El casco histórico de Avilés ha renacido una joya de la repostería asturiana que durante décadas formó parte del alma de la ciudad y que corría el riesgo de caer en el olvido, pero finalmente la nostalgia ha vencido.
Ya son treinta los años que han pasado desde que la Confitería Galé cerrara sus puertas, y con ello, su mantecado, el dulce más emblemático de la Villa del Adelantado regresa gracias a la pasión y el empeño de quienes creen que la tradición también se saborea.
La responsable de esta recuperación es Olga García, propietaria de la tienda gourmet La Avilesina, quien ha liderado el proyecto con una mezcla de cariño, rigor y visión de futuro.
Mantecado de Avilés.
“El Mantecado de Avilés es el postre de nuestra ciudad, un emblema comparable a las moscovitas de Oviedo o las princesitas de Gijón”, declara convencida sobre este bizcocho glaseado que, durante generaciones, se ha elaborado con mantequilla asturiana, azúcar, huevos frescos de granja y harina y ha sido sinónimo de tardes familiares y de celebración.
Ahora, este tesoro de la repostería tradicional vuelve a estar al alcance de todos en La Avilesina, situada en la calle La Muralla número 1.
Más que una réplica, es una resurrección fiel a la receta original, elaborada con productos de cercanía y con el mismo cuidado artesanal que la familia Galé aplicaba en su obrador de la calle de la Cámara.
La historia de este regreso tiene tintes casi novelescos. Fue el último descendiente del clan Galé quien, al no poder continuar con el negocio familiar, confió en Olga García y le entregó las recetas originales, con la esperanza de que algún día volvieran a cobrar vida.
Para culminar esta dulce hazaña, La Avilesina ha contado con la colaboración de Alejandro Montes, uno de los grandes nombres de la pastelería española contemporánea.
Formado en Barcelona y Francia, y con una trayectoria que incluye establecimientos de renombre como Mama Framboise en Madrid, Montes ha sabido interpretar la receta centenaria con respeto y maestría.
Alejandro Montes elaborando Mantecados de Avilés.
“La originalidad no está en el producto en sí, sino en cómo se elabora y, sobre todo, en cómo se glasea justo antes de ponerlo a la venta”, explica García. El resultado es un bizcocho de 400 gramos con una presentación elegante, moderna, y un sabor profundamente nostálgico que conecta generaciones.
El renacimiento del Mantecado de Avilés no es solo una buena noticia para los nostálgicos o los amantes de la repostería tradicional; es también una reivindicación de la identidad local y del valor de los pequeños obradores frente a la homogeneización del gusto.
Con esta iniciativa, Avilés no solo recupera un dulce: recupera parte de su memoria colectiva. Y como todo lo auténtico, se disfruta mejor cuando se comparte.