Image: Slavoj Zizek: No necesitamos profetas sino líderes que nos animen a usar la libertad

Image: Slavoj Zizek: "No necesitamos profetas sino líderes que nos animen a usar la libertad"

El Cultural

Slavoj Zizek: "No necesitamos profetas sino líderes que nos animen a usar la libertad"

10 octubre, 2014 02:00

Slavoj Zizek. Foto: Antonio M. Xoubanova

-¡Aquí Zizek! -exclama del otro lado del teléfono una voz con un patafísico acento inglés-. He leído sus preguntas y son muy interesantes, ¿podría darme veinte minutos para pensar? No me gustaría responder cualquier tontería. Resulta difícil no quedar hipnotizado al instante por Slavoj Zizek (Liubliana, 1949) este esloveno de sesenta y cinco años, autor de una obra compuesta por más de sesenta volúmenes de un material indefinible entre filosofía pura, psicoanálisis de corte lacaniano y neomarxismo, y en la que se mezcla la cultura más popular con la filosofía más elitista. Hitchcock frente Hegel, David Lynch reinterpretado desde Heidegger, desde la Universidad de Columbia hasta las arengas de Wall Street, Zizek se ha convertido en el canalizador del descontento y de la esperanza de algo más que unos cuantos miles, de toda una nueva generación.

El último libro de Zizek tiene un título particularmente apropiado: Acontecimiento (Sexto Piso) y además se prepara en estos meses la edición de su monumental lectura de Hegel Menos que nada (Akal), una obra de más de mil páginas de la que ya resuenan los ecos de unas ventas astronómicas en lengua inglesa. Suena el teléfono una vez más.

- ¿Quiere que responda todas directamente o me quiere preguntar?
- Mejor charlemos, ¿no cree?
- ¡Claro!

- Empecemos si quiere por el prometedor título de su último libro. A pesar de llamarse pesimista, usted es más optimista de lo que parece reivindicando esta idea de “la aparición”, “el acontecimiento”.
- El acontecimiento es precisamente aquello que no puede ser creado, lo que nos sorprende. El mejor ejemplo que se puede dar de la idea de acontecimiento es enamorarse de alguien. Es algo contingente, sencillamente sucede, pero cuando uno se enamora su vida cambia por completo. Cuando uno se enamora lo primero que hace es reconsiderar toda su vida en perspectiva, como si se tratara de una preparación para ese momento milagroso. Pero lo importante no es tanto el acontecimiento en sí mismo sino la fidelidad con la que uno decide comportarse respecto a él. En el caso del amor, la fidelidad al acontecimiento consistiría, por ejemplo, en asumir por completo las consecuencias de haberse enamorado.

- El libro es también un estudio sobre la noción de “fantasía” y de su enorme importancia en nuestra forma de especulación intelectual. Usted afirma que lo real, para ser enteramente real, debe estar sostenido en la fantasía.
- La fantasía, para mí, no es algo opuesto a la realidad. La realidad, lo que tomamos por nuestra realidad ordinaria está siempre constituida de una manera ideológica y la fantasía es la estructura fundamental de sentido que permite que se sostenga como realidad. En términos psicoanalíticos podría definirse como “el trauma”. Lo real es, por tanto, lo que sucede cuando perdemos nuestro sentido de la realidad.

Zizek, “pensamiento en la boca”

Zizek habla renqueante, como si siguiera a ratos con dificultad, a ratos con una velocidad iluminada, un brillante hilo mental. Al escucharle se tiene la emocionante sensación de estar asistiendo a un pensamiento en curso, un pensamiento “en la boca”.

- ¿Y hasta qué punto esa noción de la fantasía afecta a la construcción de los discursos políticos? Cuando usted dijo que “sólo una izquierda radicalizada puede salvar lo que merezca la pena salvar del legado liberal” ¿se refería también a ese desanclaje con lo real, a ese “trauma”?
- Todas las orientaciones políticas se fundan en la fantasía. El propio neoliberalismo es claramente una fantasía, la idea del mercado libre, el neopopulismo anti-inmigratorio, ver a los extranjeros como un peligro es también una fantasía, proyectamos nuestro propio antagonismo sobre la figura del extranjero.

El problema de la izquierda

- El problema de la izquierda contemporánea (sigue Zizek) es que está demasiado adherida a la fantasía. Supongo que decir esto me causará algún problema pero yo creo que es una fantasía dirigir la democracia con una mente local, comunal. A pesar de que a veces pueda funcionar a un nivel local esa no será la fórmula que nos acabará salvando. Creo que la nueva izquierda debería deshacerse de ese sistema, no digo que la política local no pueda hacer maravillas, digo tan sólo que no es la gran respuesta, tenemos que unirla a acciones a nivel global. ¿Cómo podemos, por ejemplo, frenar el cambio climático? Desde luego no con políticas locales, nadie se cree realmente que todo se arregla reciclando; pero así es como funciona la ideología: como si alguien nos dijera: “tú cumple con tu pequeña obligación, recicla”, cuando en realidad lo que necesitamos es un cambio radical en todo el sistema. La verdadera fórmula de una política radical sería lo que en psicoanálisis se denomina “atravesar la fantasía”, romper el encanto de la fantasía, reconocer que la fantasía que establece la realidad de nuestro sistema político es falsa, entender la falsedad que hay en ella.

- Es como “El reino espiritual de los animales” de la Fenomenología del Espíritu de Hegel del que habla en el libro: una humanidad atrapada en la interacción interesada de sí misma... Parece casi la visión de una humanidad atrapada en una situación perversa...
- Sí, pero la idea de Hegel es en realidad más ambigua. Lo diabólico es que si todos nos comportamos como unos brutos egotistas de ese modo acabaremos ayudando más a la sociedad. Vuelve a ser una metáfora sobre el capitalismo: el mercado funciona a la perfección si cada uno de los individuos busca tan sólo su propio provecho, esa es la idea de ese “reino espiritual de los animales”.

- A principios del siglo XX la gente necesitaba mitos, a principios del XXI la gente parece estar más necesitada de profetas. ¿Alguna vez se ha sentido como si proyectaran sobre usted la necesidad de un profeta?
- Es verdad que el siglo XX ha sido un siglo necesitado de mitos, pero mi opinión es que hoy no necesitamos profetas sino líderes, y cuando me refiero a líderes me refiero a líderes no autoritarios. Un verdadero líder no da órdenes, no le dice a la gente lo que debe hacer, un verdadero líder anima a hacer uso de la libertad. Dice “podemos hacerlo”. Ya sé que estoy empezando a sonar como Obama, pero no lo digo en el sentido de Obama sino en el de Mao Tse Tung, aunque conozco muy bien los horrores que provocó, me refiero al principio de la revolución cultural, cuando arengó a la gente diciendo: “Tenéis derecho a rebelaros”. Aristóteles dice en la metafísica que en cierto punto los esclavos son más libres que los hombres libres, es verdad que están subordinados pero también que no siente la presión interior del deber. Nosotros somos esclavos, disfrutamos de nuestras pequeñas elecciones libres pero en términos globales recibimos unas coordenadas impuestas, aquí es donde entra de nuevo el sentido de un verdadero líder, no nos dice lo que tenemos que hacer, sino que nos confronta con el deber de hacer algo.

El limpiador de chimeneas

La respuesta acaba casi bruscamente porque el teléfono móvil de Zizek cae al suelo. El tono de voz había ido subiendo con tal apasionado ímpetu que por un instante casi da la sensación de que se ha olvidado por completo de que lo tenía en la mano. Aprovecha quizá para escurrir el bulto de la parte personal de la pregunta, por eso contraataco.

- De pasada comenta en su libro la ingeniosa clasificación que en 1843 Kierkeegaard hizo de la humanidad, dividiéndola en tres grupos: policías, sirvientas y limpiadores de chimeneas. ¿En qué grupo se encontraría Slavoj Zizek?
- Eso sí lo tengo clarísimo: limpiador de chimeneas. Policías y sirvientas se definen por una diferencia sexual, hombres frente a mujeres, y también se puede aplicar una clasificación social, o los grandes opuestos, fundamentalismo contra liberalismo, por ejemplo. Un limpiador de chimeneas es alguien que se pregunta: ¿es verdaderamente esa la oposición que hay que establecer? ¿Realmente el fundamentalismo se opone al capitalismo global? Por supuesto que sí en el sentido de que son enemigos pero la paradoja básica es que el fundamentalismo actual está generado por el orden del capitalismo global, es la reacción provocada por su existencia. Eso es lo que hace el limpiador de chimeneas: problematizar la oposición, es la tercera pata, el verdadero elemento subversivo.

- Max Weber escribió en 1904 La ética protestante y el espíritu del capitalismo, ¿cuándo escribirá Zizek La ética taoísta y el espíritu del capitalismo global?
- Quiero que quede claro que yo no estoy en contra del verdadero budismo oriental, en realidad el problema es ese budismo occidental que parece haberse convertido en la principal opción espiritual de la gente educada de nuestra era. La inmensa mayoría de los jóvenes gerentes de grandes firmas capitalistas se consideran budistas, practican meditación trascendental, las dinámicas actuales son tan rápidas que los humanos ya no somos capaces de seguirles la pista, cognitivamente somos incapaces de saber en qué consiste este nuevo mundo, el sentido budista permite la distancia que no permite la vida, hace que la gente pueda sobrevivir: no te tomes en serio la realidad, no es más que un juego de sombras. No creo en los que aseguran que el budismo es un camino apropiado para escapar de la locura occidental, todo lo contrario, con el budismo no se escapa, se funciona mejor, uno no se vuelve loco y se convierte en alguien más apropiado para vivir precisamente en una realidad capitalista.

Los sueños de otro

Los vampiros pertenecen a la clase ilustrada, viven entre nosotros, mientras que los zombis son los desclasados"

 

- Cita usted una frase maravillosa de Deleuze con una inquietante carga política: “Si estás atrapado en los sueños de otro, estás jodido” (“Si vous êtes pris dans le rêve de l`autre, vous êtes foutu!”).
- ¿Sabe en qué momento se me ocurrió esa idea? Durante la terrible guerra civil de Yugoslavia, hace más de diez años. Había una cierta idea de los Balcanes que pertenecía a una mitología occidental, de repente nos vimos atrapados en el mito de otras personas. Esa fantástica idea de Deleuze también se puede aplicar al amor: lo que es angustiante del amor es sentirse atrapado en el sueño de otra persona, es una situación espantosamente opresora y hasta espeluznante, lo peor del amor es descubrir que uno es víctima del amor de otra persona. Creo que esa es otra de las fórmulas de la sociedad postotalitaria que nos tocó vivir, nos vimos envueltos de pronto en los sueños de los lideres estalinistas.

- Es muy interesante su revisión contemporánea de la idea de sujeto post-traumático de Lacan. ¿No se cansa de ser optimista?
- (Ríe) Las mismas razones que me hacen pesimista son las que me llevan al optimismo. El nuevo sujeto postraumático es el que sobrevive pero es despojado de toda su identidad, desde el Alzheimer hasta la victima de una tortura o una catástrofe natural o de una crisis económica. El sujeto sobrevive pero como un muerto viviente, despojado de su sustancia vital. Yo lo tomo como un elemento positivo; para poder renacer uno debe pasar por ese punto de convertirse en un muerto viviente. En cierto sentido el precio de la verdadera libertad es haber sido, en algún punto, un muerto viviente. Es el caso de la India tras la colonia británica, solo a través de esa caída se hizo posible la idea de una nueva India, fue terriblemente violento pero al mismo tiempo habilitó el espacio para la libertad, la nueva India no pasaba sólo por regresar a una India precolonial. El mismo cine de Hollywood tiene también una idea muy aproximada de esa noción lacaniana del sujeto postraumático en la distinción que hace entre las dos ficciones de la vida más allá de la muerte. Hollywood distingue entre vampiros y zombies en una lucha ancestral: los vampiros pertenecen a la clase ilustrada, viven entre nosotros, son inteligentes y sofisticados, pueden pasar inadvertidos, mientras que los zombies son los desclasados, caminan y se mueven con torpeza, nunca podría pertenecer a nuestro mundo. Los zombies son precisamente los que mejor encarnan esa noción del “muerto vivo”.

“Odio a Gaudí”

- Y ahora, para acabar, la cuestión filosófica más peliaguda de todas: ¿Cuándo le tendremos de nuevo por España?
- (Ríe) No lo sé. Hubo un tiempo en que estuve pensando en trasladarme a un pequeño pueblo que estaba al norte de Barcelona. Estuvimos buscando casa, me encantaba la idea de estar en el campo y al mismo tiempo cerca de la ciudad. Hoy sería imposible por mis hijos. Pero hay algo que no me gusta nada de Barcelona, supongo que la gente se enfadará, pero odio a Gaudí. ¿Sabe lo que decía George Orwell en Homenaje a Cataluña? Decía que lo único que no les perdonará a los republicanos es que antes de salir de Barcelona no dinamitaran los edificios de Gaudi. (Ríe) Yo estoy de acuerdo... He de reconocer que Galicia también me encantó, me gustan los climas húmedos...

Cambiamos, durante la última larga media hora, la Fenomenología del espíritu de Hegel por la costa gallega, a Kierkegaard por la centolla y el sujeto post-traumático por el queso de tetilla. Zizek suena en todo caso, muy parecido, humano y perdido en la nebulosa de su propia argumentación, sabio y mundano, iluminado y neurótico, como un verdadero limpiador de chimeneas esloveno en una fábula con moraleja pendiente.

Bibliografía de la Z a la Z

La producción bibliográfica de Slavoj Zizek es pantagruélica y caótica. Goodreads, la comunidad de lectores de referencia, recoge 318 libros suyos en numerosos idiomas, aunque algunos son compilaciones de artículos o pequeños tratados de ocasión de los más variopintos temas, desde los atentados del 11 de septiembre a Trotski, pasando por Wagner, Hitchcock o el cristianismo. En España, la editorial Akal ha sido la principal difusora de su obra con un total de quince títulos, entre los que destacan Bienvenidos al desierto de lo real (2004), una reflexión sobre la atávica guerra contra el terrorismo iniciada por George W. Bush; En defensa de causas pérdidas (2011), una polémica reivindicación de las semillas de verdad ocultas en el túnel del terror de las revoluciones pasadas; Viviendo el final de los tiempos (2012), donde se identifican y se citan con su nombre los cuatro jinetes del apocalipsis de un capitalismo en crisis terminal; Lacan (2013), el rendido tributo que el discípulo Zizek y otros ilustres invitados rinden al maestro; o Pedir lo imposible (2014), en cuyas páginas picotea con tanta alevosía como inteligencia en los grandes conflictos de nuestro tiempo, de la Primavera Árabe al enigma norcoroeano. Y a la espera de traducción al español de la que presume es la obra de su vida, ese Menos que nada con más de mil páginas en torno a Hegel que publicará próximamente también Akal, otros editores se han sumado al festín de textos e ideas que salen del stajanovista taller del filósofo esloveno. Es el caso de Sexto Piso y su Acontecimiento (2014).