Manuel Rivas.

Manuel Rivas. Alejandro Ernesto EL ESPAÑOL

Reportajes

Manuel Rivas: "Es posible que la gente pierda su empleo por la IA y la tecnología, no veo que se esté ganando en calidad de vida"

"Trump es un monstruo que está condicionando no sólo nuestras vidas, sino -y me preocupa más- las vidas del futuro" / / "Con la IA se ha metido todo en un mismo contenedor, y hay de todo".

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Manuel Rivas nos ha concedido esta entrevista sin estar de promoción. Dice que prefiere las charlas en las que no presenta libro, porque este siempre "pide demasiado". No es lo habitual, desde luego, pero es que él es un Premio Nacional de las Letras que campa entre las gentes, sin elevaciones. De hecho es un Premio Nacional suburbano, porque viene en metro a esta entrevista.

Llega con sus ojillos atlánticos al Café Comercial mirando por entre las mesas, evocando cuando escribía aquí, mecido o inspirado por la cháchara constante. Le digo que trae consigo la lluvia y ríe, pero no era un chascarrillo: Manuel es de la naturaleza con la misma entidad que el aire.

Piensa que la vida está encantada y, en consecuencia, que personajes como Trump son un monstruo. Seres diminutos como las libélulas o los lepismas son su oráculo. También sus padres, que ya faltan pero le dejaron en herencia la piedad bien entendida. Hoy aspira a ser un buen antepasado, pero aún está muy presente mientras habla en poético de la actualidad y de lo que le duele.

Manuel Rivas durante la entrevista.

Manuel Rivas durante la entrevista. Alejandro Ernesto EL ESPAÑOL

PREGUNTA.- Hablamos en la anterior entrevista que mantuvimos sobre las que eran sus dos preocupaciones principales: la guerra librada contra la naturaleza y aquella que amenaza a la mujer. ¿Siguen vigentes estas tribulaciones? ¿Hay nuevas?

RESPUESTA.- Seguro que lo comentamos aquel día: creo que para escribir es muy importante limpiar el miedo. Yo soy una persona con miedos, algunos grandes, pero en vez de exacerbarlos procuro hacer posible la esperanza, no consumir el alma.

Pero desde que hablamos, creo que hay una aceleración depredadora, una variante contemporánea del DDT, que sería el acróstico de Despotismo, Depredación y Terror.

P.- Con guiño al antiguo insecticida.

R.- Sí, y está en la atmósfera. Trato de hablar de esto sin hacer un brindis apocalíptico, pero es verdad que esas dos guerras que comentas son parte de una misma actitud hacia el mundo. He leído hace poco un libro sobre España, La nación viril, en el que habla de la hipermasculinidad vinculada a la guerra y la dictadura.

Cuando se produce la victoria del franquismo hay una serie de editoriales en medios que definen dos naciones: la victoria de la nación viril, con fuerza, imperial, que acaba de borrar del mapa a la nación afeminada. Me quedé sorprendido de que se formulara así. A lo que se impusieron, decían, era a lo apasionado, a lo curvilíneo. Y creo que esos conceptos persisten, de alguna manera.

P.- Cuando nos vimos Trump acababa de ser elegido presidente de Estados Unidos. Me dijo en ese momento: “Ahora ya tenemos al monstruo fuera, a ver qué hacemos”. No sé si preguntarle una valoración de lo que ha sido este primer año de mandato...

R.- (Se toma su tiempo, pide beber un trago de café). Por una parte digo ‘hay que hablar de eso’. Es inevitable. Consiguió atrapar nuestra atención a nivel planetario, y la atención es la soberanía que tenemos, lo más importante.

Por eso a veces me gustaría ejercer una resistencia, ¿nos vamos a encontrar unos amigos y vamos a acabar hablando del monstruo otra vez?Cuando tenemos un monstruo maravilloso que es Frankenstein. Pero (Trump) es un monstruo que está condicionando no sólo nuestras vidas, sino -y casi me preocupa más- las vidas del futuro.

Manuel Rivas habla sobre Trump.

Manuel Rivas habla sobre Trump. Alejandro Ernesto EL ESPAÑOL

Me gustaría que con ese monstruo pasara como en los dibujos animados, cuando se cae el Correcaminos por el precipicio, porque él también va como un loco detrás de todo lo que se mueve.Y veo una comparación con Antígona en el episodio de la flotilla.

Greta Thunberg es esa persona valiente, que encarna la mejor madera de la humanidad. Ella sería el personaje épico al lado de este personaje esperpéntico que lo maltrata, y que si pudiera lo estrujaría. Lo que quisiera sería fulminarla, hacerla desaparecer.

P.- Por ir a algo más amable. Al verle llegar le he dicho que parece que ha traído la lluvia. Y cuenta en sus memorias periodísticas que su madre le dijo una vez, como si fuera un mandato bíblico: “Busca un trabajo en que no te mojes”. ¡Vaya si lo acató!

R.- (Manuel ríe tímido). Es de estas frases que te marcan, hay una serie de mandamientos domésticos, y ese fue imborrable. Estoy viendo a mi madre, el contexto en el que lo dice, con una cierta desesperación.

Mi madre creía de forma absolutamente apasionada en que la cultura nos liberaría, en ese sentido genuino de la conquista del pan. En nuestra casa cuando nacimos no había libros, pero ella tenía esta concepción. Mi padre también, pero él creía que lo que teníamos que hacer era trabajar, pero trabajar con las manos.

Manuel Rivas hablando de su madre.

Manuel Rivas hablando de su madre. Alejandro Ernesto EL ESPAÑOL

P.- Ella era lechera, y él, albañil. ¡Un albañil con vértigo! ¿Cómo puede ser eso?

R.- Fíjate, pero lo supimos cuando se jubiló.

P.- ¿No lo confesó antes?

R.- ¡Nunca! No podía decirlo. A qué albañil le van a dar trabajo si dice que tiene problemas de vértigo. Cuando ya de mayor le operaron de un infarto, le descubrieron las marcas de otros dos infartos. Y sí, él, y yo también, recordábamos que le había dolido el brazo mientras levantaba ladrillos, pero seguía adelante... Como él, muchísima gente.

P.- Eso sí que es resiliencia, que está ahora el término tan de moda, aunque no sé si la tenemos tanto...

R.- ¡Bueno...! Yo cuando contó aquello del vértigo, casi me mareo. Me dio una sensación, las veces que lo había visto allí arriba, saludando... Y fíjate, en aquella época, en el trabajo de la construcción, no había estos andamios.

Yo recuerdo cómo colocaban todo con troncos de eucalipto, amarrados de cualquier forma. Él fue inmigrante en Venezuela y tengo un relato de una de sus historias que se llama El loro de la Guaira.

P.- Recuerdo lo de que fue emigrante. Uno de los muchísimos emigrantes gallegos.

R.- Sí. Ellos no llevaban papeles. Fue con un préstamo que daban en Coruña, en la Plaza de los Huevos, que se llamaba así porque algunos prestamistas tenían como camuflaje ser vendedores de huevos. Y el prestamista que se lo dio a él le dijo: ‘Cuando llegues, di que eres turista’. ¡Pero creo que mi padre no tuvo vacaciones un sólo día de su vida...! Una vez fue al Imserso y se bajó del autobús porque se agobió.

P.- No sabía disfrutar.

R.- No sabía. Y cuando llegó allí a Venezuela dijo que era ingeniero de obras públicas. Le dieron trabajo inmediatamente y se puso a trabajar en un tejado. Daba muchísimo el sol, se quitó la ropa, iba con la piel que iba y empezó a notar que se abrasaba.

No había agua, bajaron hacia el puerto tres o cuatro buscándola y vieron unos cubos. Les dijeron ‘gallegos, bebed de ahí, bebed de ahí’. Pero los cubos estaban del agua del pescado, era el agua que había... Primero se echaron por encima y la piel chisporroteaba como el hierro. Y después ellos bebieron.

Manuel Rivas hablando de su padre.

Manuel Rivas hablando de su padre. Alejandro Ernesto EL ESPAÑOL

P.- Se pondrían malísimos...

R.- Bueno, bueno. Estuvo quince días, vivían en unos barracones, y no tenían asistencia ninguna. No podía ir a trabajar, ni comer lo que le llevaban sus compañeros, lo vomitaba todo, tuvo unas fiebres tremendas... Y él decía que lo que le salvó la vida fue una voz que oía que decía ‘¡Merceditaaas! ¡Lorito real, lorito real!’.

No sabía lo que era, la oía en mitad de la fiebre y las pesadillas, cada vez con más nitidez. Cuando empezó a sentirse mejor, le entró la curiosidad y empezó a preguntar. Estaban en una ladera con mucha vegetación y algunos ranchitos de gente humilde.

Y entonces le dijeron que Merceditas era la del loro, que se había ido dos días antes del lugar, y que aquella era la conversación que mantenía esa mujer con su loro, que fue durante muchos días la única conexión de mi padre con la realidad.

Decía que fue la voz que le salvó, y le quedó mucho disgusto de no conocerlos. Conté esa historia tal cual, porque me parecía un cuento. La vida tiene vocación de cuento, lo que pasa que a veces no la dejamos, y la agobiamos mucho.

P.- Ahora porque estamos hablando de ellos, pero normalmente ¿se acuerda mucho de sus padres? ¿Uno se sigue acordando de sus padres a los 68?

R.- Muchísimo. Muchísimo. Tengo una hija y un hijo y todo lo que veo me recuerda a ellos. Creo que para pensar el mundo con cierta esperanza me parece fundamental la relación intergeneracional, que suena así un poco...

P.- Pero básicamente es que hablemos todos con todos. Y que pensemos en todos.

R.- Sí. La versión más poética es un acuerdo secreto entre generaciones. Yo con 68 años debería plantearme ya ser un buen antepasado, mejor que un antepesado (reímos). No hacer mucho daño para el que venga en el futuro. Pero a veces da la sensación de que esa transmisión entre generaciones se ha roto. Hablando de mis padres: veo que ellos tenían la piedad como algo muy presente en su forma de ser.

Manuel Rivas: Hablando de mis padres: veo que ellos tenían la piedad como algo muy presente en su forma de ser.

Manuel Rivas: "Hablando de mis padres: veo que ellos tenían la piedad como algo muy presente en su forma de ser". Alejandro Ernesto EL ESPAÑOL

P.- Ahora casi está mal vista la piedad, ¿no? Parece despectiva, cuando no lo es. Quizá sea más bonita que la empatía, que está tan de moda.

R.- Claro. Bueno, bueno, por favor. La etimología de piedad tiene que ver con compartir, no es esa idea del bondadoso que mira los desastres del mundo y tiene a bien echar una mano. No, es al contrario, es comprender el dolor de la otra persona. Escuchar y entender. Que para eso se necesita tiempo.

A la palabra hoy no le da tiempo a llegar a su sentido, a su raíz, porque alguien está diciendo una burrada más alta. Hay este tono que por desgracia se contagia mucho, un tono de arenga en el hablar; en el mundo político lo notamos mucho. La arenga es el discurso que no espera respuesta.

P.- Hoy en el Congreso, cada vez que se aprobaba una enmienda, se ponían a aplaudir unos. Otra enmienda, los otros. No se respondían, sólo con aplausos. Como en el fútbol.

R.- Bueno, pues eso es, efectivamente. Esa es la arenga, que sólo espera asentimiento. En los principios de la propaganda de Goebbels había un punto que a mí me sigue llamando mucho la atención, y me hace reír, con esa risa crítica ante el disparate. Dice ‘nunca introducir en ningún discurso ni lema un interrogante’.

Yo lo que noto como síntoma de ese empobrecimiento del lenguaje es que es incompatible con el humor. No hay humor, sólo cuando hay un lapsus. Es como la risa de los tontos. No hay esa chispa.

Manuel Rivas: Yo lo que noto como síntoma de ese empobrecimiento del lenguaje es que es incompatible con el humor. No hay humor, sólo cuando hay un lapsus. Es como la risa de los tontos. No hay esa chispa.

Manuel Rivas: "Yo lo que noto como síntoma de ese empobrecimiento del lenguaje es que es incompatible con el humor. No hay humor, sólo cuando hay un lapsus. Es como la risa de los tontos. No hay esa chispa". Alejandro Ernesto EL ESPAÑOL

P.- Casi con lo que más nos hemos reído en política en los últimos años ha sido con los lapsus de Rajoy. Somos sentimientos y tenemos seres humanos.

R.- Es verdad. Es el último clásico, pero era un humor del tipo ‘la situación es insoportable, tenemos que dar un giro de 360 grados’.

P.- Quiero hablar con Manuel Rivas de poesía. ¿Qué mecha prende en ti un poema, y cuál una novela?

R.- (Manuel se toma su tiempo). Cómo podría decir... Pensaba en aquello de Marguerite Duras: “Una de las razones para escribir es ver qué escribirías si te pusieras a escribir”. Creo que tengo cierta suerte en el sentido de que me encuentro con las palabras, con las situaciones, como cuando vas por la orilla y ves pecios. En gallego hay una expresión que es andar as crebas, que habla de los pecios que devuelve el mar. Lo que sale del mar son signos.

P.- Lo que no quiere, ¿no?

R.- O lo que transporta de una orilla a otra. Entonces pienso en el mundo como en esa idea inspiradora de la orilla del mar. Esa letanía continua, de siempre recomenzar, de no querer morir. La orilla es esa posición en la que consigues estar de un lado y de otro.

A mí siempre me llamó esa voluntad de estilo que hay en el habla popular, como esa expresión gallega que dice hora de dormir fora, para referirse a la muerte. Me gusta escuchar la boca de la literatura en los labios de la gente, y decir ‘guau, mira lo que acaba de decir’.

Me encuentro con algo que puede ser cotidiano y que actúa como un destello, como un fósforo que te activa. Puede ser una palabra, una fuente que ha dejado de echar agua cuando sabías que había agua... Yo creo que la vida está encantada.

P.- Lo que decíamos antes: la vida es un cuento, y a veces te sirve para poemas, y a veces para historias de narrativa.

R.- Sí, sí. Y también lo feo. No idealizo cuando hablo de estas cosas. En el mar puede haber cosas feas. También naufragios. Tengo otra historia, que es una historia real, de un naufragio que lo que devolvió eran ataúdes, y los niños los convirtieron en barcos en los que jugaban. Galicia y el norte de Portugal fueron exportadores de ataúdes, porque siempre ha habido mucho bosque de castaños.

P.- Tengo unos versos suyos por aquí: Él era fuerte y débil/ como un marine yanqui...

R.- Ella, frágil e invencible,/ como una guerrillera del Vietcong. (Manuel ha completado la lectura recitando de memoria sus versos).

P.- Qué bonita la poesía cotidiana, cuando está bien hecha. No me gusta la poesía hecha de palabras supuestamente poéticas: níveo, arrebol, áureo...

R.- Sí. Además hay una cierta confusión al pensar que el lenguaje rebuscado hace la poesía. Al contrario, creo que la poesía son las palabras que están deseando saltar a la boca. Entre otras cosas, la poesía es información esencial, es aquello que no se puede decir a través de un discurso o una tesis.

Gran parte de las obras que hoy consideramos clásicas, los diálogos maravillosos de Shakespeare, el Decamerón, Los cuentos de Canterbury, la Celestina, la obra de Cervantes... proceden de la tradición popular. Lo que llamaban la tradición de los mil años de risa. Esa fuente son las palabras escritas entre labios. Son como los seres menudos, que son los más maravillosos: las mariquitas, los saltamontes, las libélulas...

P.- Ya me hablaste de los lepismas la última vez, ese pequeño insecto plateado. Eres muy fan.

R.- (Manuel ríe). Sí, yo ya los convertí en seres sagrados a los lepismas. Voy detrás de él a ver si me cuenta algo. (Ríe otra vez).

Manuel Rivas posando para EL ESPAÑOL.

Manuel Rivas posando para EL ESPAÑOL. Alejandro Ernesto EL ESPAÑOL

P.- Has dicho hace poco, en Cosmopoética, que el deber imprescindible del autor es hablar o escribir desde la libertad. Sobre todo en correspondencia a todos aquellos que en otros países no la tienen. ¿En qué país del mundo crees que es más difícil hoy día ser un creador libre?

R.- Sí, claro. Está el mundo real y los mundos. Posiblemente en lugares que pasan por democráticos también hay situaciones de pesadilla o muy condicionados. Gaza, Ucrania, África, donde además están viviendo lo peor, que son las guerras invisibles...

Son lugares en los que sólo se pretende sobrevivir. En muchos no tienes derecho ni a tener un nombre, sigue habiendo espacios de esclavismo tremendos. Yo cuando hablo de Palestina, pienso muchísimo en Israel.

Desde siempre leí muchísimo, me identifico en muchas cosas con la historia del pueblo judío, y escribí bastante sobre lo que fue la expulsión de los judíos de España. Mi padre al final siempre fue buscando por los sitios, y yo siempre pensé en el fondo que teníamos algo que ver con los judíos, que había algo remoto.

Siento un dolor tremendo. Deberíamos cartografiar en todo momento la libertad, porque es el bien más precioso que tenemos. Pero no la libertad para dominar a otro, sino la que comentabas tú, la creativa.

Manuel Rivas posando para EL ESPAÑOL.

Manuel Rivas posando para EL ESPAÑOL. Alejandro Ernesto EL ESPAÑOL

P.- ¿Qué o quiénes nos la roban?

R.- Hay que hacer una reflexión sobre lo que está pasando con ese poder tecnofeudal, hasta qué punto es un instrumento de libertad o es un instrumento que nos está taponando. Son poderes tan poderosos que ofrecer una resistencia es muy difícil. Yo sentí una gran felicidad cuando escribí un poema en el que un niño tiraba una piedra y caía un dron, me salió de repente cuando escribía de otra cosa.

P.- Una pequeña gran victoria ludita.

R.- Sentí una pequeña excitación y una gran alegría ante lo que es el solucionismo tecnológico... En vez de emanciparnos con estas herramientas, veo a la gente muy atemorizada. Es posible que mucha gente pierda su empleo, pero también lo veo en el sentido de... No veo que la gente esté ganando en calidad de vida.

P.- Con la IA, por ejemplo.

R.- Por ejemplo. Se ha convertido en una especie de vara mágica, con ese solucionismo que decía. Te dicen ‘en la medicina hay avances’... Pero se ha metido todo en un mismo contenedor, y hay de todo. Donde más se ha avanzado es justamente en máquinas de matar, en máquinas de control contra la integridad de las personas. Es un estado de vigilancia en el que vivimos.

P.- Como el Gran Hermano de Orwell.

R.- Sí, total, pero a un nivel real. Cuando lo leímos nos parecía una ficción, una pesadilla.

Manuel Rivas posando para EL ESPAÑOL.

Manuel Rivas posando para EL ESPAÑOL. Alejandro Ernesto EL ESPAÑOL

P.- Siempre pregunto qué son los amigos en la vida de mis entrevistados, cómo influyen en sus días. O, si son prescindibles, cómo de prescindibles son. Quizá sean ese reducto contra todo esto que estamos hablando.

R.- Sí, lo que no te pide nada a cambio. Lo que no tiene precio. El amigo es al que puedes molestar.

P.- A una máquina no la puedes molestar.

R.- Sí. Y que se ríe contigo en un entierro. Te dice ‘peor es lo mío’.

P.- ¿Y el amor romántico qué es para Manuel Rivas, a los 68 años?

R.- Y el amor romántico... Mira, a mí es una palabra que me gusta tanto, la de romántico. Y amor también. Son palabras muy gastadas, muy utilizadas, decía Joyce “esas palabras grandilocuentes que tanto daño nos hacen”.

En cambio, yo antes escapaba de utilizar la idea de amor, pero ahora, creo que debe de ser por todo esto que estuvimos hablando, es una palabra que renace. Una palabra que está buscando el sentido, lo que pasa es que hay tantas interferencias...

Y lo de romántico, la verdad es que nunca renegué de ella. Aunque en nombre del amor romántico se han hecho verdaderas barbaridades, pero si llevas estas palabras escondidas entre los dientes, seguramente pueden llegar a ser... a ser... (Manuel busca con qué concluir su reflexión, registra un pensamiento entre el griterío del café Comercial, y al final sonríe al decirlo) Pueden llegar a ser lepismas.