Beatriz Laparra en una imagen de archivo
Beatriz Laparra, la campeona invisible: 32 oros mundiales y una humildad que desarma
En un deporte donde los disparos suenan más que los titulares, Beatriz Laparra ha construido una carrera descomunal desde la discreción. Acaba de conquistar su 32º campeonato del mundo en recorridos de caza, pero sigue saludando con la misma sencillez de siempre. Porque a veces, los más grandes son también los más humildes.
¿Qué vamos a hacer con Bea?
Esa es la pregunta que muchos se hacen con una mezcla de asombro, respeto y cariño cada vez que Beatriz Laparra vuelve a subir a lo más alto del podio. Una vez más —y casi sin hacer ruido, como es habitual en ella—, Bea se ha proclamado campeona del mundo de tiro al plato en la modalidad de recorridos de caza. Es su oro mundial número 32. Sí, treinta y dos veces campeona del mundo.
Decirlo es fácil. Escribirlo, aún más. Pero lograrlo… eso está al alcance de muy pocos. Y de ninguna otra como ella.
Beatriz no es solo una campeona. Es la campeona. Acumula 32 oros europeos, 34 Copas de España y nada menos que 63 campeonatos nacionales. Un palmarés descomunal que la sitúa entre las deportistas más laureadas de la historia de España. No solo en el tiro, en cualquier disciplina.
Y, sin embargo, Beatriz Laparra huye de los focos. Su figura, discreta y tranquila, contrasta con la magnitud de sus logros. Esa es quizá una de sus grandes virtudes: no busca protagonismo, solo resultados. Su humildad es tan evidente como su talento. Su trato cercano, su sonrisa sincera, su respeto por rivales y compañeros hacen que todos la admiren. No solo por lo que gana, sino por cómo lo gana.
Este año, además, ha competido en circunstancias personales especialmente difíciles. Algunas pérdidas familiares recientes han dejado una huella profunda. Y aun así, ha estado ahí. Firme. Profesional. Entregada. Con esa capacidad de concentración y liderazgo que solo tienen los grandes. Los que no se rinden. Los que no se excusan. Los que, en silencio, vuelven a demostrar quiénes son.
Beatriz Laparra es —y no cabe exageración alguna— una leyenda viva del deporte español. Pero más allá de sus cifras, que asombran, está su legado humano. Porque quienes la conocen lo saben: es una gran deportista, sí, pero sobre todo es una buena persona. Una compañera generosa, una amiga fiel, un ejemplo.
¿Qué vamos a hacer con Bea?
Seguir admirándola. Seguir celebrándola. Y agradecer que figuras como la suya sigan escribiendo historia con humildad, precisión y pasión. Como solo ella sabe.
Gracias, Bea. Por tanto.