Juan Carlos I a su llegada a la casa de Pedro Campos.

Juan Carlos I a su llegada a la casa de Pedro Campos. EL ESPAÑOL

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La 'juancarlosmanía' se desinfla en Sanxenxo: sólo Pedro Campos y la prensa esperaban al Emérito

La primera visita a España tras su exilio fue promocionada a bombo y platillo por su entorno cercano, pero esta vez el secretismo marca la agenda.

20 abril, 2023 02:57

Martes, 23:30. Localización: el único bar de tapas que queda con cocina abierta en Sanxenxo. Una pareja de ancianos se pega el teléfono móvil a la oreja. Hacen una mueca; tratan de comprender la verborrea metálica de un lector de voz que recita un artículo de prensa. A distancia es ininteligible, pero por su conversación se sabe que reclaman al aparato información sobre la visita de Juan Carlos a Sanxenxo. "Mañana viene al Club Náutico", asegura él, empuñando, solemne y ebrio, una cerveza. "Que no, que dicen que esta vez no", le replica ella, sin mirarle siquiera, mientras se esfuerza por seguir a la escucha a pesar de que C. Tangana y su Tú me dejaste de querer conspiran desde el televisor para impedírselo.

"De segunda vez nada, por aquí se dice que ha venido más de dos", arremete una camarera joven que aparenta menos años de los que en realidad tiene. Ella no lo ha visto con sus propios ojos, pero 'las voces dicen'... En fin, que el Emérito, sostiene ella, ha estado en Sanxenxo hasta en "¡cuatro!" ocasiones. No tiene pruebas, pero tampoco dudas: insiste en que se ha escabullido de la prensa y de los tentáculos de la Zarzuela y ha atracado en la ciudad de incógnito, "por mar", como un refugiado o un narco. 

Realmente ninguno de los tres tiene idea sobre la segunda venida de Juan Carlos a España desde que en 2020 se exiliara a Abu Dabi, pero no se les puede culpar: ni siquiera fue informado de su agenda el alcalde de Sanxenxo, Telmo Martín, del PP, uno de los embajadores del emeritus durante su visita a la ciudad en mayo de 2022. "No conozco los planes del Emérito" recalcó, lacónico, reacio a hablar y apresurándose a suplicar "discreción". Que le haya fallado en la foto al regidor que más lo ha apoyado todos estos años sólo puede significar dos cosas: que las elecciones municipales están a la vuelta de la esquina o que los planes del Borbón consisten en pasar desapercibido todo lo posible, al menos los primeros días.

Juan Carlos I aterriza en Vigo y se instala en Sanxenxo para acudir a las regatas Vídeo: EFE

Al final, la anciana del teléfono con voz metálica tenía razón: Juan Carlos no se presentó en el puerto de la ciudad. Ni baños de masas, ni juancarlosmanías con cientos de seguidores ondeando banderas rojigualdas. Por no haber, no hubo ni mariscadas en la Taberna del Náutico, una de sus favoritas de la zona, a pesar de que frente a ella, desde esta mañana, le espera ya en mar su Bribón, el insigne barco de clase 6m con el que competirá los próximos días en la II Volvo Autesa Cup, la segunda prueba de la Liga Nacional de 6 Metros que organiza el Real Club Náutico de Sanxenxo (RCNS). 

La juancarlosmanía se desinfla

Los únicos que esperaron al monarca, puntuales, quemados por el sol, fueron los casi cuarenta periodistas que venían a robarle fotos y declaraciones. La principal diferencia con el año pasado es que esta vez no se arremolinaron en los muelles del Club Náutico, sino frente a la casa de Pedro Campos, su presidente, el maestro de ceremonias que acogerá al exmonarca durante su estancia en la ciudad, previsiblemente hasta el domingo, aunque es posible que la 'visita real' se extienda hasta el miércoles de la semana que viene.

Entre los micrófonos y las cámaras apenas se escondían juancarlistas. Habría tres o cuatro curiosos –con bebé incluido– que esperaban robarle una foto al Emérito. Un hombre se asomaba por encima de un seto para ver qué se cocía en casa del vecino. La famosa pescadera Piliña pasaba al domicilio de Campos con un furgón para repartir los ingredientes del menú, pero sin querer revelar qué productos iban a degustar los inquilinos. De vez en cuando algún coche paraba por la carretera y pitaba a la turba de periodistas. Las hélices de dos MH-60R de la Armada sobrevolando la zona rompían el silencio. Los siguió un hombre con gorra roja asomado a la ventanilla de una furgoneta blanca, que se desgañitó profiriendo un '¡Viva España!'.

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Fueron los momentos más emocionantes de una tórrida y tediosa espera que se demoró durante casi dos horas. Entonces el Mercedes gris de Pedro Campos entró en escena. Juan Carlos iba de copiloto, pero apenas se le pudo ver. Fue fugaz, como la comitiva yanqui de Bienvenido Mr. Marshall. La estrella saludó solemne desde su asiento, sin siquiera pararse para la foto o el canutazo. Los aplausos de los mirones fueron aún más breves. Un joven llegado de Pontevedra que portaba cartulinas rojas, amarillas y moradas replicó un '¡Viva La República!' e, inmediatamente, el silencio lo inundó todo. El coche desapareció en el garaje de la casa de Campos. Larga demora para cinco segundos descafeinados.

El Bribón del rey Juan Carlos descansa en el puerto del Real Club Náutico de Sanxenxo durante la mañana del miércoles David G. Maciejewski

"Si cometió errores es porque es humano"

En Sanxenxo saben que el rey ha venido a participar en las regatas del fin de semana. Todos lo comentan, pero nadie se emociona, ni mucho menos va a fisgonear frente a la puerta de la urbanización de Campos. Más que visitar al Bribón en el puerto o juntarse frente a la casa del presidente del Club Náutico, el ejercicio preferido de los lugareños parece ser pulular cerca de las cámaras de televisión para ver si alguna los engancha y les da cuerda.

La sensación es que reina una sana indiferencia. Lo certifica una de las vecinas de Pedro Campos: "En 2022 no podía pasar ni a mi casa. Lo de hoy no es nada". Bea, una mujer que fuma un cigarrillo frente a su local en el puerto, confiesa que el ambiente está demasiado tranquilo. "El año pasado había mucha más gente. Los medios sí que le dais importancia, pero en el pueblo apenas tiene repercusión", asegura entre calada y calada. "El año pasado había gente que le esperó durante horas, con banderas, pero este no hay nadie. Quizás es porque no anunció la agenda y la gente se habrá hecho un lío con las horas".

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"Yo me alegro mucho de que haya venido", confiesa Tina, una mujer de unos sesenta años que camina con una carpetita azul entre las manos, oteando el embarcadero en el que se encuentra ya preparado el seis metros eslora del Borbón, al que probablemente trata de encontrar con la mirada. "No tengo nada en contra. Respeto todas las opiniones. Gracias a eso, Sanxenxo es conocido en el mundo entero, pero antes nadie sabía ni pronunciarlo". Al decirlo, estalla en carcajadas, e insiste:

"Fue nuestro rey e hizo cosas buenas y cosas malas. Lo que veo muy mal es que esté fuera de su país. Pero, ya sabes, todo esto es político. Estuvo 30 o 40 años en su reinado, y si cometió errores es porque es un ser humano. No lo vamos a echar a la calle, ¿no? Es todo pura política. Así nos están llevando el país".

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Javier, un hombre entrado en los setenta, camina con un gorro para protegerse del sol. Le acompaña un perrito. Es de la misma opinión que Tina y Bea: "Me da igual que venga aquí. Es libre. Si quiere hacerlo, es bienvenido. De hecho, me agrada, porque hay muchos puertos náuticos en España, y que venga a este hace que sea mejor para los gallegos. Eso sí: no creo que los comercios ni los bares ganen demasiado con esto".

Todos los vecinos consultados por EL ESPAÑOL comparten la misma opinión: el rey Juan Carlos es bienvenido en Sanxenxo. Sin rencores fiscales. A los agasajos de los ciudadanos se les suma el del propio alcalde del municipio: "Si quiere venir aquí muchas veces, bienvenido sea", aseguró, a pesar de su forzada "discreción". Aunque este año no ha habido juancarlosmanía en su recibimiento, ni nadie de su familia ha ido a visitarlo al aeropuerto, al menos las gentes de Sanxenxo apoyan abiertamente la presencia del Borbón, su mejor activo turístico para la temporada de primavera.

El rey Juan Carlos a su llegada al domicilio de Pedro Campos, en Sanxenxo

El rey Juan Carlos a su llegada al domicilio de Pedro Campos, en Sanxenxo Lavandeira Jr. EFE