaba dibujar en el espacio-, las testas volumétricas o las figuras biomórficas son el resultado de un trabajo de un gran rigor técnico y conceptual que le abriría las puertas al reconocimiento como uno de los grandes escultores del siglo XX.

Sus orígenes artesanos, el conocimiento de las posibilidades que le ofrecía el hierro, junto a una gran libertad imaginativa y a la sensibilidad propia de un gran artista le permitieron crear un lenguaje nuevo, muy personal. Este lenguaje, que ha sido calificado como abstracto, está caracterizado por la simplicidad de las líneas y la búsqueda de la comunión entre la forma y el espacio. En sus esculturas, el espacio forma parte de la misma obra, iniciando un camino que después siguieron muchos otros escultores como David Smith o Eduardo Chillida. El propio González aplicó el término "dibujar en el espacio" a una parte de su su obra, la que realizó con barra o varilla de hierro.