ANGELES GONZALES

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El Cultural

Ángeles González-Sinde: "En mis novelas evito todo lo cinematográfico"

Ángeles González-Sinde ha escrito Después de Kim para averiguar en qué consiste quererse.

7 junio, 2019 13:13

¿Qué libro tiene entre manos?
Siempre tengo varios. Estoy terminando La musa intrusa de Gonzalo Suárez y empezando A finales de enero de Javier Padilla.

¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
Les doy al menos 50 páginas, ahora bien, si contienen muchas descripciones de paisajes, por ejemplo, me desaniman.

¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
Con el narrador de En busca del tiempo perdido, con la protagonista de Nada de Carmen Laforet.

¿Recuerda el primer libro que leyó?
El primer libro sin ilustraciones que leí fue la Historia de Hellen Keller. Me entusiasmó. Antes de eso leía muchos cuentos con dibujos. Mis favoritos, los de Richard Scarry. Y Mafalda, claro, aunque no entendiera todo.

¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura?
Leo todas las noches en la cama. Me gusta acostarme pronto y leer, en Kindle y en papel. También por la mañana temprano. Y leo en inglés, italiano o castellano.

Cuéntenos la experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
Cuando de adolescente nuestra profesora nos llevó a ver Sueño de una noche de verano en versión de Lindsay Kemp. También cuando mi padre dirigía el Festival de Otoño y trajo un torneo de Sumo al Palacio de los Deportes y teatro japonés al Albéniz. Tan ajeno, tan distinto.

Dice usted que su nueva novela, Después de Kim, es una exploración sobre la pareja.
Sí, quería saber qué queda después de que un matrimonio se ha roto. En qué consiste quererse. También habla de la ausencia y de la pérdida. Es una constante en mi obra.

¿Y lo ha averiguado? Porque su libro destila introspección.
Creo que lo he averiguado. En la novela doy mi versión, y lo que queda, o debería quedar, es un sentido de familia. Un ex es, al fin y al cabo, un pariente.

¿Qué le ha prestado la cineasta a la novelista que hay en usted? ¿Quizá el ritmo cinematográfico?
Para nada. Si escapo a la escritura de cine con las novelas es para evitar todo lo cinematográfico. Con eso hay mucho malentendido. El cine es lo opuesto a la literatura. Del guion he adquirido un método de trabajo, constancia, rigor, no ser autocomplaciente y no temer las reescrituras.

¿Le ha servido la escritura de bálsamo contra el dolor?
Es más un salvavidas, el de un náufrago en el océano. Es un modo de enfrentarme al mundo, descifrarlo y construir algo útil con lo incomprensible.

¿Su paso por la política le produjo muchos sinsabores?
Fue duro, pero aprendí muchísimo y cuando aprendo todo me compensa. Fue una experiencia que me transformó en muchos aspectos, me enriqueció humanamente.

¿Le importa la crítica, le sirve para algo?
No leo críticas desde que estrené mi primera película como directora, La suerte dormida. Fueron malas, me deprimieron y me bloquearon durante meses. Entonces un director mayor me explicó que no hay obligación de leerlas y me liberé. Mis amigos lo saben y no me las cuentan.

¿Entiende, le emociona el arte contemporáneo?
Generalmente sí.

¿Cuál ha sido la última exposición que ha visitado?
La de Tetsuya Ishida en Madrid.

¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
De muchos. Me parece la mejor manera de gastar el dinero. Me encantaría un cuadro de Sicilia, una escultura de Susana Solano o una instalación de Daniel Canogar.

¿Qué película reciente le ha impactado?
Erde, un documental, en el Festival de Cine Medioambiental de Canarias. Va de explotaciones mineras, canteras y de cómo los humanos estamos alterando la tierra.

¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me gustan mucho los paisajes de nuestro país. Quizá porque soy de ciudad y no tengo pueblo, cuando viajo en coche, el campo me deslumbra. También me gusta nuestra herencia africana: que los españoles seamos tan sociables y tengamos esa capacidad para adaptarnos.