Son pueblos y aldeas pequeños, algunos de ellos prácticamente perdidos en medio de entornos paradisíacos y, en algunos casos, la ubicación elegida para la existencia de algunos de los mejores restaurantes del país.

Precisamente, estas localizaciones, alejadas de las grandes urbes y que cada vez son más abandonadas por las nuevas generaciones de vecinos que deciden trasladarse a las primeras para tener más comodidades, resultan idóneas para hoteles y restaurantes de lujo, pues los precios más bajos en el rural les permiten construir mejores instalaciones con inversiones más comedidas que las que necesitarían en las grandes ciudades. También facilita el acceso al producto de la tierra, hasta el punto de que en muchos casos el restaurante puede permitirse tener su propia finca para abastecerse de vegetales.

También son idóneas para el cliente que busca lujo y descanso en un ambiente que le permita desconectar en contacto de la naturaleza a un precio competitivo.

Todo esto se ha visto favorecido en los últimos años gracias también a la mejora de las infraestructuras que conectan los grandes núcleos de población y que permiten que casi cualquier viaje entre dos puntos cualesquiera de España sea cómodo y seguro. Aunque a veces los últimos kilómetros hayan de hacerse por alguna carretera perdida en los mapas, no es nada si se compara con las carreteras de hace unos años.

Por poner un ejemplo, viviendo en Madrid, no creo que a día de hoy a alguien le de pereza coger el coche para hecer una excursión rápida hasta Pedraza (Segovia) y degustar un fabuloso cordero asado antes de regresar a la capital o de subir hasta Alpedrete para degustar las creaciones de Fernando Limón el La Sopa Boba.

Y esto no pasa solo en la capital, de hecho es muy frecuente que muchos de los mejores restaurantes de una ciudad se sitúen en las afueras de la misma, en sitios en los que se dispone de buen aparcamiento y a los que uno se desplaza no solo con la intención de comer sino de disfrutar de una jornada o de unas horas de descanso.

Pequeños pueblos, grandes restaurantes

Y a lo largo y ancho de esta España vacía, en esos pueblos que con el paso del tiempo uno no sabría decir si algún día estuvieron habitados por gente real o fueron el decorado de una película, hemos seleccionado un puñado de ellos que merecen mucho la pena.

Algunos no llegan ni al medio centenar de habitantes, otros algo más poblados, pero todos tienen algo en común, un restaurante o incluso varios, muchos de ellos con estrellas Michelin y con alojamiento propio que los convierten en destinos codiciados de todos los que nos gusta disfrutar de la buena mesa.

Algunos, como Larrabetzu (Vizcaya), te sonarán por las 4 estrellas Michelín que se concentran ahí gracias al trabajo del chef Eneko Atxa. De otros, como Castrillo de los Polvazares en el municipio de Astorga (León), es posible que nunca hayas oído hablar si no eres de la zona, pero es uno de los mejores destinos a los que te puedes dirigir si quieres degustar el auténtico cocido maragato, ese que dicen que se come al revés, porque se empieza por la carne y se termina por la sopa.

Por supuesto, son todos los que están, pero ni de lejos están todos los que son, pues en los últimos años, gracias al boom de las casas rurales, no son pocas las que ofrecen alojamiento y una propuesta gastronómica de altísima calidad. Estamos seguros de que hasta puede que conozcas alguna y si es así, puedes aprovechar los comentarios para hablarnos de ese sitio que te encanta.