Image: Javier Ruibal

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El Cultural

Javier Ruibal

"Un cantautor no es un señor coñazo que canta cosas tristes con cuatro acordes"

18 diciembre, 2010 01:00

Javier Ruibal. Foto: Archivo

Mientras presenta la cuidada reedición de su disco 'Pensión Triana' actúa este sábado en Cádiz

Pensión Triana es un disco que ha pasado de mano en mano durante muchos años, que transporta al oyente a lugares en los que uno siente haber estado y que se queda en la memoria como si fuera un recuerdo propio. Ese recuerdo vuelve ahora a las tiendas (tiendas, tiendas, no ordenadores) en forma de disco libro en una edición ilustrada que celebra su décimo quinto aniversario, justo en un momento en el que su estilo, como cuando se grabó, se encuentra "muy arrinconado". Su autor, el músico Javier Ruibal, reconoce que es el que más satisfacciones le ha dado, y espera que se las siga dando a sus seguidores. Caribeño, árabe, flamenco, en él este cantautor que se aleja del tópico del calificativo pasea por la bohemia, la danza árabe y el amor juvenil como si de una historia en capítulos se tratase. Y vuelve a echar el colchón al suelo para presentarlo en distintas capitales españolas. Este sábado, Cádiz. Y luego Sevilla y Almería.

Pregunta.- Pensión Triana es su disco más emblemático ¿Qué significa para usted?
Respuesta.- En aquel momento, cuando lo grabé, se trataba de salvar un repertorio mío que estaba descatalogado y de añadirle algunas canciones nuevas. Vimos que era un disco muy festivo y alternativo, y lo cierto es que la gente lo ha convertido en el más querido de mi carrera.

P.- Lo reeditan con un plus, convertido en libro, ¿Es hoy necesario hacer así las cosas?
R.- Ya llevaba mucho tiempo con la mosca detrás de la oreja porque hoy volvía a ser un disco difícil de conseguir. Creímos oportuno reeditarlo para darle un aliciente nuevo, es un disco que ha corrido de mano en mano, así que quería que a la gente le mereciera la pena tenerlo original. Luego Santos de Veracruz lo ilustró y ha quedado muy bien, es de esas cosas que ya no se hacen y que justifican que no se te vaya la mano al ratón. Hay que devolverle a los discos ese plus, como ocurría con los vinilos, así es como nos vamos a salvar.

P.- También están por ahí las leyes... ¿o lo de las descargas no hay quien lo pare?
R.- El caso es que, mientras no haya una ley fuerte, va a seguir siendo un asunto peligroso. Y yo lo que veo es falta de ganas a la hora de legislar. Hasta que no llegue un momento en que las descargas cuesten dinero, como cuesta una llamada de teléfono, esto va a seguir mal. Si finalmente funciona este método, estará bien, porque cada uno podrá descargarse la canción que le guste.

P.- Con el tiempo, uno tiene la sensación de que Pensión Triana es un disco a modo de historia, con su principio, nudo y desenlace. ¿Por qué pasa eso?
R.- El azar influyó en la redondez del repertorio. En él estaba lo mejor que había compuesto hasta ese momento y seis canciones nuevas, factores que le daban un rango de coherencia. También se grabó en un momento en el que yo estaba muy centrado en mi propuesta de música fronteriza. Además, el hecho del directo influye, porque un directo es la verdad, en estudio hay mucho maquillaje, y lo siento por los productores. En Pensión Triana todos los músicos son excelentes y le han dado rotundidad a la forma de interpretar esas canciones. Son intérpretes arriesgados, de búsquedas, como lo son los jazzistas y los flamencos. Y eso que cuando se grabó había aquí un arrinconamiento de estos estilos por parte de las músicas modernas, pero hay en el trabajo una fuerza de haber tenido y de tener la razón.

P.- Y, sin embargo, cada tema es diferente. Se pasa de una historia de amor adolescente a la vida de la bohemia en las pensiones en un santiamén. También la música cambia mucho...
R.- Hay mucha variedad, toco tres frentes: la tradición árabe, la conexión con Centroamérica y el Caribe y los ritmos de África. Trato de que cada canción, una por una, se sostenga en el tiempo. Son todas piezas muy singulares, de esas que, cuando las acabas, sabes que son insustituibles, que no pondrías otra en su lugar.

P.- ¿Cuánto hay de verdad en las letras? Siempre está la duda de si existió la Pensión Triana...
R.- Cada letra sale de una frase sonora que se te ocurre, como Pensión Triana. A mí no me ocurrió nada de eso, es el relato basado en un montón de impresiones, no tanto vividas por mí sino por el entorno de artistas que vivían en ellas. Trato de escribir pequeños cuentos y la canción es el cuento más breve. Me gusta esa idea de que uno pueda pintar en la imaginación lo que está oyendo y verlo como una historia. Mi vida es mucho más tranquila. Me gusta emocionar, divertir, hacer reflexionar. Lo cierto es que no soy el padre de muchas de mis ideas.

P.- ¿El denostado calificativo de cantautor le pertenece?
R.- Hay gente que piensa que el cantautor es un tío coñazo que cuenta cosas tristes con pocos acordes, yo rechazo esa definición porque he procurado hacerme un músico y generar música que le devuelva a la música el privilegio que me da disfrutarla. Si la gente interpreta que ser cantautor es hacer canciones con vinculación con la poesía, ser independiente, al margen de las modas y buscar buenas canciones, entonces sí me interesa la etiqueta. Los cantautores han tenido una función de meros estrategas que buscan llegar al público, comunicar. Los hay que reivindican o, como yo, que no, aunque entre líneas se sabe cómo es mi ideología.

P.- ¿Cómo es el Ruibal de ahora y en qué nuevo material trabaja?
R.- Soy un individuo que asiste a lo que le pasa en la vida como un espectador. Siento, como cualquiera, que formo parte de un experimento. Pero en mitad de todo uno adquiere mejor oficio. Mi evolución es ir acumulando experiencias, mejores maneras en la música y en los textos, ser más neto, más conciso y no perder de vista el hecho de que una canción son dos cosas, una música y una letra, que deben sostenerse independientemente, tener buena factura. Del nuevo material, estoy por sacar la próxima primavera otro directo con la Orquesta de Córdoba que espero que mi público entienda, porque es algo distinto a lo que he hecho hasta ahora. Es una propuesta en la que se percibe que entre la música impresionista española y mi modo de cantar hay una conexión. Javier López de Guereña, que se encarga de los arreglos, sugiere que yo tengo mucho que ver con esos músicos, solo que pertenezco a otro tiempo.