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Desde Navarra, la Bodega Otazu vuelve a desafiar los límites de la tradición con una iniciativa que une sostenibilidad, agricultura regenerativa y valorización del patrimonio local: el uso de lana de oveja Latxa como acolchado natural para sus vides.

Otazu, reconocida por su denominación de origen protegida D.O.P. Pago de Otazu y por su singular propuesta de fusión entre vino y arte, ha iniciado un proyecto pionero en la región.

La introducción de lana de oveja Latxa —raza autóctona del Pirineo navarro— como cobertura vegetal no solo es un gesto hacia la circularidad en el campo, sino también una respuesta creativa ante el desuso y desprestigio de esta materia prima local.

Un suelo que respira mejor

La lana, instalada como acolchado en sus viñas desde abril, actúa como una especie de manta ecológica: conserva la humedad del suelo, regula su temperatura y reduce la aparición de hierbas adventicias.

Los beneficios se extienden tanto a la fisiología de las plantas como a la salud general del ecosistema del viñedo. Este recurso natural, históricamente infrautilizado, encuentra ahora un nuevo propósito que no solo revitaliza la tierra, sino que también respeta el ciclo de vida de su entorno.

Acolchado de lana alrededor de la viña.

La colaboración con el colectivo Artilezko Nomadak, especializado en la revalorización de la lana, ha sido clave para la ejecución del proyecto. Esta alianza refleja un modelo de sinergia entre ganadería y agricultura, conectando el trabajo de los pastores con el cuidado de los viñedos.

En palabras del equipo de Otazu, “no solo regeneramos el suelo, también regeneramos relaciones entre oficios tradicionales que habían sido desconectados”.

La lana conserva la humedad del suelo, regula su temperatura y reduce la aparición de hierbas adventicias.

Un viñedo autosuficiente e inteligente

La lana no es la única apuesta ecológica de la bodega. Con el proyecto AquaVitis, desarrollado junto a la Universidad Pública de Navarra y Fruition Sciences, Otazu estudia la regulación hídrica de cada cepa para optimizar el uso del agua.

A través de sensores y modelización fisiológica, el viñedo se convierte en un organismo inteligente que regula su consumo hídrico sin perder un ápice de calidad ni autenticidad.

Otazu busca no solo mantener, sino mejorar su legado, equilibrando innovación tecnológica y respeto al terroir. Su visión de futuro es clara: un viñedo que se sustente con los recursos que le brinda su propio entorno, sin hipotecar el paisaje para las generaciones venideras.

Cultivar el mañana

En Otazu, donde las esculturas monumentales conviven con cepas centenarias, el vino se entiende como una obra de arte viva. La lana de oveja Latxa, convertida en herramienta agrícola, simboliza este concepto: una materia prima local y antigua que se resignifica en un contexto de vanguardia para transformar la manera en que concebimos el acto de cultivar, elaborar y disfrutar un vino.

Como afirma Guillermo Penso, presidente de la Fundación Otazu, “crear un vino es una forma de expresión artística y, al igual que el arte, es un reflejo de su tiempo con una mirada al futuro”. Hoy, esa mirada se posa también sobre una oveja latxa y su lana olvidada, que vuelve a encontrar protagonismo bajo los racimos dorados y púrpuras de un viñedo que respira futuro.