Altercados en Torre Pacheco EUROPA PRESS
Si los llamas delincuentes, tienes un discurso de odio
Borja Sánchez, en su investigación periodística del 9 de julio de este año publicada en EL ESPAÑOL, informa que el Centro de Alojamiento de Inmigrantes de Alcalá de Henares provoca una profunda preocupación a los vecinos y autoridades, quienes solicitan su inmediato cierre.
Lo antedicho, motivado por presuntas violaciones, abusos y manoseos a mujeres de parte de algunos inmigrantes alojados en ese Centro.
Ante eso, existe una réplica inmediata de la militancia populista afirmando que quienes desean el cierre de ese Centro exteriorizan conductas racistas o incurren en el discurso de odio.
Por supuesto que no todos los inmigrantes son delincuentes, pero:
¿Incurre en un acto discriminatorio el o los vecinos que levantan su voz ante una presunta violación, manoseos a mujeres o acosos sexuales por parte de algunos delincuentes inmigrantes?
Obviamente que no, pero en su esencia, el discurso populista se basa en una clara defensa al delincuente.
Entonces, aplica su metodología pretendiendo confundir o contrarrestar el justificado reproche de un pueblo que se ve temeroso por lo que le pueda suceder a sus familiares a partir de situaciones traumáticas que se vienen exteriorizando por parte de algunos delincuentes que son inmigrantes.
A tales efectos y para justificar el accionar, prohíben calificar de delincuente a quien lo es, bajo el viejo pretexto del discurso de odio.
Esa es la génesis del populista.
Su método es atacar a quien denuncia ilícitos anteponiendo conceptos como el racismo o el odio, cuando, contrariamente, el odio proviene de aquel que pisa el suelo español con el claro objetivo de delinquir.
El populista no tolera el reproche social.
Por ello les aturden los vecinos autoconvocados, manifestaciones contra violadores o la defensa propia del ciudadano de bien contra quienes delinquen, toda vez que construyen su poder mediante la denominada política “abolicionista”, la cual considera al delincuente como una víctima de la sociedad.
Si entran a okupar una casa, tienen derecho, porque esa “pobre gente” nunca tuvo nada.
En cambio, el trabajador que la construyó o adquirió con su esfuerzo, debe compartirla con ese ser despreciado socialmente.
Ahora, si el propietario de la casa se defiende de esa ilícita intromisión, terminará encarcelado.
Esto es propio de estas políticas que le otorgan derechos a los delincuentes, perdiendo los ciudadanos de bien sus derechos constitucionales.
Recientemente, en la localidad murciana de Torre Pacheco, un vecino de 68 años fue víctima de una brutal agresión por parte de jóvenes que no hablaban su idioma.
Fue agredido sin motivo aparente, cobardemente, por placer, con la sola finalidad de grabar un video como parte de un reto viral para redes sociales.
Si este señor se hubiese defendido, sea de la manera que fuere, ¿Terminaría encarcelado?
Me atrevería a responder afirmativamente.
Por ello el arma que contrarrestará esta nefasta política que pregona la impunidad de quien delinque es el voto y ésta se encuentra en manos de todos los españoles de bien.
Con ella, en el momento de las elecciones, protegerán a su familia, a su trabajo y a la calidad de vida que todos merecen.