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Un montón de sillas frente a un televisor. Juegos de cartas, cuentacuentos, música y, a veces, comida y bebida a precios asequibles. Estos eran los principales ingredientes del teleclub, un lugar de reunión en torno a la televisión que se popularizó en la España rural desde mediados de los 60.

Algunos aún permanecen abiertos, pero su esencia ha mutado. Lo que comenzó como un sitio donde poder ver el recién inventado televisor y fue aprovechado como herramienta de propaganda del franquismo, se ha convertido en el centro social y gastronómico de muchos pueblos.

"En los años 50 del siglo XX surgió un fenómeno a espaldas del régimen franquista que se dio con mayor incidencia en el área rural; viviendas, cuadras y locales de toda índole se utilizaron como improvisadas salas de televisión", cuenta Javier Martín Antón en Una revisión acerca de las salas de televisión en España y su incidencia en Asturias.

Pocos podían permitirse tener una televisión en casa, así que compartían entre todos la única que hubiese. Sin embargo, estas reuniones espontáneas, "carentes de ningún control", fueron vistas como un peligro a ojos de la dictadura, ya que en ellas podían surgir "debates ideológicos críticos con el Régimen", señala Martín Antón.

Entre prohibirlas o permitirlas, "el franquismo optó por una tercera opción: controlarlas", explica. Así nació la Red Nacional de Teleclubs, que llegó a contar con más de 4.500 repartidos por todo el país.

El Ministerio de Información y Turismo facilitaba a los asociados "un receptor de televisión de 24 pulgadas al tiempo que se programaban actividades teatrales, conferencias, bailes y, de paso, se aportaba una buena dosis de doctrina franquista", relata el historiador José Sánchez Conesa en un estudio publicado en la Revista Murciana de Antropología.

A aquellos locales que formaban parte de la red oficial, también se les entregaban materiales culturales como discos, tocadiscos, oleografías y carteles y se les abonaba gratuitamente a las revistas España Semanal y La Voz Social. Todo esto con el propósito de potenciar el espíritu nacional.

Hacia la autonomía comunitaria

No obstante, aquello que el régimen pretendía utilizar como herramienta de control se transformó en algo muy diferente: supusieron el inicio de un movimiento asambleario y fueron empleados para el nacimiento de ideas políticas.

Pero entre finales de los años 60 y principios de los 70, la gente empezó a poder permitirse tener una televisión en casa de forma generalizada, alcanzando la masificación completa durante la década de 1980. Los teleclubs habían dejado de tener sentido.

Por esta razón, trató de promoverse "que las corporaciones locales", como los ayuntamientos, "ocuparan el espacio que durante el franquismo habían ocupado las casas de cultura o los teleclubs", como bien relata el periodista Antonio Villareal. Muchos de ellos cerraron, pero otros resistieron adaptándose a las nuevas necesidades comunitarias.

El fenómeno de Lanzarote

En Lanzarote, por ejemplo, los teleclubs han experimentado un renacer increíble, convirtiéndose en un símbolo gastronómico de la auténtica cocina tradicional de la zona. Uno de los casos más emblemáticos es el del Centro Sociocultural La Tegala, en Haría, regentado por Juan David Romero desde hace 25 años.

Romero, a diferencia de otros gerentes de teleclubs que proceden de la ganadería o la construcción, se ha dedicado siempre a la hostelería. Por ello, se propuso mejorar la oferta culinaria del local, ofreciendo a los clientes deliciosos platos caseros típicos, como caldo de millo, cabra fresca estofada o garbanzada, entre otros.

El interior del teleclub La Tegala en Haría. Tripadvisor

Un propósito que Juan David alcanzó con gran éxito, como demuestra la visita del reconocido chef José Andrés al establecimiento en 2022. El cocinero, poseedor de dos estrellas Michelin, elogió su potaje canario y se quedó prendado de la tarta de queso de cabra y la mousse de gofio.

La clave del éxito radica en los precios populares y la calidad de la materia prima. "Es cuestión de elegir bien los proveedores, hay que ir al puerto cada día a ver la mercancía y compararla, no es lo mismo comprarla ahí que en el origen", cuenta Romero a COCINILLAS.

Aunque no todos los teleclubs de Lanzarote miman tanto la oferta gastronómica "la mayoría trabaja con tapas", aclara Juan David, hay algunos que están regentados por cocineros profesionales, como el de Los Valles. O el de Tao, famoso por su sancocho y dirigido por otro profesional de la hostelería que se cansó de trabajar en hoteles y restaurantes.

La función social en el norte peninsular

En el norte de España, los teleclubs mantienen más su esencia social original, aunque también incorporan elementos gastronómicos. Ana de la Eranueva y Daniel Marí, directores del documental Teleclub (2025), han retratado esta realidad en siete pueblos de la Montaña Palentina.

"En un bar la gente está más separada, pero el teleclub, al no estar tan dirigido al consumo, facilita mucho más el encuentro y permite el juego intergeneracional", nos dice Ana.

Un fotograma del documental 'Teleclub' de Ana de la Eranueva y Daniel Marí.

Además, los teleclubs norteños funcionan como "refugio climático en invierno", donde la gente acude "para reunirse y relacionarse, pero también para combatir el frío". Ana describe cómo allí "los inviernos son largos y duros" y el teleclub se convierte en la alternativa esencial: "Si no estás en casa, estás en el teleclub".

"Es un sitio muy sanador para la soledad", asegura Obal, un vecino de Quintanaluengos, en el documental de Ana y Daniel. Y una forma de tener un lugar de encuentro más allá de la iglesia los domingos. "Es como la antigua parroquia, aquí todo el mundo viene a confesarse", corrobora otro vecino de Villaescusa de las Torres.

En estos espacios palentinos, la gastronomía no tiene tanto peso como en Lanzarote. "La comida está más presente en actividades puntuales, de repente hacen una paella grande, o una barbacoa", cuenta Ana, pero el principal objetivo es la socialización.

El caso gallego: tradición y modernidad

En Galicia, el teleclub de Vilaboa, en Valdoviño, ejemplifica otra adaptación exitosa de estos espacios. Tamara Sabin y Silvia Rodríguez, sus gestoras, han logrado combinar la función social con una propuesta gastronómica que les llevó a ganar la 1ª edición del concurso 'Pasea e Tapea por Valdoviño'.

El establecimiento, que conserva su lareira tradicional gallega, funciona como centro social donde se organizan actividades de gimnasia y baile, entre muchas otras. "El bar se aprovecha de esas actividades y viceversa, muchas personas van al baile y luego se quedan a tomar algo", señala Tamara a COCINILLAS. 

La tapa del Teleclub de Vilaboa que ganó la 1ª edición de 'Pasea e Tapea por Valdoviño'. Concello de Valdoviño

"Aquí también viene mucha gente mayor a jugar a las cartas, es una forma de reunirse con otros señores que a lo mejor no quedan en otro sitio", relata Tamara.

Este teleclub, como los demás, mantiene precios asequibles gracias a que pertenece a una asociación: "Tenemos un alquiler no muy alto y podemos compensarlo con otras cosas". 

Más que supervivencia, resistencia cultural

Lo que intentó usarse como "entretenimiento a cambio de propaganda" se ha convertido en un espacio de comunión donde se preserva la identidad local, se estrechan lazos y, en muchos casos, se ofrece una propuesta gastronómica que rivaliza con la mejor hostelería comercial.

Su mayor éxito ha sido preservar esa función primordial, tan inherentemente humana, que el régimen no logró sofocar: ser el lugar donde el pueblo se encuentra consigo mismo.