Image: Estefanía Meana

Image: Estefanía Meana

El Cultural

Estefanía Meana

"El arte contemporáneo tiene muchos problemas de conservación"

27 febrero, 2016 01:00

Estefanía Meana

Estefanía Meana, coleccionista de videoarte, acude a ARCO estos días en busca de nuevas adquisiciones.

Estefanía Meana (Bilbao, 1971) es hija de un destacado coleccionista de arte contemporáneo, Fernando Meana. De él heredó la vocación y hoy, además de gestionar el patrimonio artístico familiar, posee una de las colecciones de videoarte más importantes de España. Pocos se atreven aún con este formato, que conlleva unos requisitos de copia, conservación y exhibición muy específicos, aunque poco a poco se abre paso en museos y galerías.

Pregunta.- ¿Qué busca este año en ARCO?
Respuesta.- Nunca busco nada en concreto. Compro si veo algo que me guste y que encaje en mi colección.

P.- ¿ARCO es un buen sitio para comprar piezas de vídeo?
R.- ARCO no es el mejor sitio para ver ni comprar vídeo, pero sí un buen sitio para contactar a los galeristas que trabajan con artistas que te interesan.

P.- ¿Por qué se especializó en videoarte?
R.- Quería explorar un formato que complementase la colección familiar y me pareció que el vídeo era un ámbito en el que podía crear mi propia identidad como coleccionista. Además era consciente de los problemas de almacenaje y logística que tiene nuestra colección; en este sentido, el vídeo tiene la ventaja de ser etéreo.

P.- ¿Cuáles son las principales diferencias entre coleccionar pintura o escultura y coleccionar vídeo?
R.- Coleccionar vídeo requiere más tiempo, es más difícil encontrar piezas, y hay que establecer acuerdos con los artistas y los galeristas sobre las condiciones de mantenimiento, conservación y exhibición, y hay que lidiar con la obsolescencia tecnológica asociada a la reproducción de vídeo. Aunque en realidad todo el arte contemporáneo en general plantea muchos problemas de conservación.

P.- Supongo que coleccionar vídeo es más íntimo que coleccionar otro tipo de obras que se cuelgan de una pared o se instalan en el centro de una habitación.
R.- Sí, esa es parte de su magia: es muy personal, muy íntimo. Alguien que venga a mi casa solo sabe que colecciono vídeo si yo quiero contárselo. Eso encaja bien con mi personalidad.

P.- ¿Qué tiene que tener una pieza de vídeo para ser digna de estar en su colección?
R.- Me tiene que gustar estéticamente y resultarme interesante conceptualmente. Casi todas las obras de mi colección tienen una importante carga conceptual.

P.- ¿Y qué tipo de conceptos le interesan?
R.- Depende del momento que esté viviendo personalmente. Al final las colecciones hablan más de sus dueños que de arte, pero por lo general las obras que compro suelen ser bastante políticas, aunque también hay otras más poéticas.

P.- ¿Y qué clase de artistas: jóvenes, consagrados, españoles, extranjeros...?
R.- Hay de todo. Tengo la ventaja de que me puedo mirar en la colección de mis padres y ver qué cosas pueden dialogar con ella. Lo que más me limita es el dinero. La mayoría de mis adquisiciones son de artistas jóvenes, ¡ya me gustaría tener más de consagrados!

P.- ¿Hay una frontera clara entre el cine experimental y el videoarte?
R.- Es una línea muy difusa. A veces es complicado diferenciarla, pero creo que cada vez hay menos cine de autor y más cine comercial y eso va a establecer una dicotomía más clara entre cine y videoarte.

P.- ¿Qué situación vive el videoarte?
R.- La situación del videoarte es complicada porque es un formato complejo, pero va cobrando cada vez más fuerza en las galerías igual que pasó en su momento con la fotografía. Es una evolución natural de los formatos. Creo que pronto será aceptado por todo el mundo. Alguien me dijo hace poco que el MoMA presentó recientemente sus últimas adquisiciones y todas eran vídeos.

P.- ¿Que el vídeo vaya cobrando más presencia en el panorama artístico depende de la voluntad de los artistas o de que haya una mayor demanda por parte de galerías y museos?
R.- Si un artista quiere hacer vídeo, lo hace, independientemente de la demanda. Si eres un superartista, cualquier cosa que hagas la vendes. Por ejemplo, William Kentridge hizo una exposición en España hace poco y se vendía un vídeo suyo muy caro. La gente más joven también tiene libertad porque no piensa en el mercado, no está mediatizada por la demanda. Quizá el artista intermedio es el que tiene más presión.

P.- ¿Cuántas copias suelen vender los artistas de sus piezas de vídeo?
R.- Depende. Yo solo compro obras que tengan como máximo cinco copias.

P.- Cuando se compra vídeo, se firma un contrato con los artistas sobre las condiciones de conservación y exhibición. ¿Qué suelen exigir ellos?
R.- Algunos exigen ir a montar la pieza cada vez que se vaya a exhibir en público. Además hay obras que se reproducen en una pantalla normal, pero otras son instalaciones. Por ejemplo, una de las obras de mi colección se tiene que exhibir en una sala pintada de negro.

P.- ¿Qué artista le ha exigido las condiciones más rigurosas?
R.- Ryoji Ikeda. Me exigía tantas cosas que hubo un momento en la negociación que estuve a punto de decirle que ya no quería la obra. Me preguntó hasta qué proyector tenía yo en mi casa.

P.- ¿Cómo le entregan las obras que compra? ¿En un dispositivo USB, en un DVD...?
R.- Es un momento muy duro cuando haces una transferencia de mucho dinero y después te llega a casa un simple USB. Piensas: "¡Ay, dios mío! ¿Qué he hecho?".

@FDQuijano