En pleno casco histórico de Málaga, Palodú late como el sueño compartido de los chefs Cristina Cánovas y Diego Aguilar: una cocina sensible, técnica y profundamente andaluza, reinterpretada desde el presente.
El proyecto, que nació en 2014 como un gastrobar de barrio, se ha convertido con los años en un restaurante de alta cocina, exigente y emocional, donde se respira la madurez profesional y vital del equipo.
“Palodú ha crecido con nosotros. Hemos aprendido de los errores, de la gente y de cada plato. Lo que somos hoy es fruto de ese recorrido”, aseguran los responsables.
El equipo de Palodú es una pequeña familia
Su actual propuesta, centrada en el producto y la sostenibilidad, se expresa en dos menús degustación, Palodú y Alcazul, concebidos a cuatro manos y sin jerarquías. La cocina el reflejo de una sinergia poco común: dos miradas, un solo lenguaje.
Formados en cocinas como El Lago, Tickets, Tragabuches o Mugaritz y pareja dentro y fuera de la cocina, Cristina y Diego cocinan guiados por la emoción, la técnica y el respeto absoluto al producto.
Su “cocina dual” conjuga la intuición y la delicadeza de ella con la calma y el rigor de él, siempre con la tradición andaluza como raíz y la contemporaneidad como horizonte.
Uno de los platos del menú de degustación de Palodú
En sus platos conviven guisos, fondos y salsas que evocan memoria y territorio, reinterpretados con sutileza y precisión. Reconocido con un Sol Repsol 2025 y recomendado por la Guía Michelin, Palodú encarna el pulso creativo de la nueva gastronomía malagueña.
Porque si algo define a Palodú es la cercanía. En la sala, Nacho Maraña dirige el servicio con precisión y calidez, mientras Ana Cánovas, al frente de la bodega, interpreta el maridaje y acompaña al comensal desde la empatía.
Ana, sumiller y hermana de Cristina, completa un núcleo familiar que marca el tono humano y emocional del proyecto. Con más de doce años de experiencia en el mundo de la restauración, asegura que continúa formándose cada día en el universo del vino.
Ana Cánovas, sumiller de Palodú
La sumiller apuesta por pequeños productores, vinos artesanales y elaboraciones familiares, en coherencia con la filosofía de Palodú. Una carta no muy extensa, pero en constante evolución.
“Me gusta poner el foco en pequeñas bodegas y proyectos personales, en elaboraciones que respetan la viña y reflejan su origen. Mi objetivo es siempre el mismo: que a través de cada copa, el cliente pueda viajar a la viña”, afirma.
Una selección viva y cambiante que combina pequeños productores andaluces, referencias nacionales de corte artesanal y etiquetas internacionales que dialogan con cada menú, poniendo en valor la autenticidad y el origen.
Cava de vinos de Palodú
Carácter atlántico y alma familiar
“Uno de los vinos a los que más cariño tengo es Lousas, de la bodega Envínate”, comenta Ana Cánovas. “Se trata de un tinto de la Ribeira Sacra, elaborado con uva mencía procedente de viñas viejas”.
El proyecto Envínate nace del sueño de cuatro amigos que decidieron recuperar zonas vinícolas tradicionales, elaborando vinos honestos y accesibles para todos los públicos. Desde Canarias a Galicia.
Lousas, de Envínate
“Siento una conexión especial con la mencía porque es el nombre de mi hija. Para mí, Lousas se parece mucho a su carácter: es fresco y lleno de vida, con una energía que conquista desde el primer momento”, reflexiona. “Igual que ella, tiene mucha autenticidad, enamora y deja huella. Es un vino con personalidad propia”.
Elaborado por el equipo de Envínate en la Ribeira Sacra, este 100% mencía refleja la esencia atlántica del valle del Sil. Procede de viñas viejas plantadas en laderas de pizarra a más de 400 metros de altitud y se vinifica con mínima intervención, respetando la identidad del terroir.
Fermenta con levaduras autóctonas y permanece unos ocho meses en barricas usadas de roble francés. Con aromas de frambuesa, tierra húmeda y violeta, su boca es pura frescura y mineralidad: un vino auténtico, vibrante y profundamente emocional, como su propio nombre.
