Image: Daniel Canogar

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Arte

Daniel Canogar, desafiando a la gravedad

10 abril, 2003 02:00

'Sin título', 2003. Vídeo

Daniel Canogar. Ingrávidos

Fundación Telefónica. Fuencarral, 3. Madrid. Hasta el 25 de mayo

El éxito artístico de Daniel Canogar (Madrid, 1964), al que considero uno de nuestros más firmes valores, se basa en un hasta ahora equilibrado balance de discurso conceptual y atractiva materialización del mismo. Fundamentalmente, ha trabajado sobre la difícil relación entre cuerpo y tecnología y sus avances en la asociación de escultura, proyección luminosa de imágenes e instalación han tenido un justo eco internacional. Ahora presenta el proyecto Ingrávidos en la Fundación Telefónica, tras su reciente muestra sobre el ojo, el movimiento y la visión en Helga de Alvear, que incluía también fotografías manipuladas digitalmente de la serie Gravedad cero, vinculadas muy directamente a esta nueva exposición. Lamento tener que decir que, en esta ocasión, no ha logrado en absoluto equilibrar propuesta teórica y realización material.

Si normalmente hablaríamos de una publicación que acompaña a una exposición, aquí tendríamos que invertir los términos. Canogar ha volcado sus esfuerzos en la redacción de un texto minuciosamente documentado sobre la experiencia de la flotación en el mundo contemporáneo: historia de la astronaútica, de las montañas rusas y otras atracciones vertiginosas, “cine de atracciones”, máquinas de simulación de caída libre y de vuelo, parques temáticos sobre la conquista del cosmos, proyectos de vuelos turísticos y hoteles espaciales... que le sirve para enunciar apenas la similitud entre el universo de la representaciones y el estado de ingravidez en esta cultura de simulación y espectáculo y declarar al astronauta metáfora idónea del espectador contemporáneo. La traslación de toda esta investigación a la experiencia artística es muy somera en el escrito pero es mucho más decepcionante en la propia exposición. Conociendo la capacidad de Canogar de intervención en el espacio, sorprende que se haya limitado a proyectar sobre paredes (o en alguna esquina) y soportes planos suspendidos del techo imágenes muy corrientes de esas atracciones (cámara de caída libre, piscinas, puenting, jaulas giratorias, montañas rusas, etc). No encontramos, y no era con seguridad la intención del artista, ninguna referencia a la voluptuosidad o el misticismo asociados a la levitación o el vuelo, pero es que ni siquiera sentimos la ingravidez, el vértigo, la náusea, el miedo o la velocidad que sí se esperan de tales mecanismos.