Image: Clara Obligado

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El Cultural

Clara Obligado: "En literatura, todavía estamos atados por los nacionalismos"

23 febrero, 2015 01:00

La muerte juega a los dados (Páginas de Espuma) no es un libro de relatos al uso. Su autora, Clara Obligado (Buenos Aires, 1976), cuenta la historia de una familia, los Lejárrega, en una veintena de relatos que atraviesan varias generaciones. ¿Una novela? La escritora se apresura a corregir: "No he escrito una novela; la novela, si acaso, le corresponde montarla al lector". La intención de Obligado, autora de El libro de los viajes equivocados y Salsa, era, dice, tensionar el género, que el libro, siendo un conjunto de relatos, pudiera leerse como una novela y que ésta fuera, al mismo tiempo, novela policiaca, histórica e, incluso, sentimental.

Pregunta.- En su libro los personajes adquieren una entidad difícil de conseguir en la narrativa breve. ¿Era su intención escribir un libro en el que los personajes latieran como los de una novela, es decir, un libro de cuentos que no tuviera las limitaciones propias del género?

Respuesta.- Bueno, en el relato también puedes hacer que los personajes sean, digamos, de carne y hueso: Alice Munro lo hace, si bien es verdad que en relatos más largos. A mí este libro me tiene muy contenta porque me ha permitido sacar a la novelista que soy, y a la vez a la cuentista. Y creo que he podido avanzar en el género.

P.- ¿Es necesaria esa búsqueda de nuevos caminos?

R.- Sí, yo creo que estamos en un momento en el que no hay por qué repetir las estructuras viejas.

P.- ¿Cómo fue la gestación del libro? ¿Tenía claro la peripecia de los personajes a lo largo de todos los relatos?

R.- El proceso fue complicadísimo. Lo escribí como un libro de cuentos, o sea que no está escrito en orden. Comencé a pensar el libro hace como diez años. Yo quería escribir algo como Lo que el viento se llevó, una cosa de 7.400 páginas más o menos [se ríe]. Pero después vi que no tenía ningún sentido. Entonces se me ocurrió forzar el cuento. Trabajé unos tres años en la escritura y un año en el montaje del libro, que es quizá lo más difícil. Fíjese que tengo unas quince o dieciséis versiones, cambiando todo de orden, poniendo y quitando cuentos...

P.- Uno de los géneros que sobresalen es el relato policiaco. ¿Se puede sacar el noir de la estructura clásica de una novela?

R.- Estamos de acuerdo en que el género negro es el colmo de la novela. Porque tú pones un muerto al principio y un enigma que se resolviendo. Pero, dicho esto, a mí me parece que los cuentistas podemos recuperar ese terreno cedido a la novela. A lo largo del libro hay una novela clásica, al estilo de Agatha Christie, y a la vez hay una deconstrucción del género policiaco, porque a partir de la mitad se empieza a ver que quizás no es tan importante quién es el culpable, y eso transgrede las leyes del género. Una novela no me hubiera permitido esos juegos.

P.- Desde el título se alude al azar, que ya estaba muy presente en El libro de los viajes equivocados.

R.- Sí... es un azar muy borgiano; es decir, un azar que también determinas tú. Tú no puedes evitar que suceda la Segunda Guerra Mundial, pero en ese marco puedes tomar pequeñas decisiones. Eso es lo que me interesa.

P.- Otro de los temas -por ejemplo, en "La huida"- es el modo en que la guerra o los regímenes criminales en los que la moral queda como en suspenso afectan a la gente común. ¿Le pesa su propia historia, la de la dictadura militar argentina, por la que tuvo que exiliarse?

R.- Desde luego. Yo trabajo mucho precisamente eso: la relación entre la macrohistoria y la microhistoria. En uno de los cuentos, en "El efecto coliflor", se dice que quizás lo importante no es quién mató a quién, sino qué le pasó a toda esa pobre gente. Ese es el núcleo de lo que quería contar en este libro.

P.- ¿Qué papel juega el sexo o el erotismo en su obra?

R.- Es muy importante. Yo he escrito novela erótica, de hecho gané el Premio Lumen con una. Me parece que el erotismo es aquello que podemos controlar, es lo que es nuestro. La sensualidad, el gusto por la naturaleza, los olores. Lo que nos acerca al animal.

P.- ¿Qué opina del boom de novela erótica? ¿Le interesa?

R.- Los booms al final son operaciones comerciales. De todas formas, habría que pensar que si la gente quiere erotismo es porque está muy cansada de lo duro que está vivir. No entiendo muy bien que se ataque eso; me parece que el sexo es una salida bastante digna. El erotismo es una especie de selfie: cuando todo se derrumba, miramos qué parte puede ser agradable.

P.- Una de las críticas a estos libros es, resumiendo mucho, que el sexo, como tema literario, no es válido. Lo es si nos sirve para reflexionar sobre otros temas, como la idea de posesión, la traición, etcétera. ¿Está de acuerdo?

R.- No, yo sí creo que es un tema. Un tema que nos interesa, y que interesa, por tanto, a la literatura, ya desde el Marqués de Sade. Lo que pasa es que somos un poco puritanos; y es curioso, porque solo ocurre con esta literatura dirigida a mujeres. También hay literatura de batallitas, pero dirigida a hombres, y nadie se mete con eso.

P.- Lleva en España desde 1976. ¿Cómo recuerda sus primeros años, tras abandonar tu país?

R.- No fue una experiencia sencilla. Se piensa de España que es un país hospitalario, pero esto no es verdad. En líneas generales, es difícil adaptarse. Para mí era una sociedad difícil, una sociedad que salía del franquismo, y nosotros veníamos de ciertos movimientos más abiertos. Y para mí fue un choque muy fuerte, tardé mucho en adaptarme.

P.- Uno de sus grandes temas es precisamente el exilio, con esa escisión entre América y Europa que recuerda a Henry James.

R.- Sí. De hecho Henry James es un autor al que yo leo muchísimo, porque me identifico con esa sensación de estar escindido. Esto está también en autores como Junot Díaz.

P.- ¿Tiene espacio esa literatura en España?

R.- No, y es curioso, porque ya hay bastantes autores escribiendo sobre el doble vínculo, la emigración. La emigración es un fenómeno tremendo que ya tiene su correlato literario, pero que no ha obtenido aún presencia. En la literatura inglesa es algo muy habitual; piense en Conrad. Somos escritores de frontera, y el mundo de hoy es un mundo de frontera. El capital, por ejemplo, no tiene país. Sin embargo, en literatura todavía estamos atados por los nacionalismos.