Las bolsas de patatas fritas te vuelven loco. Es abrir un paquete de cualquier embutido y tener que dejarlo vacío. O coger un poquito de pan "para empujar" y terminar con la barra entera. Lo que tienes es adicción a la sal, aunque no lo sabes.

"La sal, tan adictiva como la cocaína"

No eres el único. Es España y según la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) consumimos de media 10 gramos de cloruro sódico al día, que es el doble de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS)

"En 2017 murieron 17,8 millones de personas afectadas por enfermedades cardiovasculares, lo que representa el 32% de todas las muertes registradas en el mundo"afirma por su parte la OMS. Y estas enfermedades están directamente relacionadas con el exceso de sal en nuestras ingestas, ya que eleva nuestra tensión arterial y provoca hipertensión, que es un factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares como los ataques cardiacos y accidentes cerebrovasculares. "La sal es una droga tan adictiva como la cocaína" afirma con contundencia la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

"Pero yo no me echo sal en la comida"

No, no lo haces. Puede que estés cocinando sin sal o solo añadiendo la típica "pizca" y que después no toques el salero una vez preparado el plato pero es que el sodio no se encuentra únicamente en la sal de mesa. Está presente de forma natural en una gran cantidad de alimentos que usamos cada día como el marisco, la leche, la nata, la carne o los huevos. 

Y después entran en juego los alimentos procesados, cuyas cantidades de sodio son mucho mayores y han sido añadidas. Sucede en el pan, las cremas y sopas preparadas o en pastilla, los embutidos, las salchichas, las palomitas de maíz, salsas como la de soja o el ketchup, etc. 

¿Por qué necesitamos la sal como una droga?

Investigadores del Instituto Florey de Neurociencia y Salud Mental, en Australia, han identificado exactamente el lugar en nuestro cerebro donde se crea la necesidad de sal. Se trata del sistema opioide. 

El nombre por sí solo ya explica por qué podemos decir que la sal actúa como una droga en nuestros cuerpos. Esta parte del cerebro recoge nuestras adicciones, ya sean a drogas, medicamentos o todo aquello que nos causa placer, ya que los opiáceos naturales se asocian con la sensación de recompensa que nos llena tras comer algo que nos encanta, practicar deporte o el sexo. Cuando tomamos sal y nos gusta, también se recoge en el sistema opioide. 

El Dr. Smith, colaborador del Instituto Florey e investigador en la Universidad Deakin, explica que hasta este estudio se desconocía qué activaba la necesidad de tomar sal y se debe a que esta región cerebral está ligada con la amígdala central, y ella procesa las emociones positivas y negativas. 

Este descubrimiento podría ayudar a desarrollar tratamientos para aquellas personas que deben seguir una dieta baja en sal, ya que se eliminaría la necesidad de consumirla. Y puede llegar más allá porque podrían tratarse otro tipo de adiciones como la heroína, analgésicos, etc. 

Consejos para comer con menos sal

Para empezar a ser consciente de la sal que tomamos cada día y que no estamos añadiendo nosotros mismos, lo primero es leer las etiquetas de los alimentos procesados. No hace falta que esperes a llegar a casa con la compra hecha, directamente en el supermercado dedica unos minutos a leer las etiquetas. 

La cantidad de sal siempre viene indicada. Se considera que es alta cuando son 1,25 gramos o más y baja si cuenta con 0,25 gramos o menos. Presta atención a la presencia de glutamato porque este aditivo contiene sodio.

Y a la hora de cocinar, evitar poner más sal. Te damos diez trucos que pasan por usar especias, aceites aromáticos o marinar carnes y pescados. ¡No fallan!