Gregorio Rábago, hijo de Gregorio Rábago, el primer cirujano en operar a corazón abierto en España.

Gregorio Rábago, hijo de Gregorio Rábago, el primer cirujano en operar a corazón abierto en España. SECCE

Salud Historia

70 años de la primera operación a corazón abierto: "La gente decía que estaba loco"

En 1953, Gibbon intervino con éxito a una joven gracias a un artefacto que había inventado él mismo, la máquina de circulación extracorpórea.

11 mayo, 2023 03:02

Cuando a uno se le dice que le tienen que operar a corazón abierto, parece que la sangre se le hiela. Es normal. "El miedo es algo que siempre existe, lo raro sería no tenerlo", comenta Gregorio Rábago, subdirector del departamento de Cardiología y Cirugía Cardíaca de la Clínica Universitaria de Navarra (CUN). Pero como profesional por el que han pasado literalmente cientos de corazones por sus manos, tranquiliza diciendo que la mortalidad en el proceso, afortunadamente, ya es muy baja. Lo es gracias a pioneros, como su padre, también llamado Gregorio Rábago, la primera persona en España en asistir una cirugía cardíaca con circulación extracorpórea. Para el resto de humanos, una operación a corazón abierto, vaya.

El hito español se produjo en diciembre de 1958. Tan sólo cinco años antes, en mayo de 1953, había tenido lugar la primera operación de este tipo de todo el mundo. Justo ahora se cumplen 70 años. Fue en el Jefferson University Medical Center de Filadelfia y las manos prodigiosas que llevaron a cabo el milagro fueron las de John H. Gibbon, que fue capaz de inventar una máquina para conseguir bombear y oxigenar el cuerpo aunque el corazón se encuentre en situación de parada, la conocida como máquina de circulación extracorpórea (CEC). "Lo que hizo fue sobrehumano para la época".

Estas palabras provienen de Joseph E. Bavaria, cirujano cardiovascular del mismo hospital donde se llevó a cabo dicha intervención. El profesional visita Madrid para conmemorar este hito y porque, tras una exhaustiva investigación, se ha convertido en uno de los mayores estudiosos de la figura de Gibbon. Habla así en su nombre, igual que Rábago lo puede hacer en el de su padre. Con ellos se reúne EL ESPAÑOL en el Ilustre Colegio de Médicos de Madrid, en una sala imponente coronada por cuadros de personas como Gregorio Marañón. De galácticos va el tema.

John H. Gibbon con su máquina de circulación extracorpórea.

John H. Gibbon con su máquina de circulación extracorpórea. SECCE

"Gibbon, que era médico de profesión, quedó profundamente marcado cuando una paciente suya, una mujer joven, murió de una embolia pulmonar. Eso le hizo pensar que necesitábamos una máquina cardiopulmonar para poder salvar a este tipo de personas", explica Bavaria. Comenzó a escudriñar y escudriñar la cabeza y, ni tan siquiera la Segunda Guerra Mundial, en la que sirvió como médico, pudo frenar su idea de dar con este artefacto. "La gente le decía que estaba loco", bromea el cirujano.

15 años de proceso 

De loco nada. Tardó 15 años, eso sí, pero finalmente dio con la máquina que, en palabras de su acólito, "cambiaría el mundo y la vida de millones de personas". Quién diría que la primera en vivir ese cambio sería otra mujer joven, de 18 años, una paciente similar a la que Gibbon no pudo salvar. En el caso de España fue un chico de 20 años con una estrechez en la válvula pulmonar. "En este caso concreto, lo que había que hacer era abrir, parar el corazón y abrir la arteria pulmonar", indica Rábago.

El problema de Gibbon fue que, de cinco pacientes que operó usando su máquina, sólo sobrevivió esa mujer. Los otros cuatro murieron. Bavaria indica que fue tan frustrante para él que terminó cediendo los derechos de la patente y dejando de operar. Y, ojo, lo suyo era tan vocacional ¡qué no pidió ni un sólo céntimo! Por ejemplo, el precio de la máquina con la que se operó en España, fue donada por la Fundación del Amo, costó 200.000 pesetas.

Joseph E. Bavaria, cirujano del Jefferson University Medical Center de Filadelfia.

Joseph E. Bavaria, cirujano del Jefferson University Medical Center de Filadelfia. Pablo González

El resto de sus días, Gibbon los dedicó a ser la persona que mantenía la máquina activa durante las intervenciones, el perfusionista, una pieza fundamental y que, a día de hoy, la ejercen enfermeros especializados.

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La historia de Gregorio Rábago padre tuvo un final mucho más feliz. Quizá porque ya desde muy joven había tenido que lidiar con la pérdida, pues su padre tuvo un accidente de coche y falleció por un taponamiento cardíaco. Irónicamente, a día de hoy, con la máquina de circulación extracorpórea se habría podido intervenir. También, pudo influir que quién se encargó de él fue su tía, Conchita Rábago, la mujer de Carlos Jiménez Díaz. Ya saben ustedes aquello que de casta le viene al galgo.

Un riesgo al 50%

"Con la profesión de cirujano, en la época de mi padre, había que tener mucho coraje para fracasar. En aquella época, sabías que había un 50% de probabilidades de que las cosas no fueran bien. Si no lo hacían, al día siguiente tenías que encontrar la fuerza para volver a entrar al quirófano, aprender, mejorar y avanzar".

Paciente en una intervención de cirugía cardíaca.

Paciente en una intervención de cirugía cardíaca. SECCE

Esto es algo que tuvo que poner en práctica, de hecho, en la primera operación a corazón abierto que realizó. A los ocho días de la intervención, el chico falleció, algo que generó un revuelo tremendo. "Generó una crítica bestial a nivel social. Igual que te encumbran un día porque has hecho una cosa, al día siguiente te ponen en la palestra", recuerda su hijo. Afortunadamente para los cirujanos de la intervención, en el proceso de investigación se concluyó que todo el procedimiento se había hecho correctamente.

En los casos de las muertes de Gibbon, Bavaria apunta a que pudo deberse a dos variables. Una, que por aquel entonces no había herramientas de diagnóstico precisas, por lo que "se podía abrir para operar una cosa, pero realmente era otra". La otra, no se sabía bien cuánta heparina introducir durante la operación y revertir el efecto de la coagulación que se produce al parar el corazón. "Fueron pioneros y el paso del pionero es muy duro", apostilla Rábago.

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Pioneros, en el caso español, muy jóvenes. Mientras que Gibbon ya tenía 51 años cuando operó por primera vez a corazón abierto, Rábago tenía tan sólo 28. "Los que hicieron la operación eran todos muy jóvenes, por debajo de los 30 años, con ganas de hacer cosas en una sociedad que médicamente todavía se mostraba muy conservadora", apostilla su hijo.

Cirujanos asisten a una operación a corazón abierto.

Cirujanos asisten a una operación a corazón abierto. SECCE

Como reza el dicho popular, unos corrieron para que otros volasen. José Luis Pomar, expresidente de la Sociedad de Cirugía Cardiovascular Española, que ha permanecido atento en toda la conversación, lanza no una pulla, sino un lamento: "La gente olvida la historia de todo lo que ha pasado, pero siempre vuelve". 

Y vaya si lo hace. Bavaria desvela para EL ESPAÑOL algo que no había contado hasta ahora. Hace poco, recibió en su consulta a una mujer de 74 años. Viendo su historial, quedó impactado por lo que vio: operada a los ocho años por el doctor John H. Gibbon. "Probablemente, sea la superviviente de una cirugía cardíaca más antigua y longeva del mundo. Es increíble".