Mural con un policía empalado y Silvia (nombre ficticio), vecina de Errekaleor (Vitoria).

Mural con un policía empalado y Silvia (nombre ficticio), vecina de Errekaleor (Vitoria). Jaime Susanna

Reportajes

En el barrio okupa de Vitoria con pintadas de polis empalados y alumnos de instituto de excursión

Errekaleor es un vecindario autogestionado en la capital alavesa conocido por sus llamativos murales, algunos, fuertemente ideologizados. 

21 marzo, 2022 01:30

Noticias relacionadas

El día está gris y frío en Vitoria. Qué sorpresa. Por suerte, el barrio okupado te recibe con una llamativa dosis de color en forma de bienvenida. Ongi etorri, reza el policromático mural de la primera fachada. Y, por si tenías dudas de dónde estás, la siguiente pared te lo aclara: You are now entering free Errekaleor (estás entrando en Errekaleor libre). Pocas son las paredes de este peculiar lugar que no están pintadas, pero no todos los murales son tan acogedores como los de la entrada. Tout le monde deteste la police (todo el mundo detesta a la policía), dice uno más escondido. Justo al lado, la imagen de un agente empalado por un unicornio.

Todos los mensajes que lucen las paredes de Errekaleor son los que uno espera encontrar en un barrio que lleva nueve años okupado y donde sus vecinos viven de la manera más autogestionada posible. Sin embargo, la polémica ha saltado esta semana cuando se ha sabido que el instituto Ekialdea de Vitoria organizó varias excursiones con alumnos de la ESO a este asentamiento ilegal.

“Han ido, por lo menos, tres clases de primero de la ESO”, aseguran a EL ESPAÑOL unos padres indignados, que prefieren permanecer en el anonimato para no señalar a sus hijos de 12 años. “No nos molesta la visita únicamente porque haya murales contra la policía, sino porque no entendemos qué valores les van a transmitir a nuestros hijos ahí”, explica uno de ellos. Este padre se enteró por su propio hijo de que el centro les había llevado hasta allí. Polémica servida.

Mural de varios autores que muestra a la Ertzaintza con los números '1312', representación de 'ACAB' (acrónimo que significa todos los policías son unos bastardos en inglés).

Mural de varios autores que muestra a la Ertzaintza con los números '1312', representación de 'ACAB' (acrónimo que significa "todos los policías son unos bastardos" en inglés). Jaime Susanna

“Esto nos parece una aberración y no queremos que se repita. Llamé a la delegación de Educación en Vitoria, y una trabajadora me dijo: ‘No entiendo que ves de raro en una visita a Errekaleor’. ¿Desde Educación nos están diciendo eso? Que es un barrio okupado, señorita…”

Preguntado por este periódico, el instituto ha declinado dar declaraciones y ha remitido al Departamento de Educación del Gobierno Vasco, que confirmó este jueves a El Correo que las excursiones se han producido. Según el departamento, estas visitas escolares “se enmarcan en un proyecto educativo multidisciplinar”. Además de Errekaleor, los “150 alumnos” han visitado Casco Viejo, Zaramaga y está previsto que vayan al Museo Artium para que conozcan “aspectos del muralismo”.

150 vecinos okupados

Es jueves por la tarde y hay poco movimiento en Errekaleor. Solo hay una calle que lleva hasta el barrio, y está bordeada por extensos prados donde se pueden ver huertas. El arrabal, situado al sureste de la capital alavesa, lo componen 16 bloques que forman 192 viviendas. Actualmente viven unas 150 personas, tal como explica Pablo, uno de sus vecinos, que pasea tranquilamente con su perro.

Vista de varias fachadas con murales en Errekaleor.

Vista de varias fachadas con murales en Errekaleor. Jaime Susanna

En este barrio no hay ningún comercio, ni una valla comercial, ni un quiosco, ni pasa ningún autobús. Por el contrario, a las puertas de muchos bloques hay montañas de leña, para calentarse a la antigua. Las lavadoras no están en los domicilios, sino en una lavandería comunitaria. La luz proviene enteramente de paneles solares instalados por los propios okupas. Hace años que el Ayuntamiento cortó la luz y puso las farolas cercanas a funcionar con placas solares para que no pudieran pinchar la corriente de ellas. Varios días nublados seguidos hacen imposible disponer de electricidad para todos.

Aunque no hay comercios, hay muchas actividades: escalada, skatepark, roller derby (un divertido deporte de patinaje, mayoritariamente femenino), boxeo, gimnasio, ludoteca... y, cómo no, las huertas. "Unas 100 personas de fuera del barrio vienen también a cuidar las huertas", asegura una vecina. 

El sitio, a su manera, es acogedor. Todo el mundo saluda y esboza una sonrisa. No hay miradas de reojo ante un desconocido, aunque le cuelgue una cámara del brazo. El nombre de esta cabecera tampoco genera un rechazo de plano, pese a que, recordemos, es un barrio okupado en el País Vasco. Tal y como cabía esperar, en Errekaleor hay casi tantos perros como personas. Flautas, en cambio, este periodista no ha visto ninguna.

Loba, la perra de una vecina del barrio.

Loba, la perra de una vecina del barrio. Jaime Susanna

Silvia llegó hace “un par de años” a Errekaleor atraída por “el estilo de vida comunitario”. Tiene 24 años y es natural de Madrid. Su nombre es ficticio por petición expresa suya y acepta ser retratada con el rostro cubierto para la fotografía que abre este reportaje. “Conocía a gente de aquí y me vine yo sola por iniciativa propia”.

—¿Qué tal se vive?

—No tienes todas las comodidades normales. No sé, tienes una fuga y te lo arreglas tú. Pero al vivir en comunidad y gestionarlo entre todos pues igual sí que tienes mucha sensación de pertenencia. Yo estoy muy a gusto viviendo aquí.

Para el correcto funcionamiento de la comunidad, los vecinos se reunen a menudo. “Nos ‘asambleamos’ periódicamente, como cada dos semanas. Como vivimos aquí, la gente está muy implicada”. Silvia asegura que todos los vecinos de Errekaleor tienen su vida laboral fuera del barrio. “Aquí la gente curra de forma normal. Normalmente en Gasteiz”. Ella, por su parte, trabaja en la cooperativa de riders Eraman Coop al tiempo que estudia integración social.

Silvia (nombre ficticio), vecina de Errekaleor posa para este periódico con la cara cubierta.

Silvia (nombre ficticio), vecina de Errekaleor posa para este periódico con la cara cubierta. Jaime Susanna

Las visitas de los colegios son un tema espinoso entre los vecinos. “No veo que haya noticia”, se limita a decir Pablo y remite las explicaciones al colectivo de comunicación del barrio, que ha declinado dar declaraciones a este periódico así como a El Correo, el diario que adelantó la noticia.

“A ver, que no solo hay murales de policías… Hay muchos más”, explica Cris, una mujer catalana que lleva en torno a un año viviendo aquí. Efectivamente, hay muchos murales apolíticos, pero también hay uno que ensalza la figura de Lucio Urtubia —mítico militante anarquista que estafó 20 millones de dólares a Citibank para financiar causas libertarias— u otro en favor al acercamiento de presos vascos. Hay para elegir. 

Esta vecina vivió un par de años en Christiania, el famoso barrio autogestionado de Copenhague (Dinamarca). La historia de ambos lugares es muy similar. El barrio danés lo componen viviendas para militares que fueron okupadas cuando desalojaron a sus vecinos. El vecindario vasco fue construido para trabajadores industriales que fueron reubicados —algunos, forzosamente— a principios de este siglo.

Mural firmado por el artista RocBlackblock de homenaje a Lucio Urtubia, el famoso militante anarquista.

Mural firmado por el artista RocBlackblock de homenaje a Lucio Urtubia, el famoso militante anarquista. Jaime Susanna

“Son los propios institutos los que piden venir”, asegura Cris mientras alumbra un porro que humea cual antorcha olímpica. A su lado, una chica argentina que no es vecina del barrio se muestra muy crítica con la polémica. “Al niño le metes a un colegio católico, lo bautizas y le adoctrinas por mil lados”, afirma, en referencia a un posible adoctrinamiento con los murales.

Sin embargo, la polémica va más allá de las pintadas contra la policía. “El tipo que les dio la charla les animó a ir allí en un futuro”, asegura una madre indignada. “¿Pero quién coño eres tú para decirle a un niño que okupe?”. Su hijo, tras la visita, defendió el modo de vida de Errekaleor: “Mamá, que ahí hay huertas. Y son universitarios”, dijo el niño, en su inocencia, como si cultivar la tierra y cursar estudios superiores le convirtieran a uno en santo. “Ah, pues ya está, ya es todo maravilloso”, ironiza la madre.

Marçal, efectivamente, es estudiante y llegó con Cris hace un año a Errekaleor.

—¿Merece la pena lo que pierdes por lo que ganas al vivir aquí?

Cris y Marçal contestan al unísono que sí, sin duda.

—No puedes usar el microondas cuando quieras, pero no te afecta la subida de la luz.

Touché.

Una calle de Errekaleror. Al fondo, una pintada que dice: Todo el mundo detesta a la policía.

Una calle de Errekaleror. Al fondo, una pintada que dice: "Todo el mundo detesta a la policía". Jaime Susanna

Dejando a un lado las polémicas visitas, no es oro todo lo que reluce en torno a Errekaleor. Un vecino de Vitoria asegura que aquí se puede conseguir hachís con facilidad y que no cualquiera puede acceder a vivir, que lo tiene que autorizar el colectivo Errekaleor Bizirik.

“Una persona que trabaja con gente con pocos recursos, y que llevaba comida a Errekaleor, pidió a los vecinos del barrio okupa que admitieran en una casa vacía a una familia. Eran un hombre, una mujer embarazada y una niña. Estuvieron un mes mareando la perdiz para, finalmente, decirles que no les permitían entrar ahí. Eso ha pasado con varias familias”, asegura esta fuente, que también quiere permanecer anónima para evitar señalamientos. 

En esta historia callan más voces de las que hablan. Ni el instituto ni el colectivo okupa se han pronunciado sobre las polémicas que les acechan. Los pocos que alzan la voz lo hacen tras el anonimato y con miedo al dedo acusador, a llevar la contraria a la opinión mayoritaria. Planea sobre este barrio una ley del silencio que no es nueva en estas tierras.