Fernando Ortiz no encaja en el molde clásico del enólogo de Ribera del Duero. Es enólogo, sumiller y DJ (sí, han leído bien, DJ), y lleva años demostrando que se puede mirar a la tradición con ojos contemporáneos.
Desde Aranda de Duero, al frente de Territorio Luthier, ha construido un proyecto pequeño, casi artesanal, que se ha convertido en referencia para quienes buscan vinos finos, frescos y pensados para envejecer despacio, lejos de las modas y de los excesos.
Junto a su socia Cristina Alonso arrancó en 2009 con una idea muy clara: recuperar el espíritu de los grandes riberas clásicos, apoyarse en viñedos viejos, en técnicas tradicionales y en el trabajo paciente con barrica, incluido el roble español Quercus Pyrenaica de su gama Hispania.
Bodega Territorio Luthier en Aranda de Duero
Su manera de entender el vino se parece mucho al oficio del lutier que da nombre a la bodega. Se trata de cuidar cada detalle para que la botella, como un instrumento, suene con elegancia y emoción durante muchos años.
Ese enfoque, que combina autenticidad, sensibilidad y una búsqueda casi obsesiva de la delicadeza, ha terminado por llamar la atención fuera de la comarca. El crítico británico Tim Atkin lo ha nombrado Enólogo del Año en su Informe Ribera del Duero 2025, un reconocimiento que se suma a los excelentes resultados obtenidos en la Guía Peñín (ha sido la bodega con más vinos por encima de los 95 puntos de la denominación) y le sitúa como uno de los grandes nombres de la nueva generación que está redefiniendo la región.
La noticia del nombramiento, confiesa, le pareció casi una fantasía: “Que una bodega tan pequeñita como la nuestra, con estos vinos tan especiales, tan diferentes a lo que es Ribera del Duero, llame la atención de Tim Atkin me parece una declaración de intenciones, una forma de decir que la nueva Ribera está en plena forma”.
Más que un título personal, Ortiz lo vive como un espaldarazo a esos proyectos “únicos, distintos, con alma”, a una forma de entender el vino que Territorio Luthier lleva años defendiendo sin hacer ruido. “Ha sido una grandísima suerte que Atkin se fijara en nosotros y todo un honor y un reconocimiento gigantesco hacia esta forma de entender los vinos”, añade, todavía con una mezcla de incredulidad y gratitud.
Fernando Ortiz
Equilibrio entre tradición y frescura
Su estilo suele definirse como un equilibrio entre tradición y frescura, pero él prefiere hablar de continuidad: “La Ribera tiene muchas formas de entenderse, y para mí el camino que realmente hace grande a una bodega es la autenticidad, el ser único y, sobre todo, esa búsqueda de la delicadeza y la elegancia”.
Fernando Ortiz no siente que esté reinterpretando Ribera del Duero, sino retomando el hilo de los vinos de los años 60 y 70: “No creo que estemos haciendo algo distinto, simplemente es una línea continuista con lo que era la Ribera de antaño, esa búsqueda de vinos con gran longevidad, con mucha frescura, fáciles de beber, delicados, envolventes y que produzcan sensaciones y que tengan alma”.
De ahí que a Territorio Luthier muchos lo encuadren en esa 'Ribera del Renacimiento' que recupera valores esenciales: autenticidad, elegancia y una personalidad reconocible.
Escuchando a la viña y al clima
En el viñedo, la palabra clave es recuperación: “Nuestra forma de trabajar, tanto la viña como el cambio climático, ha condicionado muchísimo las elaboraciones y la forma de hacer de estos últimos años”.
Ortiz defiende los viñedos antiguos y las mezclas históricas como respuesta natural al cambio climático, rescatando variedades como garnacha, bobal, viura o malvasía para dar lugar a vinos multivarietales con un equilibrio “especial y único”.
“Si antiguamente se plantaban era por algo, ¿no? Yo creo que la adaptación al cambio climático viene de recuperar la tradición y los consejos de los abuelos, que ahí es donde realmente está la clave”, sentencia.
Fernando Ortiz en el viñedo
Esa escucha se extiende a la propia viña, a la que reivindica como un ser vivo al que hay que respetar: “Lo que me dicen simplemente es de un respeto y de un cuidado máximo y, sobre todo, de un respeto a la naturaleza y a las plantas; que el uso indiscriminado de productos químicos no favorece para nada la creación de grandes vinos”.
Resume con pasión: “Lo que me dice la viña es que la cuidemos, que la tratemos, que la amemos y que no la llenemos de cosas químicas, y que la dejemos ahí trabajar, porque realmente en esas condiciones es como mejor se expresa”.
Cuando se le pregunta por vinos naturales y biodinámicos, no duda: “Yo creo que hacer vinos naturales que sienten bien, respetar la naturaleza, respetar las plantas, es el único camino, no creo que sea una moda”.
Para el enólogo de Territorio Luthier, elaborar vinos lo más naturales y sanos posible es una cuestión de coherencia y también de bienestar. “Cuanto más naturales, más sanos, cuanto mejor estén las viñas y de una forma más respetuosa con el medio ambiente hagamos vinos, mejor nos van a sentar, no solamente a nosotros, sino también a la naturaleza”.
Vinos bien hechos, insiste, vinos que, cuando los tomas, “te produzcan sensaciones, felicidad y que al día siguiente te levantes mejor que lo que estabas”.
Fernando Ortiz
En esta línea, Ortiz también celebra la creciente búsqueda de vinos con menor graduación alcohólica o más bebibles. “Esto es algo muy favorecedor para todo el mundo, porque al final elaborar vinos que se puedan beber mejor, que no peguen tanto, que te puedas pedir la segunda botella, es bueno”.
Recuerda que muchos riberas antiguos se movían en torno a 13 o 13,5 grados, muy lejos de las medias actuales de 14,5 o 15, y aboga por esa “vuelta totalmente necesaria” a perfiles más frescos, agradables y longevos. Le parece positivo que la gente pueda beber sin miedo, siempre que se mantenga la calidad de la uva: “Creo que los vinos están más buenos, son más frescos y más agradables con esas graduaciones, siempre que tengan una buena madurez”.
Entre todas las añadas, hay una que guarda en un lugar especial de su memoria: “Un vino que siempre me ha llegado al corazón es el Luthier Reserva del año 2012, la primera añada de Luthier; es el vino con más valor sentimental y probablemente uno de los mejores vinos que se hayan elaborado nunca en Territorio Luthier, y todavía sigue a la venta”. Lo describe como una botella que condensa esa mezcla de singularidad, emoción y capacidad de guarda que persigue desde el inicio.
Afinar el estilo sin dejar de explorar nuevos caminos
Mirando hacia adelante, lo que más le ilusiona a este viñador atípico es seguir afinando su particular estilo. “Que cada vez los vinos sean más delicados, más finos, más elegantes, con mayor capacidad de guarda, entender más nuestro territorio, nuestras viñas, comprender mejor el mundo del clarete, que para mí es algo apasionante”, destaca.
Pero no concibe esa evolución sin explorar nuevos caminos dentro de Ribera del Duero: “Creo que al final ese estilo es lo que más me pone, pero explorar nuevos caminos dentro de la Ribera va totalmente unido; porque si quieres hacer grandes vinos, finos, elegantes, especiales, tienes que innovar, tienes que ir por nuevos caminos, tienes que hacer nuevas elaboraciones”. Afinar e innovar, reitera, van de la mano.
Uno de los magníficos vinos de Territorio Luthier
Cuando intenta condensar qué busca transmitir con Territorio Luthier, Fernando Ortiz habla de emociones más que de parámetros técnicos: “Lo que busco principalmente es que la gente sienta cosas cuando pruebas nuestros vinos; que encuentre cosas que no son evidentes, para mí lo evidente es lo menos interesante, me gustan mucho las cosas que están pero que no se notan”.
Para ello, se obsesiona con las parcelas, con explicar cada viña en un vino, y reivindica valores como la sutileza, la elegancia, la finura y el “trago largo” como señas de identidad. “Esa búsqueda de la delicadeza, de lo especial, de lo único, se consigue a través de grandes uvas y de grandes terroirs, es la única manera que hay; la elaboración es un potenciador de esto, por eso es muy importante elaborar bien estas grandes viñas, volverse loco detrás de cada parcela, de cada uva, intentar explicar lo que hay en esa viña a través de un vino”.
Y si alguien se asoma por primera vez a Ribera del Duero buscando un vino accesible pero con alma, Ortiz lo tiene claro: “El vino que recomendaría a todo el mundo, y con el cual empezar a conocer Territorio Luthier, es Lara O Clarete; creo que es un vino accesible pero que tiene un alma tremenda, que tiene una cantidad de cosas que lo hace muy especial”.
Lo define como un vino fácil de beber, pero con una enorme carga emocional y una fuerte conexión con la tradición de los claretes de la zona, que forman parte del ADN líquido de la Ribera desde hace siglos. “Solamente por eso creo que es un vino que todo el mundo debería conocer; el que pruebe este clarete va a sentir una emoción de dos mil años de elaboraciones”.
Con el corazón rebosante de agradecimiento y el título de Enólogo del Año de Tim Atkin reluciente en la solapa, Fernando Ortiz deja en el aire de Territorio Luthier una promesa emotiva, la de seguir elaborando vinos que abracen el espíritu de la Ribera del Duero.
