Diana Hernández y Bad Bunny.

Diana Hernández y Bad Bunny. José Verdugo EL ESPAÑOL

Reportajes

El imperio de Diana Hernández, de Colombia a Carabanchel para ser la estilista de Bad Bunny

Diseña también para Leslie Grace, Arcangel o Zion y Lennox. Llegó a Madrid por amor y se ha quedado. 

21 marzo, 2022 01:13

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Un enfrentamiento rutinario, el de abrir el armario y desordenar prendas. Una duda de cada mañana, quizás varias veces al día. Un momento común: qué elegir. Un par de deseos: que sea hermoso y que cuente una identidad sin exagerar. Una mujer que lo ha jugado para otros, particulares y artistas como Bad Bunny, Leslie Grace, Arcangel o Zion y Lennox: Diana Hernández.

Algunos de ellos prefieren mantener la confidencialidad. “Yo no puedo contar que he trabajado con ellos a menos que sea algo público y específico”, reconoce la colombiana de 37 años. No le importa. “En realidad soy reservada”, cuenta, sentada en el sofá de su salón diáfano.

Otros de sus clientes se viralizan, como el famoso cantante Bad Bunny. Muestra una foto en la que aparecen los dos antes de un concierto. Él lleva un mono grisáceo, un chaleco salvavidas con el logo de Luis Vuitton y unas uñas larguísimas a juego con su pelo: verde lima fosforito. “Causaron sensación y son crédito suyo: es una persona que sabe lo que quiere”.

En aquel espectáculo, él bajaba con una moto de agua y Diana optó por ese atuendo que brillaba en la oscuridad. Le sumó el complemento acuático, personalizado por un diseñador que emplea pieles de bolsos, y unas zapatillas. “Son las que él ha estado usando desde sus inicios”, apuntala.

Ese detalle capta la esencia de su trabajo: retocar un estilo sin disfrazar. Por ello, lo primero que hace es charlar con sus clientes. Quiere saber qué le bloquea a sentirse bien con su imagen o simplemente escuchar con qué se sienten cómodos.

Diana Hernández posa para este periódico.

Diana Hernández posa para este periódico. José Verdugo EL ESPAÑOL

Es, en cierto modo, artesana: coge prendas antiguas y las dota de una nueva personalidad. A su lado, ha dejado colocado un conjunto oscuro con brillos bordados. “Este es un traje de los setenta u ochenta de Valentino. Encontré un top muy lindo de lentejuelas y lo corté en forma de flores para esta chaqueta, que conseguí en una tienda vintage de Los Ángeles”, describe. Casi siempre hace arreglos: sabe que no hay dos cuerpos iguales y que los detalles son los que alumbran las diferencias.

Pura diversión y vocación

El estilismo la rodeaba desde muy pequeña. “Yo soy de Barranquilla, que no es una ciudad muy conocida por la moda, pero mi abuela era toda una musa”, recuerda sobre una mujer que siempre se arreglaba.

“Tuvo una vida muy privilegiada junto a mi abuelo, que era médico y se metió también en política: viajaban mucho, recorrieron el mundo y ella se creó un armario enorme”. Tal era su dimensión que montó una tienda donde empezó a vender sus piezas. “Yo aún guardo algunas”, reconoce quien ha seguido los pasos errantes de sus antepasados, pues ha pasado por EEUU y se ha instalado en Madrid hace dos años.

Al cumplir los 21, Diana se fue a Miami a estudiar Diseño de Moda y se puso a trabajar en una boutique. “La dueña, que era francesa, se trajo prendas de sus diseñadores favoritos: Isabel Marant, Vanessa Bruno, IRO…”, enumera. Ahí empezó a atraer a personas que confiaban en ella. “Les vendía armarios enteros, aunque ni siquiera sabía que había una carrera llamada estilismo”.

Cosechó de esos éxitos su primer trabajo editorial, de ropa de baño. Lo aceptó por pura diversión y comenzó a encajar su nueva profesión. “Siempre la he ejercido de manera libre: yo misma he sido mi tarjeta de presentación”. De ahí empezaron a lloverle propuestas de vídeos musicales.

Surgieron sus primeras grabaciones de reguetón. “Ese estilo aún no se tomaba en serio, pero para mí era como un juego. Lo que más me gustaba era estar en el set porque hay vibras y, al mismo tiempo, un orden. Te conectas con el artista, el director, la encargada de maquillaje”, rememora.

Diana Hernández se mira en el espejo.

Diana Hernández se mira en el espejo. José Verdugo EL ESPAÑOL

Un día, el director con el que solía coincidir la llamó por teléfono:

– Diana, tengo un vídeo y necesito hacer una historia, ¿Cuál sería tu sueño?

– Ir a Tokio.

– Pues prepara las maletas.

Era 2013, para una canción del cantante Arcangel junto a la artista estadounidense Lissa. Filmaron unos cinco temas en muy poco tiempo. En esa excursión, Diana se sintió profundamente parte del lugar. Pensaba: “Guau, por fin encuentro un sitio al que siento que pertenezco. La gente utiliza su cuerpo como extensión de su creatividad”.

El amor y al arte

En los altavoces de su casa suena Nat King Cole. “Mi hija nació escuchando esta música, jazz. Concretamente con When I fall in love”, sonríe. El salón está lleno de obras de arte, otro de los mundos que la conmueven.

“Vine en 2019 por el amor”, dice. Conoció al galerista español Fer Francés en una etapa de su vida en la que compaginaba su profesión con llevar una galería en Los Ángeles. Después la pandemia aceleró todo: él la había convencido para mudarse a España, decidieron tener un bebé, él abrió la galería Veta en Carabanchel y ella comenzó a trabajar a través de la pantalla. “Yo pensaba que no era posible, porque me gusta sentir, tocar, estar con la persona y he encontrado otra manera de conectar que funciona”. Ahora está con dos artistas internacionales y dos clientes privados.

De aquella época atesora la familia que ha construido y su pasión por el arte. Se ve en una pieza limitada de madera que conserva: una creación del músico J Balvin y el artista BAIT del festival de cultura urbana emergente ComplexCon. “El músico nos propuso colaborar con uno de nuestros creadores e hicieron entre los dos este ‘print’ de madera”, lo muestra. Es una edición limitada firmada por los dos, la número 221 de 300.

Procedimiento: el ADN de la persona

¿Cómo empieza todo? “Les pregunto por su estilo de vida. No es lo mismo la persona que esté todo el día en una oficina que otra en movimiento; ni un artista y alguien fuera de un ojo público”, recalca la estilista, quien se dedica a leerles. “Ellos se abren y creo que tiene mucho que ver con mi sinceridad, que mi intención es pura”.

Indaga en sus mundos y se imagina colores, formas y empieza a compaginar todo con tendencias actuales y cortes que a la persona le favorecen. “Busco que evolucionen y su ADN”, cuenta. Después, la mayoría de veces van a hacer una compra personalizada y, por último, les deja unas guías para que ellos vuelen solos.

“De las tarifas no te puedo decir nada fijo, porque depende mucho de lo que quieran y de la continuidad. A mí no me gusta vender humo y tampoco puedo hacer magia”. Y es que, llega hasta analizar la cara y el pelo para encontrar los tonos más adecuados.

“Es invertir en ti mismo. Hace unos 10 años atrás, me tocaba mucho trabajar con las uñas y casi convencer a los artistas de lo importante que era tomarse en serio la imagen”, continúa. “Yo estoy más dirigida al lado del lujo, por decirlo así, pero estoy pensando en crear diferente plataforma para personas que no se pueden permitir tener un estilista personal”.

Bad Bunny, su artista

Una de aquellas veces en las que en boca a boca le llevó a colaborar con artistas internacionales fue cuando le llamó el equipo de Bad Bunny. Le propusieron un día de tres trabajos en uno, en Las Vegas: un reportaje en la revista Billboard, la parte visual de la residencia The Palms, que acoge a artistas; y un concierto.

La primera de sus tareas acabó como portada de la reconocida revista. “Fue la primera de muchas, en el Hotel Cortez, que es legendario, y con una estética muy especial”. Tuvieron poco tiempo, pero las ideas rodaron por su compenetración creativa. Lo muestra en un ejemplar de febrero de 2019: con unos colores cálidos y unas prendas satinadas que contrastan con los míticos complementos del puertorriqueño: un pirsin en la nariz, un aro y unas gafas de sol.

Diana Hernández junto a Bad Bunny.

Diana Hernández junto a Bad Bunny.

Ese mismo día, por la mañana, habían creado la imagen de la residencia artística. Pasaron de suite en suite y llegaron a alguna de tanta ostentación que contaba incluso con una bolera dentro. “Hay una mega discoteca y acogen a músicos por un tiempo limitado para que dé conciertos casi todos los fines de semana”, narra.

Por la noche, otro registro menos suave o íntimo; más atrevido. Le armó un conjunto monocromático naranja que utilizó para el festival Calibash. “Lleva un bolso colgado al pecho y fue el primero que lo hizo, lo puso de moda”, recuerda frente a una imagen del músico con una riñonera. “Su música es un poco agresiva, su estilo muy fuerte y él tiene una sensibilidad increíble “, resume.

El punto entre psicología y cuerpo

–¿Qué ropa te define a ti?

– Depende de cada momento. Hoy llevo algo cómodo, pero que muestra cómo vibro. Me puse los guantes, un accesorio simple que transmite mucho; muestra tendencias de moda y un poco de sobriedad con un toque personal. Los pantalones, de la marca Adam Selman, son fitness y para salir. El top es de Marine Serre, caracterizada por crear segundas pieles. Me gusta la ropa muy colorida, pero hay veces que voy entera de negro. Tiene mucho que ver con la parte psicológica, el estilo como tal es muy psicológico.

Se queda unos segundos meditando. “En un momento de mi vida fue un debate para mí el ver la moda como algo superficial. Siempre he tenido una curiosidad y un anhelo sobre la espiritualidad”, confiesa. Su vocación es que su existencia ocasione un impacto positivo.

Hubo una situación en la que se topó con ese sentido. Estaba con una clienta que quería sentirse mejor. “¿Que en qué me inspiro? En cada persona que me pide ayuda”. Durante varios días charlaron, “como si fuera una terapia” y llegó el instante esperado: el cambio real.

“Cuando se vio se puso a llorar. Me dijo: ‘Diana, tú no sabes lo que has hecho hoy por mí, lo que significa. Yo venía pasando por un proceso en el que me sentía muy mal conmigo misma y tú me has traído luz y me has hecho sentir bien en mi propia piel”, describe, enorgullecida.

Lo aplica a otros aspectos de la vida; ese diálogo confuso que cada uno tiene consigo mismo, que se debate entre enemistad y cariño. Diana se mantiene en ese punto donde lo banal pasa a ser significativo: “Somos seres mentales, espirituales y físicos; no podemos olvidarnos de nuestro cuerpo porque es parte del balance”.

Diana Hernández coloca un traje en el sofá.

Diana Hernández coloca un traje en el sofá. José Verdugo EL ESPAÑOL