Tras afianzar el éxito de restaurantes como Cañadío, La Bien Aparecida o La Primera, el exitoso Grupo Cañadío, con Paco Quirós y Carlos Crespo al frente, abre nuevo espacio. Y lo hace replicando uno de sus conceptos más afamados, el de La Maruca, que tras convertirse en lugar de peregrinaje en Velázquez, da la bienvenida a una nueva sede en el paseo de la Castellana. 

A pocos metros del emplazamiento elegido por el grupo, que antes ocupaba un local de La Vaca Argentina, se encuentran imprescindibles madrileños como Sacha, Asgaya, El Telégrafo, El Qüenco de Pepa o Rubaiyat. Ya son muchos fieles los que se han trasladado a rendir homenaje a este nuevo proyecto, esta vez enclavado en la zona norte de la capital. El barrio brilla por su esencia gastronómica y estamos seguros de que se convertirá en todo un distrito para los gastrónomos. 

La nueva Maruca: mismo sabor en un local impresionante

Con el mismo sabor de siempre, pero en un local el doble de grande, Quirós y Crespo vuelven a dar con la receta del éxito: un local agradable, confortable y cosmopolita, cocina cántabra sobresaliente, servicio a la altura y una estupenda relación calidad precio. Con estos antecedentes nada puede fallar y de hecho, nada lo hace. Si algo funciona, ¿por qué cambiarlo? 

Apenas lleva unas semanas abierto y en nuestra visita, para una cena temprana a las 20:00, el sitio estaba prácticamente lleno, manteniendo en todo el momento las distancias de seguridad y respetando aforos, pero sorprendentemente, en un martes frío de otoño, completamente lleno. Y es una verdadera gozada ver, que dentro de la situación que nos ha tocado vivir, la gente no pierde la esperanza, ni las ganas de disfrutar. 

En este nuevo local se apuesta por la felicidad del comensal y se hace en varios espacios destinados a tomar, desde un desayuno -abre a las 08:00-, el aperitivo, una suculenta comida, hasta una cena animada. Cuando uno entra en la nueva Maruca, le recibe una zona de barra. Aunque ahora esta no esté en funcionamiento por las restricciones, sí lo está una mesa grande de sillas altas y otras bajas para disfrutar de un picoteo informal.

El salón, de inspiración nórdica, cuenta con espacios de sillones y una chimenea o la sala propiamente dicha, que nos evoca esencia marinera con las fotos de la Bahía de Santander que visten sus paredes. Otro plus es que el restaurante cuenta con terraza climatizada, por la que por el día, se cuela luz natural a raudales. 

La Maruca Castellana: Aquí hay cocina

Desde que abriera sus puertas el primero de ellos en 2013, hace ya siete años, nadie ha puesto en duda que en el planteamiento de La Maruca, hay cocina. Y no es una cocina de grandes estridencias, sino una colección de platos sencillos, ricos, bien ejecutados y con buen producto de base. 

Con casi 40 años de experiencia en hostelería, desde aquel primigenio Cañadío que abría en 1981 en Santander, Paco Quirós y Carlos Crespo se han reafirmado, con cada apertura, como vehículo de traer a la capital la mejor cocina cántabra.

¿Su máxima? "Que el cliente repita y para ello, lo primero es ofrecerle regularidad", explican. Y para ello han apostado por una carta prácticamente igual a la de La Maruca Velázquez, diferente en número de platos, pero en la que se incluyen todos sus grandes éxitos. Sí, aquí podrás desayunar la fantástica tortilla de bonito y mayonesa de Cañadío, comer sus rabas de Santander o pedir de postre la tarta de queso que, con razón, les ha hecho famosos. 

IMG_3219

Pero no nos adelantemos. La carta arranca con un apartado de ensaladas y entradas frías, entre las que no faltan las anchoas de Santoña, que elaboran para ellos Fredo, la estrella del Norte y que acompañan con pimientos rojos asados y pan tostado crujiente, la terrina de foie que preparan ellos mismos y sirven con sobao pasiego laminado y tostado o la clásica ensaladilla rusa La Maruca.

En la sección de fritos y entradas calientes, alcanzan el nivel más alto sus cremosas croquetas de cocido, unos buñuelos en tempura de brandada bacalao, con su puntito de alioli que no tienen igual en la capital o las rabas, en su punto perfecto de cocción, con buena mordida y sin exceso de aceite. 

La cosa se sigue poniendo interesante con platos de cuchara -que acompañan de maravilla al otoño-, como una sopa de pescado, servida en dos tiempos o el cocido lebaniego en un solo vuelco. Esto quiere decir que, en un mismo plato, sirven la sopa con fideos, garbanzos, morcillo y tocino. El que busque un plato más contundente, puede optar por los callos a la Montañesa, potentes, pero igualmente suculentos.

Entre los pescados, la merluza es la reina y cuenta nada menos que con tres preparaciones distintas: a la crema con patatas panadera (plato de 1981), a la plancha con refrito y patatas o nuestra favorita, 'La Merluza de Rula', la original, que se prepara a la romana y se acompaña de una bilbaína tradicional y langostinos. Tal y como contamos en Cocinillas en nuestro artículo sobre La Primera, se convirtió en plato insignia del grupo cuando en La Maruca de Velázquez lo servían de aperitivo. Una parroquiana asidua al restaurante, a la que apodaban Rula, lo pedía cada día. Así se quedó el nombre de la Merluza de Rula. 

También podemos encontrar el confort y la calidez de un hogar en platos como las albóndigas de ternera con puré de patatas y guisantes o con un solomillo de cerdo ibérico al Cabrales. 

A nadie le amarga un dulce, y menos en los tiempos que corren. Aunque ya es difícil encontrar un restaurante en el que no sirvan una buena tarta de queso, la del Grupo Cañadío siempre guardará un lugar privilegiado en nuestro corazón. Fundente, templada, sabrosa, equilibrada y con un centro cremoso. No le queda a la zaga la tarta de limón o el flan de queso que bañan con miel. El final perfecto existe y está en la nueva Maruca Castellana. 

Más restaurantes nuevos en Madrid