Migrantes este jueves en el puerto de Lampedusa esperando embarcar un ferry con destino a Sicilia.

Migrantes este jueves en el puerto de Lampedusa esperando embarcar un ferry con destino a Sicilia. Rafa Martí

Reportajes CRISIS MIGRATORIA

En Lampedusa, la isla de los 18.000 sueños rotos: "He venido a ir a la escuela a Italia"

Este jueves permanecían 1.120 migrantes en el centro de acogida, con capacidad para 400. El resto han sido derivados a otros puntos de Italia.

22 septiembre, 2023 03:01
Lampedusa (enviado especial)

Desde hace una semana, en el muelle de ferries de Lampedusa, miles de migrantes procedentes de una decena de países esperan el pasaporte a una vida soñada en Europa. Desconocen qué les depara el futuro. Pero, inconscientes, ingenuos, nerviosos, cansados y, a la vez, esperanzados, hacen la “V” de victoria a los fotógrafos que los retratan, mientras forman una fila para subirse a un barco que los llevará a Porto Empedocles (Sicilia). Ya están en suelo europeo. Para ellos, lo peor ha quedado atrás.

Todos ellos llegaron desde el pasado 13 de septiembre procedentes de Túnez y Libia, aprovechando las buenas condiciones del mar. Forman parte de los 18.000 migrantes que, en sólo unos días, han desembarcado de forma masiva en esta pequeña isla italiana de 20 kilómetros cuadrados y 6.000 habitantes, provocando una emergencia de dimensiones inéditas desde 2011. El jueves, permanecían en la isla 1.120 migrantes.

Durante la mañana, 390 de los recién llegados se agolpaban bajo las carpas de la Cruz Roja italiana antes de subir al barco para comenzar la segunda etapa de su viaje. Tras permanecer en el centro de acogida de la isla, conocido como ‘hotspot’ (punto caliente), llegan en autobuses al puerto para embarcarse en los dos ferries diarios a Sicilia. Es parte del plan de choque del Gobierno italiano para descongestionar una Lampedusa colapsada, de donde esta semana han llegado a salir hasta 2.000 personas al día entre barcos y aviones.

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El Ejecutivo de Giorgia Meloni, en su política de mano dura contra el fenómeno migratorio, ha asegurado que la gran mayoría serán repatriados a sus países desde centros de acogida en Sicilia y la Italia continental. Pero muchos de ellos esperan quedarse en Europa. Es el caso de Mohammed, un egipcio de 31 años que no esconde el motivo de su viaje: “No hay trabajo en Egipto... Amo Italia”, dice sonriente a EL ESPAÑOL, en las pocas palabras que conoce en inglés.

Mohammed (derecha), de 31 años y procedente de Egipto, en la fila para embarcar un ferry a Sicilia.

Mohammed (derecha), de 31 años y procedente de Egipto, en la fila para embarcar un ferry a Sicilia. Rafa Martí

Su porvenir, sin embargo, es difícil: Francia anunció que no acogerá a los arribados a Lampedusa por tratarse, en su mayoría de migrantes económicos y no refugiados, susceptibles de que se les conceda el asilo. Además, Meloni anunció en su visita a la isla el pasado domingo junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, nuevas medidas. Entre ellas, se encuentra la construcción de nuevos centros de repatriación y la ampliación del tiempo de retención de los migrantes hasta 18 meses, el máximo permitido por la Unión Europea.

Hombres y menores

La mayoría de quienes han llegado a Lampedusa en los días anteriores son hombres. Muchos, menores de edad. A estos últimos, la legislación europea impide expulsarlos, y ellos lo saben. Por ejemplo, Sangara, de 17 años: atravesó el desierto desde Costa de Marfil hasta Túnez. Después de siete meses, logró cruzar en una barcaza las 74,5 millas náuticas (138 kilómetros) que separan el país norteafricano de la isla, en unas 10 horas de navegación. “En mi país la situación es muy mala”, dice.

Sangara, un joven costamarfileño de 17 años.

Sangara, un joven costamarfileño de 17 años. Rafa Martí

Centenares de migrantes en Lampedusa durante la mañana del jueves esperan embarcar un ferry a Sicilia.

Centenares de migrantes en Lampedusa durante la mañana del jueves esperan embarcar un ferry a Sicilia. Rafa Martí

En el mismo sentido se expresa Abdullah, un chico gambiano de 15 años: “Quiero ir a la escuela en Italia y ser futbolista… del Milan. Mi ídolo es Andréi Shevchenko”, confiesa a este periódico. En Gambia, el joven se quedó huérfano y no tiene contacto con su único hermano, del que ni sabe la edad. Salió de su país hace dos meses y, como Sangara, llegó a Lampedusa procedente de Túnez entre los últimos arribos masivos.

Él y sus compañeros llevan ahora ropa limpia, y una bolsa de plástico impermeable que les ha dado la Cruz Roja para guardar los pocos enseres que trajeron de sus países. Antes de subir al barco, los trabajadores humanitarios les dan también una botella de agua y una bolsa de comida

Por su parte, voluntarios de la ONG Save the Children reparten octavillas con información útil para los menores, escrita en varios idiomas. Vienen de Siria, Egipto, Gambia, Costa de Marfil, Guinea, Túnez… incluso del lejano Bangladesh, como Saud, un joven que llegó a Lampedusa el lunes desde Libia, y que se embarcó en el ferry a Sicilia la noche del miércoles.

Les custodian dotaciones de carabineros armados con porras, quienes les acompañarán en el barco durante las nueve horas de travesía a Porto Empedocles. Allí, algunos migrantes conocedores de los planes de repatriación del Gobierno, trataron de escapar del puerto, provocando altercados que terminaron con un agente de policía herido.

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Niños de seis años

Mousa, un mediador de origen guineano establecido en Palermo desde hace años, está en Lampedusa trabajando en la emergencia. Al igual que los migrantes a los que él atiende ahora, cruzó el mar y se estableció en Italia. Relata su caso a los periodistas que se concentran en el puerto para ilustrar por lo que han pasado la mayoría de jóvenes que han llegado a la isla estos días.

“Crucé el desierto cavando hoyos para protegerme de la arena y el frío. Había estado en las fuerzas armadas y eso me ayudó a sobrevivir. Después trabajé como esclavo en Argelia varios meses, antes de poder cruzar. La mayoría de nosotros se tatuaba con cuchillas y piedras el número de teléfono de nuestros padres en el brazo por si moríamos. Era la única manera de decir a nuestros seres queridos si habíamos muerto en el intento”, asegura en un corrillo.

Migrantes en el puerto de Lampedusa este jueves esperan embarcar un ferry a Sicilia.

Migrantes en el puerto de Lampedusa este jueves esperan embarcar un ferry a Sicilia. Rafa Martí

El mediador también explica la situación de algunos niños que han llegado en esta última oleada: “Los migrantes recogieron a una niña de seis años que encontraron en el desierto y que llegó sana y salva. También hubo otro niño, de seis años, Ismael, a quien quiso adoptar una anestesista del ambulatorio de Lampedusa, pero los tribunales dictan que los niños tienen que ser trasladados a ciudades de la Italia continental donde son atendidos por los servicios sociales”.

Si bien la mayoría de los migrantes pueden soportar las penurias del viaje, Mousa hace hincapié en el estrés al que son sometidos estos niños. “Pasan de un lugar a otro, en condiciones higiénicas mínimas, y con una gran exposición a masas de gente hacinada. Esto les deja marcados”, asegura.

‘Operación limpieza’

Transcurridos unos días de la gran oleada migratoria, el ambiente que se respira en Lampedusa es tranquilo. Los turistas salen por la noche cambiados para ir a cenar y no se ve un sólo migrante por las calles del principal pueblo de la isla. Es como si, en los últimos días, no hubiese pasado nada. De los 18.000 arribados en poco más de una semana, este jueves apenas permanecían en la isla 1.120, concentrados en el centro de acogida.

El ‘hotspot’, con una capacidad para 400 personas, se ha visto desbordado. Se trata de un recinto compuesto de barracones, vallado con muros de tres metros de altura, vigilado por puestos militares y escondido entre colinas. Su presencia apenas es percibida en una isla que vive principalmente del turismo. Pero allí se han producido escenas terroríficas, con más de 7.000 personas hacinadas en un solo día, luchando por agua, algo de comida y sobre todo, por salir de Lampedusa.

Militares italianos vigilan el centro de acogida de Lampedusa, que ha visto desbordada su capacidad.

Militares italianos vigilan el centro de acogida de Lampedusa, que ha visto desbordada su capacidad. Rafa Martí

El Gobierno se ha empeñado en una especie de ‘operación limpieza’ ejecutada en tiempo récord para devolver cuanto antes la situación a la normalidad y evitar críticas. Meloni, quien siempre ha defendido en su programa atajar el problema migratorio, se ha visto contra las cuerdas tras esta última crisis. Por ello, la evacuación de los 18.000 migrantes de la isla ha sido prioritaria.

Los primeros días de la gran oleada migratoria los habitantes de Lampedusa se vieron sorprendidos por la llegada de más de 100 barcazas al puerto. Ante la imposibilidad de ser contenidos, muchos migrantes burlaron el cordón de seguridad en el muelle y deambularon durante días por las calles del principal pueblo de la isla, donde los vecinos, pese a su hartazgo por la situación, les asistieron con víveres.

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Este jueves, el contraste con la situación vivida los primeros días era total. Pese a que el centro de acogida permanecía muy por encima de su capacidad (1.120 personas para una capacidad de 400), periodistas de la televisión pública RAI entraron al perímetro acompañados por la Cruz Roja para mostrar una pretendida vuelta a la normalidad.

El viento, además, ha impedido que se produzcan nuevas llegadas masivas. La última tuvo lugar la noche del martes al miércoles, cuando llegaron de golpe unos 1.200 migrantes más en una veintena de barcas.

Por otro lado, las barcazas que han usado los migrantes permanecen escondidas en un rincón del puerto, custodiadas por patrulleras de la Guardia de Finanzas. En los ferries que parten a Sicilia, de hecho, se embarcan también decenas de camiones con las pateras que serán desguazadas lejos de Lampedusa.

Camiones cargan en los ferries las barcas con las que han llegado los migrantes a Lampedusa.

Camiones cargan en los ferries las barcas con las que han llegado los migrantes a Lampedusa. Rafa Martí

El próximo 3 de octubre se cumplen tres años de una de las grandes tragedias migratorias que ha vivido Lampedusa: entonces, 368 personas, en su mayoría eritreas, murieron en el mar a pocas millas de la isla. Esta vez, no ha habido que lamentar víctimas mortales. Pero el problema permanece.