Anabel Alonso habla con EL ESPAÑOL tras su estreno de 'La Mujer Rota' de Simone de Beauvoir, en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.

Anabel Alonso habla con EL ESPAÑOL tras su estreno de 'La Mujer Rota' de Simone de Beauvoir, en el Teatro Infanta Isabel de Madrid. Rodrigo Mínguez EL ESPAÑOL

Reportajes

Anabel Alonso: "No hace falta dar un pregón para salir del armario. Sobre todo, si quieres que los demás lo normalicen"

"No puede ser que llegue mejor el mensaje de los reaccionarios y los ultras que el feminismo" // "Hablamos mucho de Begoña Gómez, pero habría que ver a las mujeres de Aznar, de Zapatero o de Rajoy".

Más información: Anabel Alonso se pronuncia sobre si le 'robó' un papel a Bárbara Rey: "Ángela Portero me llamó para confirmarlo"

Publicada

Anabel Alonso (Baracaldo, Vizcaya, 1964) habla sin miedo y sin tapujos. La comedia, en parte, siempre ha sido su escudo. A sus 60 años, la actriz confiesa que nunca ha querido cumplir las expectativas de los demás, sino las suyas propias. Esa es su forma de estar en el mundo y también su manera de entender el arte, la vida y la política.

Acaba de estrenar La mujer rota, de Simone de Beauvoir, en el Teatro Infanta Isabel de Madrid; un monólogo exigente que, como ella misma dice, “la enfrenta a un personaje lleno de ira, dolor y lucidez”. Un personaje que la aleja de su vis cómica, esta vez, para lanzar punzadas contra lo que le duele.

Así, no duda en hablar sin tapujos de feminismo, al reivindicar el derecho de las mujeres a rebelarse contra el doble rasero social y también al contar, con la naturalidad que la caracteriza, su salida del armario: “Me preguntaron cómo se llamaba mi pareja y dije: ‘Se llama Heidi’. Y ya está. No hace falta dar un pregón para salir del armario”.

Anabel Alonso, en el escenario del Teatro Infanta Isabel.

Anabel Alonso, en el escenario del Teatro Infanta Isabel. Rodrigo Mínguez EL ESPAÑOL

Su discurso, como el texto de De Beauvoir que interpreta, es una invitación a mirar de frente las contradicciones de una sociedad que aún pone límites a la libertad de las mujeres. La franqueza de Anabel no está sesgada por ideologías extremistas.

Aunque se declare progresista, dice “tener leña para todos”. Pide a la derecha “que no se deje seducir por Vox y sea como la europea, culta e ilustrada”, y reprocha a la izquierda “que así no se hacen las cosas”, aludiendo a la corrupción que la rodea y a la fragmentación y crispación que domina el debate público.

Porque, como sostiene, “uno puede tener ideas progresistas y que te las rebatan, pero a ese odio no le encuentro sentido. ¿Qué quieren?, ¿pensamiento único?”. Lo que está claro es que quitarse el sambenito de “roja subvencionada” es una tarea imposible, aunque precisamente ella no quiso suscribir el manifiesto que firmaron compañeros suyos de profesión el pasado mes de julio donde denunciaban el supuesto acoso y derribo que sufría Pedro Sánchez.

Una declaración de apoyo al presidente que, por extensión, termina de entender en algunos aspectos: “Hablamos mucho de Begoña Gómez, y me parece estupendo y necesario, pero habría que ver a las mujeres de Aznar, de Zapatero, de Rajoy... Igual a otros presidentes no se les ha perseguido tanto”, dice.

Pregunta.– ¿Qué la llevó a subirse al escenario con La mujer rota?

Respuesta.– En primer lugar, el texto es una barbaridad. Simone de Beauvoir sabía muy bien lo que decía. Por otro lado, el personaje de Murielle es muy goloso para cualquier actriz. Es un monólogo, lo cual supone un gran reto. Y este personaje pasa por un montón de emociones: ira, dolor, rabia, abandono, cierto sentido del humor dentro de sus posibilidades... Y como actriz quería enfrentarme a ese reto.

P.– Ha hecho sobre todo comedia, pero aquí la vemos en un registro muy distinto. Un reto aún mayor, sin duda.

R.– Sí, y también por eso quería mostrar otro registro. Siempre me preguntan si me siento encasillada, y no, me encanta hacer comedia. No me aburro. Y ahora me he podido permitir hacer este personaje con un gran despliegue emocional. Me interesa mucho lo que cuenta.

Anabel Alonso siendo entrevistada.

Anabel Alonso siendo entrevistada. Rodrigo Mínguez EL ESPAÑOL

Murielle es una mujer exiliada en su apartamento, repudiada por los demás, y encaminada desde la infancia a ser esposa, madre e hija. Por tanto, todo el mundo descarga sobre ella todas las responsabilidades.

P.– ¿Qué descubrió en ella que también reconoce en usted?

R.– Yo creo que esa capacidad de rebelarse, de no engañarse a una misma. Ella dice: "He gritado las verdades a todos vosotros, a cada uno su parte", y yo siempre he intentado decir lo que pienso y romper con las expectativas.

P.– ¿Qué expectativas ha tenido que romper?

R.– Bueno, sólo por el hecho de ser mujer ya se nos ponen unas expectativas. A nosotras se nos juzga más con los ojos de los demás y se nos dice mucho cómo debemos ser. Murielle, mi personaje, quiere desmarcarse de lo que la sociedad le impone y, al mismo tiempo, encajar en ella.

Y con los hombres no pasa lo mismo: un hombre que prima el trabajo sobre su familia no es un mal padre. Pero si lo hace una mujer, es una mala madre. Pero yo siempre he ido bastante a la mía. No he querido cumplir las expectativas de los demás, sino las mías. Y como actriz también me he sentido muy libre.

P.– Muchas actrices denuncian que las han dejado de llamar cuando no han podido seguir siendo la chica joven y guapa de la película. Sin embargo, usted no ha parado de trabajar.

R.– Yo no he estado en esas. He hecho muchos papeles diferentes. He hecho mucha tele, muchos programas, muchas series... y he podido estar ahí. Pero sé que otras compañeras las han pasado canutas. Cuando eres la chica de la película, llega un momento en que dejas de serlo, demasiado pronto diría yo, mientras que a los tíos se les amplía mucho más el margen de edad.

Y ahí te dejan de llamar. Y eso es muy injusto. Pasas de hacer de esposa a hacer de madre. Pero bueno, cada vez hay más guionistas y directoras, y cada vez a las mujeres nos pasan más cosas en la sociedad. Antes, a los 40 años, a una actriz ya no sabían dónde ponerla.

Anabel Alonso, sentada en el Teatro Infanta Isabel.

Anabel Alonso, sentada en el Teatro Infanta Isabel. Rodrigo Mínguez EL ESPAÑOL

En Los ladrones van a la oficina yo hacía de mujer de Antonio Resines, y tenía 28 años y él 40 o así. Lo que pasa es que me caracterizaban de más mayor. Y después he estado en un limbo que aparentaba unos treinta y tantos durante mucho tiempo, lo que me ha permitido hacer personajes más jóvenes que yo.

P.– Hace unos años salió públicamente del armario y compartió cómo fue el proceso hasta convertirse en madre junto a su pareja, Heidi Steinhardt, la directora de esta obra ¿Le costó dar ese paso?

R.– Para nada, fue muy natural. En una entrevista me preguntaron si estaba con alguien y cómo se llamaba y contesté: "Se llama Heidi". Y ya está. Y sí que alguna vez me propusieron hacer una portada en la que dijera que era lesbiana. Pero me pareció darle una importancia que no tiene.

Y, además, pienso que darle naturalidad es la forma más reivindicativa que existe. No hace falta dar un pregón para salir del armario. Sobre todo si quieres que los demás lo vivan de una manera completamente normal.

P.– Aunque quizá el contexto familiar y social influye en la forma en la que uno revela su orientación sexual. Me refiero, si nunca hubiera venido a Madrid desde Baracaldo, ¿hubiera dado ese paso igual?

R.– No, claro que no. No es lo mismo estar en una gran ciudad que en un pueblo pequeño. No es lo mismo una familia que otra. Y en esas, cada uno hace lo que puede. ¿Cuántos jóvenes no se hablan con sus padres por decir que son homosexuales? Pero yo no soy nadie para decir cómo hay que salir del armario porque cada persona es diferente.

Anabel Alonso, en el escenario del Teatro Infanta Isabel.

Anabel Alonso, en el escenario del Teatro Infanta Isabel. Rodrigo Mínguez EL ESPAÑOL

Yo sólo diría que es muy importante ser honesto con uno mismo y no negar lo que uno es, y yo eso lo tuve muy claro desde el principio. Me fui antes de los 20 años de casa e hice la vida que quería. Nadie me lo impidió. Pero si me hubiese quedado allí quizá la cosa no hubiera sido igual.

P.– Antes de que el público conociera su orientación sexual, hizo un papel en la serie 7 vidas donde interpretaba a una lesbiana. Fue un referente para muchas personas del colectivo LGTBI. ¿Qué supuso ser un referente para el colectivo sin ni siquiera haber salido del armario públicamente?

R.– Para mí fue un papel como otro cualquiera. No pensé que por hacer ese papel estaba contando algo de mí que no quería que la gente supiera. Para nada. Además, hice ese papel pero también he hecho muchos otros donde no hacía de lesbiana.

Pero sí que interpretar el personaje de Diana causó mucho revuelo, y muchas asociaciones LGTBI nos enviaron cartas. Algunas de ellas eran de jóvenes que, gracias a ese personaje, se atrevían a hablar sobre el tema con sus padres. La verdad que eso fue muy bonito.

P.– Volviendo a la obra. De Beauvoir escribió el texto en los años 60, pero sigue estando vigente en muchos aspectos. ¿Qué cree que todavía no hemos aprendido?

R.– Hemos avanzado en muchas cosas. La situación de la mujer en este país no tiene nada que ver con entonces. Pero sí que queda mucho camino por recorrer. Sobre todo por ese doble rasero que hablábamos antes a la hora de juzgarnos. O en el ámbito laboral, donde no hay casi mujeres en puestos directivos.

Anabel Alonso, sentada en un sillón en el escenario del Teatro Infanta Isabel.

Anabel Alonso, sentada en un sillón en el escenario del Teatro Infanta Isabel. Rodrigo Mínguez EL ESPAÑOL

Y también vemos, en algunos contextos, cómo se menosprecia a hombres que adoptan ese rol, en principio destinado a las mujeres, de quedarse en casa y cuidar de los niños. Todavía hay también muchas mujeres machistas.

P.– Vemos como las nuevas generaciones rechazan cada vez más el discurso feminista, ¿qué se está haciendo mal?

R.– No puede ser que llegue mejor el mensaje de los reaccionarios y los ultras que el feminismo, que ya se ha convertido en un término muy denostado. Y yo no sé dónde radica ese rechazo. Pero la realidad es que muchos chicos jóvenes piensan que las mujeres les van a quitar los puestos de trabajo. Y lo que no entienden es que no les van a quitar derechos, sino privilegios. El mensaje de la derecha tiene mucho que ver con esto.

P.– ¿Qué le pide a la derecha?

R.– Pues que sean como la derecha europea, como los conservadores en Reino Unido, o una derecha cristiana, pero que no comulgue con ciertos discursos y que no colabore en lanzar estos mensajes. Toda radicalidad habría que desterrarla de todos los partidos.

Anabel Alonso crítica con la derecha española.

Anabel Alonso crítica con la derecha española. Rodrigo Mínguez EL ESPAÑOL

P.– Y la cultura siempre está en el punto de mira. ¿Alguna vez la han tachado directamente de subvencionada?

R.– Muchas veces. Bueno, a mí me han llegado a decir que Podemos me había pagado 4 millones de euros. Imagínate (risas).

P.– ¿Sois los actores unos "rojos subvencionados", como dicen?

R.– La verdad es que no sé por qué piensan eso. Es algo que sólo pasa en este país. En ningún país europeo pasa. Y la derecha en España siempre ha sido muy culta e ilustrada. Y da rabia porque luego ves los suplementos culturales de los diferentes periódicos conservadores y son una maravilla. Pero lo que ocurre es que a los actores, que podemos ser altavoces y tener una sensibilidad con diferentes causas sociales, se nos tacha de rojos por ese hecho.

Y es lícito que un actor diga lo que piense y reivindique. Entonces, ¿qué quieren?, ¿pensamiento único? Me parece muy injusto que nos estigmaticen de esa manera. Además, uno puede tener ideas progresistas y que te las rebatan, pero a ese odio no le encuentro sentido.

P.– Un odio y una crispación que se ve reflejada a diario en el Congreso de los Diputados, ¿o cree que hay mucho de teatro en sus discursos?

R.– Yo creo que sí. Se insultan sin parar y dicen muchas barbaridades. Siempre pienso en las pobres taquígrafas escribiendo insultos y barbaridades. Pobrecitas ellas. Pero luego los ves por los pasillos con sus cafés y hablan tan contentos y tan felices entre ellos. ¿Y por qué no nos enseñan eso? Eso es lo que se debería ver y no ese teatro de la crispación. Más que un teatro parece un coliseo.

Anabel Alonso siendo entrevistada.

Anabel Alonso siendo entrevistada. Rodrigo Mínguez EL ESPAÑOL

P.– Y yéndonos a la otra parte, ¿piensa que la izquierda actual, con los casos de corrupción que la envuelve, tiene parte de culpa de esa polarización?

R.– Por supuesto que la izquierda tiene mucha culpa de lo que está pasando. Y hay que decirle a la izquierda que así no se hacen las cosas. ¿Qué es eso de que existan miles de facciones políticas que no se ponen de acuerdo en nada? Por eso estamos así. Unos dependen de los intereses de otros... Yo tengo leña para todos (sonríe).

P.– Usted no quiso suscribir el manifiesto que firmaron compañeros suyos de profesión el pasado mes de julio donde denunciaban el supuesto acoso y derribo que sufría el presidente del Gobierno, ¿por qué?

R.– Pues ni lo llegué a leer porque estaba fuera. Lo leí después. Y si te soy sincera, yo creo que Pedro Sánchez tiene los suficientes medios como para defenderse, ¿no? Y también pienso que se pone el punto de mira sobre el presidente del Gobierno, pero que también se puede colocar sobre otros muchos políticos del otro lado.

Aquí nadie se salva. Porque sí que hablamos mucho de Begoña Gómez, y me parece estupendo y necesario, pero habría que ver a las mujeres de Aznar, de Zapatero, de Rajoy o de fulanito. Igual a otros presidentes no se les ha perseguido tanto.

P.– ¿Se siente decepcionada por este Gobierno?

R.– Podría hacer las cosas mejor, claro que sí. Pero también pienso que yo he tenido la libertad que he tenido en mi vida y tenemos los avances sociales que tenemos gracias a políticas progresistas. Sin el PSOE, en este caso, no habría ni divorcio, ni derecho al aborto, ni yo me podría haber casado con una mujer.

P.– Habla con claridad, sin tapujos, ¿nunca le ha dado miedo decir lo que piensa?

R.– No, porque yo siempre digo las cosas con respeto y educación. Y lo que digo no tiene por qué ofender ni molestar y, ni mucho menos, generar odio.

P.– Pero sí que abandonó Twitter.

R.– Sí, porque desde el anonimato se sueltan muchas barbaridades. Así que, o jugamos todos a lo mismo o no jugamos. Y yo he decidido no jugar.

P.– Usted ha presentado y participado en muchos programas de televisión, ¿nunca la han vetado? Ya sabe que ha habido casos.

R.– Que yo sepa, no. Y creo que es por eso, porque no le falto el respeto ni criminalizo a nadie. Creo que doy una opinión con bastante sentido común. Y también me podrían vetar porque no les gusta cómo trabajo.

Nunca le voy a gustar a todo el mundo. Y como no le voy a gustar a todo el mundo, por lo menos digo lo que pienso. Algo que en estos momentos es muy necesario. Creo que la equidistancia es muy peligrosa. Los equidistantes creen que nunca saldrán mal parados, y eso no es cierto.