Un 8,5 que ha puesto en el disparadero a casi todos los contrincantes, quizás sea porque es una cifra a la que ningún partido llegaría sin que se le tache de populista -como esa ha sido la general respuesta- ya sea porque no se ven en la urgencia (electoral) de acometer dicha subida que sí tiene el PSOE visto las cifras de los resultados que las distintas encuestas dan en las próximas elecciones municipales, comunitarias y, quién sabe, si no lo serán tambien generales.

Pero mientras esta controversia se debate, la misma acción y su posterior votación la clase política celebraba en el Congreso con la hipócrita pretensión de subirse los sueldos en un “paupérrimo” 3,5%.

Pero como las cifras no son la controversia ¿o sí? vamos a encarar esta subida del 3,5 frente a la del 8,5 de las pensiones pongamos como sueldo y pensión media -de esas que tienen además tres pisitos pagados- en un caso unos 80.000 y por el otro 26.600 euros. En un primer caso la subida porcentual del sueldo a los políticos sería de aproximadamente 2.800 euros, divididos en 14 pagas serán 200 euros al mes; por el otro lado la cantidad anual que subirían las pensiones medias más altas son 2.261 euros que divididos en 14 pagas dan una subida mensual de 161 euros.

Hay que recordar que la subida en un 15% de las pensiones no contributivas que tambien subirán este año fue un acuerdo alcanzado entre el PSOE y Bildu.

Por una vez que el PSOE cumple con una promesa electoral todos se le agarran al cuello pero algunos no lo hacen al cuello de los políticos. Muy al contrario, utilizan “los tres pisitos pagados de los pensionistas que más cobran” como si todos ellos los tuviesen, y que si lo tuviesen seguro no habrían sido pagados por sus merecidas pensiones. Nunca un discurso tan populista facilón y podemita lo hubiese imaginado en boca de una liberal.
Lo que sí está muy claro -dada la inflación existente- es que es insuficiente en todo caso, como lo fue en su momento la subida porcentual del PP tras la llegada al Gobierno, un paupérrimo 0,25 a pesar de que ese año el IPC marcó un 1,1%.

La fórmula por la que hoy se revalorizan las pensiones es similar por no decir que, es la misma, es decir, la existente hasta el año 2013 y que sale del acuerdo del año 1995 donde en su punto 11 se acuerda mantener el poder adquisitivo de las pensiones, el cual fue sustituido por el mecanismo regulador incluido otra ley, la 23/2013, de 23 de diciembre, que se encarga de regular el Factor de Sostenibilidad y el Índice de Revalorización del Sistema de Pensiones de la Seguridad Social.

Algunos partidos despotrican contra este nuevo/viejo sistema y argumentan que se suba más las pensiones bajas en decremento de la “justa revalorización de las más altas”. Debemos poner sobre la mesa que las pensiones más altas son consecuencia de una mayor cotización, de una mayor aportación, un mayor esfuerzo efectuado en la vida laboral.

Para mi es injusto, sobre todo, sabiendo que muchas pensiones (no todas) que hoy esperan ser favorecidas por una revalorización positivamente discriminatoria son consecuencia de la decisión o bien de cotizar por voluntad propia en esas bajas cantidades que dan como resultado pensiones más ajustadas más bajas y, lo más sangrante, el querer revalorizar pensiones que son consecuencia de cotizaciones bajas por que cobraban parte de sus sueldos en B, es decir, fuera de la cotización.

Me resulta esa decisión, no solo injusta, sino que a mi entender, sería ilegal.

Hace un año y poco más en un artículo ya avisaba de esta crisis y daba la solución: se llama reforma estructural de la administración del estado desde el Senado pasando por el Congreso, la España de las Comunidades, las Diputaciones Provinciales y una reforma en profundidad de los Ayuntamientos.

Decía que sobraban dos instituciones a saber: el Senado y las comunidades o las Diputaciones.

Si, el problema de las pensiones no es la cantidad de la revalorización, lo que sí es problemático es la cantidad de gasto político inútil que debería eliminarse. Empecemos por aquí antes de mirar los pisitos de los demás, es un discurso erróneo.