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El chef Martín Berasategui, que es una de las figuras más icónicas de la gastronomía mundial y uno de los chefs que más premios ha recibido en España - tiene diez estrellas Michelin-, compartió algunas reflexiones sobre la vida, el éxito y el trabajo en una entrevista en la que habló de los cimientos sobre los que se asienta su imparable trayectoria.

Fue hace algunos años en el canal de YouTube Momentos Project, donde, a lo largo de una emotiva conversación, el chef se abrió en canal al hablar sobre su filosofía de vida.

Lejos de atribuir su posición a un talento innato o a la suerte, Berasategui confiesa que no hay más secreto que el esfuerzo, la dedicación y una actitud de aprendizaje constante. Para él, esos son los verdaderos pilares de cualquier logro en la vida.

Todo se resume en la palabra “garrote”, un término que se ha convertido en una de sus señas de identidad y que hasta la RAE lo ha incluido en su diccionario. Su significado es “garra, fuerza, energía y amabilidad, ganas, hambre de hacer algo positivo”.

El Bodegón Alejandro, su “universidad”

La pasión de Berasategui por la cocina no nació en una escuela de hostelería, sino entre los fogones del Bodegón Alejandro de San Sebastián, la casa de comidas de su familia donde crecieron él y sus hermanos.

Nosotros a casa solamente íbamos a dormir”, explica, “hacíamos vida en el bodegón”. Desde niño, los sonidos y los aromas que emanaban de la cocina de carbón, los pescados asándose en la parrilla junto a su padre y el bullicio de los comensales se le “pegaron” al alma y marcaron la “banda sonora” de su infancia.

Todos los que se han criado en un negocio familiar en el que se trabaja de cara al público saben bien lo que eso conlleva. La infancia se vive entre personas de todo tipo. El caso de Martín no fue una excepción, personalidades relacionadas con el mundo de la cultura, deportistas rurales, pescaderos, carniceros… todos eran amigos de sus padres.

Para el chef, esta diversidad humana fue su “universidad”, el entorno donde aprendió “las primeras letras del abecedario no solamente de la cocina sino de la vida también”.

Una vocación desde la infancia

Desde muy temprana edad, el niño Martín supo que quería ser cocinero. No le gustaba estudiar, se aburría en el colegio; pero su familia, especialmente su madre y su tía, ya que su padre enfermó joven, lo animó a seguir su vocación.

A los 15 años lo sentaron y le preguntaron si realmente quería ser aprendiz de cocina, citándolo al día siguiente a las ocho de la mañana. Un hecho que el Martín adulto agradece.

La generosidad de sus padres le permitió seguir su pasión, incluso si eso significaba “suspender las diez” asignaturas para que lo expulsaran del colegio. Reconoce que esa libertad de elección, poco común a esas edades y en aquellos tiempos, fue crucial para que su carrera le haya permitido llegar donde ha llegado.

Sacrificio y más sacrificio

Si en algo coinciden todos los cocineros de éxito es en que no es un camino fácil, requiere un sacrificio inmenso. “Tienes que dejar de hacer un montón de cosas en la vida para ser buen cocinero”, afirma.

Al joven Martín le tocó renunciar a pasar tiempo con su grupo de amigos y al deporte para perseguir su sueño, ser “lo mejor que puedas ser en tu profesión y como persona”.

Para él, esto implicó -y sigue implicando- una vida de estudio constante. “Soy de los que estudia todos los días a mi manera, estudio todos los días en lo mío, en lo que me hace feliz”.

Incluso después de tantos años de trayectoria profesional, se considera “igual de aprendiz o más” que entonces, e insiste en que “aunque vivas tres mil años, este mundo te da tantas cosas que siempre se puede aprender”. Esta mentalidad inconformista, de buscar cada día el “siempre mejor” y ver “la botella siempre medio llena”, es un pilar de su trayectoria.

Trabajo en equipo y gratitud

Berasategui siempre ha sido un firme defensor del poder del trabajo en equipo y la gratitud. Cuenta que el Bodegón Alejandro se sostenía gracias a la ayuda desinteresada de amigos de sus padres que acudían cada quince días para arrimar el hombro con las tareas más duras.

A lo largo de la entrevista, Berasategui sostiene que decir “nadie te regala nada” es una falsedad. Él mismo fue avalado por el pastor Eusebio para su primer préstamo a los 21 años, un gesto que considera un golpe de “suerte” y que marcó el inicio de su expansión.

Ha contado con “un montón de personas importantes alrededor”, incluida su mujer, Oneka, a quien atribuye el 50 % de su éxito. Hoy, con varios restaurantes, insiste en que su éxito es fruto de los “equipazos” que lo hacen “grande”.

Su mensaje para los que empiezan: 80 % trabajo, 20 % talento

Explica Berasategui que siempre que da conferencias intenta insistir siempre en que el talento no es garantía de éxito. Cuando se le pregunta por el porcentaje de trabajo y talento en la vida, su respuesta es tajante: “el trabajo es el 80 por ciento mínimo y el talento es el 20 por ciento”. Se puede tener un talento innato, pero si no se trabaja, si no se entrena ese talento, no sirve de mucho.

A quienes se frustran cuando las cosas no salen a la primera, les recuerda que “a nadie le sale a la primera, ni a la trigésima”. Hay que luchar, hay que entrenar y hay que sacrificarse en la vida para ser algo. La vida está llena de dificultades, pero la clave siempre reside en la “actitud”.

El mensaje final de Berasategui es una oda a la perseverancia y a la importancia del camino, no solo al destino final. “La vida es súper bonita si haces lo que te gusta y tienes la gente alrededor a gusto”, sentencia.